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Aulas sin violencia

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Tras el impacto que provocó el femicidio de una estudiante, la Universidad de San Martín creó un programa que asiste a las alumnas y a otras integrantes de la comunidad.

 

Fotos: gentileza Programa contra las violencias de género

 

Si bien no existen cifras oficiales, la violencia contra las mujeres deja cada día su huella en el cuerpo de una sociedad que lejos se encuentra de eliminar este mal. De acuerdo con los datos que maneja la ONG La Casa del Encuentro, durante 2013, 295 mujeres y niñas perdieron la vida a causa de la violencia doméstica. Además, 405 niños y niñas se quedaron ese mismo año sin mamá como consecuencia de estos femicidios. Visto en relación con la frecuencia con la que estos crímenes ocurren, se desprende que cada 30 horas una mujer fue asesinada como consecuencia de la violencia sexista en nuestro país.
Por su parte, la última estadística de la Oficina de Violencia Doméstica, que funciona bajo la órbita de la Corte Suprema  de Justicia de la Nación, correspondiente a setiembre de 2014, indica que hubo 967 casos documentados, 175 más que en el mismo período de 2013.
Por todos estos números, que esconden nada más y nada menos que las historias de mujeres cuyas vidas fueron truncadas, en muchos casos de la manera más cruel, los frentes de batalla resultan imprescindibles a través de leyes, de denuncias y también desde los ámbitos educativos. Así lo entendieron, en la Universidad Nacional de San Martín, en medio de la conmoción que provocó el doble femicidio de Valeria Gioffre, quien cursaba la carrera de Psicopedagogía en la institución, y su mamá, Silvana Eiriz, cuando decidieron crear el Programa contra las Violencias de Género, un espacio desde el cual ayudar a las mujeres y alumnas de la comunidad de San Martín, víctimas de violencia doméstica, acoso sexual a través de las redes, abuso de poder y violencia simbólica.
«El 24 de noviembre de 2013 ocurrió el femicidio de Valeria y su mamá. A partir de ese hecho el rector de la universidad toma la decisión de hacer algo y nos pide, muy conmocionado, que armemos algo para evitar esto. A partir de allí, empezamos a pensar cómo podía contribuir una universidad a la erradicación de la violencia hacia las mujeres. Así nació el programa que hoy asiste a las mujeres víctimas de violencia, que pueden ser alumnas o mujeres de la comunidad de San Martín u otras localidades. Lo que hacemos es brindar el primer acompañamiento, la primera escucha y luego la derivación», cuenta Vanesa Vázquez Laba, doctora en Ciencias Sociales de la casa de altos estudios.
Para esto, desde la universidad capacitaron a alumnos y alumnas de las carreras de Sociología, Antropología y Psicopedagogía, entre otras, para que funcionen como operadores. «El objetivo de ellos es detectar, a partir de estar circulando en la universidad, situaciones de violencia y vehiculizarlas al programa. Estas situaciones pueden darse dentro o fuera de la universidad. Varios de los operadores son alumnos varones que están muy capacitados y sensibilizados sobre el tema, esto es fundamental porque ejercen otra masculinidad y concientizan a otros hombres; hay cosas que ya no pueden suceder dentro de la universidad porque hay mujeres que ponen un límite muy claro a los chistes o comentarios misóginos, maltratos o abusos de poder por parte de algún docente por el solo hecho de ser mujer», reflexiona Vázquez Laba. Estos estudiantes operadores, a su vez, forman parte de organizaciones sociales en los barrios de San Martín; es ese trabajo en el terreno el que les permite acercar a las mujeres víctimas de violencia a la universidad donde son asistidas y orientadas.

 

Acoso en las redes
Hasta el momento en el Programa no se recibieron denuncias de violencia física dentro del ámbito institucional, aunque sí se dieron casos de violencia simbólica y emocional ejercida hacia las mujeres, todavía amparada en una idea de desigualdad, de inferioridad. «Los casos más frecuentes son los chistes, los comentarios misóginos, acoso a partir de redes sociales. Ese abuso de poder, en una relación asimétrica como es la de alumno-docente, se ejerce de forma misógina. Cuando esto ocurre, los alumnos se acercan al Programa a contar lo que sucedió. Actualmente, estamos armando un protocolo de actuación para establecer qué hacer en el ámbito interno para no apelar a la Justicia, por supuesto casos que pueda resolver la institución o casos de violencia simbólica. Estamos tratando de instrumentar a su vez un comité de ética, con expertos y docentes de la universidad, para evaluar cada caso en particular», indicó la titular del Programa.
Para tener un primer acercamiento a la problemática, Vázquez Laba, junto con la otra responsable de la iniciativa, Silvana Mondino, magíster en Administración Pública, de la Secretaría de Relaciones Institucionales de la UNSAM, decidieron realizar un diagnóstico exploratorio sobre 198 estudiantes a los cuales encuestaron.
De esta manera, cuando se les preguntó a los y las estudiantes si habían vivido o si conocían situaciones de violencia, acoso sexual, hostigamiento o maltrato, el 30% contestó que sí. A su vez, el 36% dijo que los chistes, las burlas y los comentarios sarcásticos que aluden a la orientación sexual o identidad de género son frecuentes en el ámbito universitario. De ese grupo, las mujeres son las que mayor percepción y conocimiento tienen sobre la violencia de género (65%). Del total, el 35% dijo que si se presentara una situación de violencia de género dentro de la universidad, le solicitaría consejo y/o ayuda a un compañero/a; y el 32% sostuvo que acudiría al programa.
«La forma del maltrato se ha incrementado, la manera de asesinar a las mujeres; esto es alarmante. Incendiarnos, acuchillarnos, estrangularnos, que el cuerpo de la mujer padezca, es un mensaje a la sociedad y en particular para las mujeres, para seguir controlándonos. Hay que trabajar fuertemente con los varones, esto no es patológico ni natural, es una conducta social que aparece cuando se pierden privilegios: del cuerpo de la mujer, del trabajo gratuito toda la vida. Los vínculos tienen que ser amorosos, igualitarios, no de dominación o control. La institución educativa es un lugar privilegiado para trabajar estas cuestiones, no solo desde la universidad sino desde edades tempranas para lograr una sociedad mucho más justa», concluye Vázquez Laba.

María Carolina Stegman

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