Aulas a cielo abierto

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Aprenden matemática mientras se ocupan de la huerta.
Crían conejos y aves, manejan maquinaria y elaboran alimentos
a partir de lo que producen. Cómo es el trabajo cotidiano en las escuelas agrarias.

 

Quilmes. La «Agrope» funciona en una gran quinta ubicada en una de de las avenidas más transitadas de la localidad bonaerense. (Gentileza EESA Nº 1 Quilmes)

Es viernes, pasado el mediodía y la actividad en la Escuela de Educación Secundaria Agraria Nº 1, ubicada en una de las avenidas más transitadas de Quilmes, es incesante. Un grupo de chicos juegan al vóley bajo la atenta mirada de la profesora de Educación Física y de unas ovejas que pastan cerca. Otros se reúnen alrededor de un roble añoso y escuchan la propuesta de un docente del área de Producción Animal.
En el predio de casi cinco hectáreas se reproducen, a pequeña pero rigurosa escala, los ambientes relacionados con las tareas del campo. Con bombacha de trabajo y chomba blanca, los alumnos ocupan todos los rincones de esta quinta que conserva edificaciones de hace dos siglos, cuando fue construida por una familia que amaba la jardinería. Fueron ellos, los Dorado, quienes se encargaron de plantar árboles exóticos, orquídeas, casuarinas, cedros, eucaliptos y paraísos, entre otras especies.
Desde entonces la finca pasó por distintas manos, públicas y privadas, hasta que en 1990 comenzó a funcionar como una institución dependiente de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires. Cilda Ramonino, profesora de Química y directora de la «Agrope» de Quilmes, señala que esto se dio como respuesta a la demanda de la comunidad, que quería una escuela de este tipo.
Un poco más al sur, y enclavada en un medio rural, se encuentra la Escuela Primaria Básica Nº 19 de Berazategui, donde se desarrollan actividades de granja y huerta, se crían gallinas, conejos y vacas lecheras. Allí asisten, desde hace 60 años, los hijos de las familias que explotan pequeñas parcelas y que tienen el comodato de las tierras linderas al Parque Pereyra. Como era necesario que esos chicos continuaran su formación, en 2008 se logró abrir la Escuela de Enseñanza Secundaria Agraria de Berazategui. Su director, Gilberto Santacá, explica que, desde entonces, los alumnos que egresan de la primaria rural pueden seguir sus estudios sin tener que abandonar sus hogares.
Las escuelas agrarias de ámbito rural son de matrícula moderada en el Interior, con predios de 25 a 100 hectáreas y una cantidad de hasta 200 alumnos. Pero hace algunos años surgieron nuevas escuelas agrarias en el Conurbano, con una superficie menor y una alta matrícula. Según Santacá, esto responde a una demanda que tiene la comunidad periférica de los centros más poblados de capacitarse en una actividad ancestral. «La escuela agraria tiene un gran arraigo local, con el desafío de transformar y capacitar el medio rural de acuerdo con sus posibilidades. Es promotora del desarrollo y del cuidado del medio ambiente, defiende los valores culturales locales y fortalece el asociativismo y el emprendedorismo como metas indeclinables en la promoción del medio rural», agrega el directivo.
En el caso de la «Agrope» de Quilmes, la matrícula fue creciendo de manera sostenida en los últimos años. Y hoy, con 500 alumnos, es una de las escuelas agrarias más concurridas de la provincia, debido, entre otras cosas, a la relación abierta y participativa que mantiene con la comunidad que integra. Se organizan ferias donde se exponen los productos que elaboran los chicos y, los sábados, se dictan cursos de extensión abiertos al público y coordinados por la cooperadora, como diseño de parques y jardines, apicultura, jardinería, huerta orgánica y granja, entre otros.
Durante los siete años que dura la formación, los futuros técnicos agropecuarios trabajan en proyectos integrales, por lo que todas las materias se relacionan entre sí: el aula con el campo, o las de carácter específico con las generales o las científico-tecnológicas. Se trata de tener actividades en común que puedan ser retomadas en las materias específicas. Un cálculo matemático o un problema de química se pueden emplear para resolver cuestiones agropecuarias, desde la aplicación de un fertilizante, las proporciones para sacar un sustrato o el análisis de un alimento.
Los alumnos que asisten a este tipo de escuelas desarrollan actividades en lo que se llaman entornos formativos de producción animal o vegetal. «Se busca que el alumno sea el verdadero protagonista de la producción agropecuaria a través de su intervención directa en la práctica y no sólo en la teoría. A modo de ejemplo, en el vivero se obtiene el plantín de tomate, se lo cultiva y se realizan las labores de control y cuidado. Luego se cosecha y, en la sala de productos vegetales, se transforma en tomate triturado o salsa de tomate. Así, los chicos participan en todos los eslabones de la cadena productiva, de manera que el egresado obtiene real capacitación para desempeñarse en producciones de tipo familiar a la vez que se fomenta el espíritu emprendedor», explica Miguel Di Trolio, ingeniero agrónomo y jefe del Departamento Técnico Profesional de la Escuela de Enseñanza Secundaria Agraria de Florencio Varela, también ubicada al sur del Conurbano.

Desde el pie. En el vivero se obtienen plantines de aromáticas, florales y hortalizas. (Gentileza EESA Nº 1 Quilmes)

 

Proyectos y experiencias
En Berazategui los estudiantes del ciclo básico trabajan en huerta, vivero, monte frutal, apicultura, avicultura, cunicultura, taller rural y suinicultura. Y en el ciclo superior, máquinas agrícolas, ganadería de carne, ganadería de leche, forrajes, cereales e industrialización de la producción.
Por su parte, en Quilmes, Jorge Rozental, jefe del Área de Producción Vegetal y regente de estudios, muestra en la huerta los frutos de tanto esfuerzo y dedicación. Allí crece repollo colorado, apio, lechuga francesa, acelga, remolacha, brócoli, tomate redondo de invernáculo, tomate del monte, plantines florales y plantas aromáticas. Además, el área de producción animal tiene un sector apícola, con una cosecha de dos toneladas de miel, y un sector avícola con producción de pollos parrilleros y huevos. El área cunícola tiene una producción casi industrial con una variedad de conejos de angora, de los que se obtiene el pelo, y conejos fantasía, que son muy requeridos como mascotas. En la sala de industria se elaboran conservas artesanales, salsa de tomate, mermeladas de todos los cítricos, dulce de zapallo, licores, escabeche de berenjenas, pollo y conejo, panificados, caramelos de miel, velas con cera de abeja y especias de todo tipo.
Parte de los productos elaborados en las agrarias se destina a la venta, y el dinero que se obtiene se reinvierte en insumos o maquinaria. En Quilmes los alimentos artesanales se exhiben, tentadores, en los estantes de un despacho donde el público puede adquirirlos. Sin duda, los más buscados son los pollos parrilleros. «Debido a la gran demanda de pollos que tenemos, no se tomarán más pedidos hasta nuevo aviso», dice un cartel.
Otra porción de la elaboración se deriva a los comedores de las escuelas. «Los chicos están todo el día y tienen que comer bien porque realizan actividades pesadas, y darles en invierno un plato de comida caliente es muy necesario», asegura Ramonino.
A fin de evaluar la calidad educativa, los alumnos de sexto y séptimo año deben realizar proyectos productivos que sean sustentables, viables y que tengan una gestión económica. Es decir, trabajan como técnicos especialistas en determinada producción o gestión, lo que da un marco de realidad a los conocimientos que adquirieron en los años anteriores. «Los chicos, ayudados por los tutores, se organizan y trabajan en proyectos muy interesantes. Ellos mismos se estimulan para seguir, y cuando ven el producto terminado, lo exponen e intercambian experiencias con alumnos de otras escuelas, se dan cuenta de que todo el esfuerzo valió la pena y es muy gratificante para ellos», explica Ramonino.
Giuliana Carballo es egresada de la «Agrope» de Quilmes y actualmente trabaja en un emprendimiento propio que se dedica al mantenimiento de espacios verdes. Junto con otros compañeros, representó a su escuela en varias olimpíadas tanto de química como agrarias y siempre obtuvo un lugar entre los primeros puestos. Cuando el año pasado recibió su título de técnica agropecuaria con orientación en parques y jardines, leyó un discurso. «A cada uno nos tocó vivir distintas circunstancias en las que hemos querido bajar los brazos. Pero acá eso no está permitido. Como buenos agrarios que somos, siempre tenemos que seguir adelante, pase lo que pase y lucharla y seguir. En esta escuela nos acompañan, nos “queman la cabeza” y nos incentivan a conseguir las metas que nos propongamos», dijo.
«El desvelo de una escuela agraria –dice Santacá– es desarrollar los lugares de trabajo y producción donde los alumnos puedan plasmar el carácter, el compromiso, la idoneidad y la vocación de un técnico agropecuario».
«Hemos elevado el sentido de pertenencia por parte de los alumnos –finaliza Di Trolio– como también la permanencia en la escuela y la inclusión. Creo que esos son los mayores logros».

Florencia Vidal

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