Brasil: un nuevo relato

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El 31 de marzo se cumplieron 55 años del golpe de Estado en Brasil y esta vez la conmemoración estuvo signada por numerosas polémicas. En líneas generales los gobiernos latinoamericanos han tenido dos formas diferentes de recordar los golpes militares. Por un lado, figuran aquellos que los repudiaban y apelaban a la construcción de una memoria histórica de abierto antagonismo con los golpes y sus consecuencias de asesinatos, desapariciones y participación civil en estos. Esta fue la línea de los gobiernos progresistas en los últimos años para resaltar las construcciones democráticas. Por el otro lado, están los gobiernos que no le asignan demasiada importancia al pasado ni a las violaciones de los derechos humanos cometidas por dictaduras con el argumento de que hay que «mirar hacia el futuro» aunque esto implique relativizar lo sucedido hasta desdibujarlo. O justamente porque quieren que quede en algún lugar vago de la memoria.
Lo novedoso en el caso de Brasil es que hoy tiene un presidente que reivindica el accionar de la dictadura instaurada en 1964. Jair Bolsonaro se hizo conocido en todo el mundo cuando reivindicó al torturador de Dilma Rousseff el día que votaron su destitución en agosto de 2016. El diputado, marginal hasta ese entonces, devenido hoy presidente, es consecuente con sus ideas: desde el Palacio de gobierno se difundió un video conmemorativo del 31 de marzo destacando la intervención militar que habría «salvado a la patria» del comunismo. Pocos días después el ministro de Educación informó que habrá cambios «progresivos» en los libros de texto escolares para contar una versión de la historia «más amplia», ya que el régimen militar fue un «régimen democrático de fuerza, porque era necesario en ese momento». Bolsonaro quiere reformular de raíz la historia de Brasil. ¿Lo logrará?

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