15 de junio de 2016
Utopía Viva. El documento destaca la naturaleza transformadora del cooperativismo. (Jorge Aloy)
Sé que la sociedad podría existir sin delitos, sin pobreza, con una condición sanitaria mejor, sin ser infeliz o estar afligida por penas y con una felicidad centuplicada; y que ningún obstáculo, aparte de la ignorancia, se opone a ello en la actualidad, ni impide que tal estado social se convierta en universal». Con esta cita de Robert Owen, considerado el padre del cooperativismo, de cuyo nacimiento se cumplieron 245 años el 17 de mayo de 2016, comienza la Declaración del IMFC por el Día Internacional de las Cooperativas, fecha que se conmemora cada año el primer sábado de julio. «Dicha afirmación –agrega el documento, titulado Por un mundo con solidaridad, paz y justicia social– resulta por demás oportuna al celebrar el Día Internacional de las Cooperativas, porque remite a las raíces doctrinarias de nuestro movimiento y marca el rumbo del ideario y la práctica de la cooperación».
«Las cooperativas constituyen herramientas de transformación social, tanto por su gestión democrática, eficaz y eficiente en el contexto de un mundo donde prevalece el modelo neoliberal como por su prédica en torno de los valores y principios que definen su naturaleza solidaria. El propósito de Robert Owen –y el que debería ser hoy de todo el movimiento cooperativo– era reformar la sociedad capitalista no solo para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, sino sobre todo para crear un nuevo mundo moral que regenerara a la sociedad y transformara la naturaleza del hombre», afirma, en otro tramo, la Declaración. A la par, señala que, para cumplir con esta misión, el desafío que deben asumir los dirigentes y militantes del cooperativismo es lograr que, junto con la mayor visibilidad de sus logros e ideales «se sumen conciencias y voluntades tanto al interior de estas empresas asociativas como en los vastos sectores que conforman el denominado campo popular».
El documento también retoma una frase de Floreal Gorini, máximo dirigente del IMFC, pronunciada en la inauguración del Centro Cultural de la Cooperación el 22 de noviembre de 2002: «Otro mundo es posible, si la gente quisiera». La gran tarea, afirma luego, «consiste en intensificar la aplicación del quinto principio de la cooperación, la educación de los miembros de las cooperativas y, por extensión, del público en general. Para ello, debemos lograr que nuestro mensaje transformador sea conocido, comprendido y compartido por las mujeres y los hombres que anhelan vivir con dignidad, en contraposición al paradigma dominante en la actualidad, consistente en una economía que solamente beneficia al uno por ciento de la población mundial».
Casi al final, vuelve a citar a Owen, quien afirmó: «La prosperidad real de la población puede medirse con exactitud en cada momento por el nivel de los salarios y la extensión del bienestar que la clase productora puede obtener a cambio de su trabajo. Pero cuando la ignorancia, el exceso de trabajo y los bajos salarios se combinan, no solo el trabajador se encuentra en una condición miserable, sino que las mismas clases superiores son ofendidas». Pareciera que el padre del cooperativismo, sostiene el documento, «estuviera analizando el escenario económico, político y social de la Argentina por estos días».
Por último, el documento señala que «a la par del fortalecimiento empresarial de las cooperativas, y del avance sostenido en la integración institucional y operativa del sector, el movimiento debe articular sus esfuerzos con las más diversas organizaciones sociales, cuyo denominador común es la búsqueda del bienestar general y el acceso al goce de todos los derechos humanos».
»Se trata –concluye– de lograr una articulación virtuosa que preserve las múltiples identidades, pero que a la vez, sume y multiplique los esfuerzos en función de los objetivos compartidos».