Con orígenes en la crisis de 2001, realizó desde entonces un recorrido que la llevó a expandirse y posicionarse en el mercado. Innovación tecnológica, su propio sello editorial y la incorporación de nuevos integrantes fueron claves para crecer.
28 de junio de 2018
Equipo. Integrada por 16 asociados, El Zócalo tiene locales en Constitución y Monserrat.
Cuando Manuel Azurmendi, presidente de la cooperativa gráfica El Zócalo, les propuso a tres amigos abrir un centro de copiado, ninguno dudó. Corría el año 2001, las oportunidades no abundaban y decidieron apostar al proyecto. «Era una época complicada porque la crisis recién estallaba. Yo recibía un subsidio estatal por ser hijo de padres desaparecidos, pero estaba sin trabajo y mis amigos también. Decidimos probar con un pequeño centro de impresión de apuntes en Parque Centenario, donde funcionaba antes la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Así comenzamos», recuerda. En 2010 abrieron su segundo local en Constitución, debido al traslado de la Facultad de Ciencias Sociales a ese barrio. «Ese año comenzamos a desarrollar la idea de una imprenta más grande, con otro tipo de productos y valor agregado, como impresión a color, talonarios de facturas, folletos, revistas y libros. Decidimos sumar tres compañeros y armar una cooperativa», relata Azurmendi, que destaca la influencia y el apoyo de otras organizaciones de trabajo colectivo: «Desde un principio teníamos conocimientos de esta forma de trabajo horizontal e igualitaria. Nos ayudó mucho el trato con otras empresas sociales como La Cacerola, que eran vecinos nuestros en Parque Centenario, más la historia de las fábricas recuperadas en el país».
En 2015, a través de un subsidio estatal impulsado desde el Ministerio de Industria, obtuvieron nuevas máquinas. «Al no ser una empresa recuperada no contábamos con un equipamiento de trabajo establecido que nos permitiera avanzar. La ayuda del Estado fue necesaria para la compra de impresoras digitales, con un costo menor de mantenimiento y mejor calidad. Eso nos llevó a posicionarnos mejor y crecer. Pudimos sumar dos compañeros y comenzar con la comercialización de nuestros propios libros», detalla Azurmendi.
Sin intermediarios
Su sello editorial lleva publicados cinco libros. La cooperativa ofrece un servicio completo: diagramación, diseño de tapa y corrección de manuscrito. «Lo hacemos directamente nosotros, sin intermediarios. La división de tareas, con la especialidad de cada integrante, sirvió para impulsar nuestro propio sello, con libros afines a nuestras ideas, que es algo muy placentero. Uno de los últimos, Pañuelos en escena, repasa la vida de seis Madres de Plaza de Mayo».
Azurmendi también analiza el contexto actual en el rubro de la gráfica y admite que es un momento hostil. «Tuvimos la particularidad de un salto tecnológico a principios del 2015 por lo que apenas cambió el ciclo político teníamos las máquinas renovadas. Este año es muy complicado. El retroceso de la economía nos hizo bajar la producción un 40% incluso con respecto al año anterior, porque nuestros costos están dolarizados, por lo que los precios de venta aumentan igual que la devaluación. Las gráficas deben buscar alternativas. Nosotros mudamos un local a una zona más comercial (dejaron Parque Centenario para mudarse a Monserrat) y apostamos ahora al desarrollo editorial, donde queremos incursionar en el e-book también. Pero nuestro desafío primordial hoy es mantener los puestos de trabajo de los 16 compañeros».
Andrea Gorini se encarga de las ventas, fue la última asociada en incorporarse a la cooperativa y es su primera experiencia de trabajo en una entidad solidaria. «Yo venía de un sistema muy vertical, donde al jefe no le importaban sus empleados y, a su vez, a ellos no les interesaban sus compañeros. En cambio, la autogestión me resultó muy sólida. Acá nos preocupamos por el otro y hay un reconocimiento de lo que uno hace. Las asambleas de todos los meses nos ayudan a discutir inquietudes, pero siempre con el mismo compromiso de que todo siga para adelante».