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La creciente edición de títulos en formato digital y los nuevos dispositivos portables están provocando cambios en los modos de lectura y también en la industria editorial. La convivencia con los libros impresos caracteriza la transición, dicen los expertos.

 

Foto: Sandra Rojo

Un estudio reciente llevado a cabo por la consultora estadounidense PricewaterhouseCoopers –publicado por The Economist– estima que la venta de libros digitales será superior a la de libros impresos antes de 2018, pero esto ocurrirá únicamente en Estados Unidos y Gran Bretaña. En los otros países analizados –Japón, Alemania, Italia y China– los libros digitales tendrán cierto crecimiento pero sus ventas no superarán a las de los libros en papel.
Cuando Johannes Gutenberg introdujo la imprenta de tipos móviles hacia mediados del siglo xv, se produjo un gran salto cultural en la humanidad como nunca antes había sucedido. Otro tanto ocurrió en la última década del siglo xx, cuando comenzaron a aparecer las primeras computadoras personales, que provocaron otro cambio abrupto en el modo de transmitir, recibir y comprender la información y por el que nuevamente el ser humano tuvo que adaptarse a otra forma de lectura: las pantallas electrónicas, primero de las pc, luego de las notebooks y finalmente de las tabletas y los e-books, que ya se transformaron en los dos dispositivos portables de lectura más usados.
Si bien tienen una apariencia, tamaño y peso similar, una de las principales diferencias es la pantalla. Las tabletas utilizan lcd o led, con lo cual si el uso se prolonga causa fatiga visual. Por el contrario, los e-books resultan mas confortables para la lectura, ya que utilizan un sistema de display denominado «tinta electrónica». La pantalla es de un blanco opaco, como el papel, y sobre ella se «dibujan» los caracteres electrónicos en negro. No emiten luz ni radiación hacia la cara del lector y pueden llevarse a la playa o utilizarse bajo la luz solar que siempre se verán las letras sin perder nitidez.

Reorganización
Tanto en las tabletas como en los e-books se pueden hacer todo tipo de indicaciones en el texto, agregar notas o señalar una página. Y, fundamentalmente, se puede ampliar a gusto el tamaño de la tipografía. Los libros pueden adquirirse desde el propio dispositivo en las tiendas virtuales, son mucho más económicos que los publicaciones de papel y las ediciones no se agotan. También hay miles de títulos de autores clásicos disponibles en forma gratuita en Internet. La mayor ventaja es que se puede trasladar una biblioteca completa; literalmente, más de lo que cualquier persona podría llegar a leer en toda su vida. Lo que muchos se preguntan es si finalmente el libro digital terminará por desbancar al de papel o si convivirán en forma pacífica.
Consultada por Acción, Elizabeth Hutnik, doctora en Ciencias Sociales especializada en el área de nuevas tecnologías en la industria editorial, cree que «la historia del libro muestra que las nuevas prácticas editoriales nunca se tradujeron en una sustitución radical, sino que constituyeron una reorganización de la cultura escrita y sus modos de transmisión. La transición de la industria editorial analógica a una digital, si es que podemos hablar de tal cosa, no es una construcción lineal ni absoluta. Las nuevas tecnologías ponen de relieve que el libro se está diversificando en muchas subespecies capaces de convivir unas con otras».
En tanto, Maryanne Wolf, neurocientífica cognitiva de la Universidad de Tufts, ee.uu., y una reconocida experta en lectura, dice en un artículo publicado en The Washington Post: «No podemos dar marcha atrás. Deberíamos simultáneamente leer libros impresos a los niños, ayudándolos a aprender un modo más lento de lectura, y al mismo tiempo aumentar constantemente su inmersión en la era tecnológica, digital. Las dos cosas a la vez. Y tenemos que preguntarnos: ¿cuál queremos preservar?».
Un interrogante que, al día de hoy, no tiene una respuesta contundente.

Marcelo Torres

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