Artesanos del metal

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Los integrantes de DOA montaron su taller en el barrio porteño de Núñez y optaron por la forma asociativa de trabajo por ser «la unidad entre lo social y lo monetario». A través del Instituto Movilizador obtuvieron capacitación y asistencia financiera.


Equipo. Egresados de la escuela Raggio, convirtieron la joyería en su medio de vida. (Juan Carlos Quiles/3 Estudio)

 

La orfebrería es un arte milenario que consiste en labrar objetos en oro, plata, alpaca, y otros metales. En la actualidad se utilizan numerosas técnicas para llevar adelante este oficio; uno de esos métodos es el que aplican los integrantes de la cooperativa de trabajo DOA (Diseñadores Orfebres Argentinos), integrada por un grupo de egresados de la tradicional Escuela Técnica Municipal Raggio. «La orfebrería te saca los límites, al trabajar con metal uno puede diseñar libremente; hay muchas formas de llegar a un producto final», explica Nahuel Andía, mientras exhibe los anillos, pulseras, dijes, colgantes y aros que se confeccionan en el taller. «Podés doblar el metal, limarlo, sacarle brillo y te queda un anillo; o podés hacer algo más complejo como es el proceso de fundición a la cera perdida», agrega Darío Bessega en relación con la técnica que utilizan en DOA para modelar metales, con innovación y diseño, y transformarlos en piezas que, en algunos casos, incorporan piedras y gemas.
«Cuando estaba terminando la carrera, en el 2004, empecé a diseñar diferentes modelos y a armar colecciones de joyas y con algunos familiares comenzamos a industrializar el proceso y a vender las piezas, y como el proyecto funcionaba bastante bien se nos ocurrió ampliarlo y generar un emprendimiento asociativo», cuenta Bessega, técnico en la Industria de la Orfebrería y tesorero de la cooperativa. Su hermano, Sergio Bessega, pasó por varias carreras de la Escuela Raggio hasta que finalmente decidió también formar parte de DOA. Al principio vendía, luego se animó a diseñar, y actualmente, como presidente de la cooperativa, se ocupa de la gestión administrativa y la promoción de las piezas.
Diseño de productos, reparaciones, reproducción e inyección de cera, matricería en caucho, pulido, lijado de piezas y piedras son algunos de los trabajos que realizan los orfebres en el pequeño taller instalado en el sótano del local de atención al público que tiene la cooperativa en el barrio porteño de Núñez. «Además dictamos cursos de joyería para gente con y sin experiencia en el rubro. A los que asisten les proponemos que ellos mismos puedan ejecutar sus ideas», explica Alejandro Sesoko, síndico y orfebre. Si bien la marca que comercializa actualmente la entidad es Los Ulyses, creada por Darío, los demás asociados también están trabajando en colecciones propias que próximamente se sumarán a la oferta. Proyectan, además, el desarrollo, junto con una cátedra de diseño industrial de la UBA, de elementos de ortopedia, y la fabricación de bijouterie con materiales de una empresa recuperada fabricante de grifería.   

 

Ayuda para gestionar
«Todo lo que tiene que ver con el oficio lo tenemos bien incorporado, pero lo que nos cuesta cubrir es a lo que hace a la empresa cooperativa, es decir, la gestión y la organización administrativa y contable», señala Sergio. Para resolver esas dificultades realizaron diversos cursos y, como asociados de la filial Núñez del Banco Credicoop, se conectaron con el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, entidad que los asesoró y les otorgó tres microcréditos para máquinas e insumos. Más allá de las dificultades, los siete miembros de DOA comparten la idea de ayuda mutua y trabajo compartido y están convencidos de que la mejor manera de crecer es a través del esfuerzo colectivo. «Si sos joyero en relación de dependencia hacés solo la pieza que te mandan; en cambio la cooperativa te permite desplegar tu creatividad», dice Andía, integrante de la entidad. «Se trata de trabajar por amor a lo que uno hace, mediante el crecimiento grupal», agrega Sesoko. «La cooperativa es la unidad entre lo social y lo monetario –refuerza Darío Bessega–. Por ejemplo, el año pasado nuestra compañera Irene tuvo su bebé e hicimos todo lo posible para que ella siga formando parte del proyecto. La cooperativa prioriza lo humano, después viene lo económico, que es necesario y que, por suerte, también estamos avanzando en ese sentido».    

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