Caída del consumo

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Con la pérdida del poder adquisitivo como telón de fondo, a lo largo de 2016 se vendieron menos libros y entradas de teatro, cine y recitales. Costos de funcionamiento elevados y cierre de salas. El rol del Estado. Opinan editores, productores, programadores y especialistas.


Lecturas. Las editoriales apuestan a los ejemplares de bolsillo y postergan el lanzamiento de novedades como estrategias para paliar la recesión. (Jorge Aloy)

 

En el balance del año que acaba de finalizar, las variables en materia económica demuestran lo que día a día se ratifica en los bolsillos: un marcado descenso del poder adquisitivo. Los números generaron una señal de alarma para las actividades vinculadas con el arte y la recreación, aunque la relación entre la crisis económica y los consumos culturales puede ofrecer algunas marcas paradojales. Es necesario, entonces, desentrañar la dialéctica entre la realidad general y el público del teatro, la música, el cine y la literatura, en la que no solamente se juega la condición de «producto» (en tanto se trata de obras puestas en circulación en un mercado), sino también la producción de capital simbólico.
Desde la quita de subsidios y el posterior aumento en las facturas de electricidad, los diversos circuitos teatrales se han manifestado más que preocupados. Si a esa primera variable le sumamos la pérdida del poder adquisitivo, el resultado genera preocupación. Dentro de este panorama, síntomas evidentes resultan las producciones canceladas luego de haber brindado escasas funciones. Aunque, como ha señalado el empresario teatral Javier Faroni en varias oportunidades, «si el teatro fuese un buen negocio, los bancos producirían teatro». La frase apunta a algo intrínseco a la actividad: no es posible predecir un éxito.
Sebastián Blutrach, presidente de la AADET (Asociación Argentina de Empresarios Teatrales), traza un estado de situación por demás elocuente: «Lo más parecido a una caída de este tipo es lo que sucedió en 2001, cuando se generó un descenso del 40% de espectadores. En este caso estamos sufriendo una caída que, a partir del mes de abril, empieza a ser del 20%, 25% del mismo mes del año anterior en cuanto a espectadores, pero de un 50% en cantidad de recaudación. Según mi criterio, no creo que en 2017 se modifique. Al menos espero que no siga cayendo».
Juano Villafañe, director artístico del Centro Cultural de la Cooperación, advierte un panorama similar. «En lo económico, evidentemente hay una crisis del poder adquisitivo. Lo que hace el ciudadano es reprimir aquellas cosas que puede omitir para la vida cotidiana», apunta. «Estamos en un proceso de recesión en el que este no es el piso. La actividad cultural es la primera que se recorta: el cine, los libros, la música. Pero en momentos de gran recesión, se producen variables que no dejan de ser sorprendentes y hasta paradojales. La gente, frente a una crisis profunda, tiende a profundizar la resistencia cultural y el deseo de recreación de forma más jugada. Hay que considerar que existen muchos lugares agradables a los que se puede asistir, que no son comerciales: Hasta Trilce, El camarín de las musas, muchos más».
Recientemente, una nota del diario Ámbito Financiero esbozó una relación inversamente proporcional entre lo que ocurría en el circuito comercial y el independiente. En sintonía con lo expresado por Sebastián Blutrach, mientras que en el primero señalaba una notable pérdida en la cantidad de espectadores, en el segundo mostraba incluso un aumento. Javier Daulte, reconocido teatrista que además es el propietario y programador del emblemático Espacio Callejón, relativiza esta idea: «Esta crisis se sintió. Quizá no en la misma proporción en que se vio afectado todo el consumo. Los precios de las entradas en el Callejón son bastante accesibles y tuvimos cuidado de no aumentarlos demasiado. Que en el teatro comercial hubo menos público esta temporada, eso es seguro. Lo del aumento en el teatro alternativo no lo tengo tan claro. Hay espectáculos que funcionan muy bien: en el caso del Callejón, La Wagner, Yo no duermo la siesta, Los ojos de Ana, Bichas. Pero no podría generalizar al respecto. Estamos hablando de 60 espectadores por función».
En consonancia con la crisis, hay otros espacios del off que muestran un cuadro de situación crítico. Por ejemplo, el Café Müller Club de Danza, que cerró sus puertas recientemente; o El Crisol, que oscila entre su desaparición y una ayuda que posibilite su continuidad. Los mayores obstáculos están dados por los onerosos costos de los servicios y el aumento del alquiler.
Finalmente, Villafañe reflexiona sobre el rol que asume el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en la promoción de los bienes culturales. «La situación de las políticas públicas que lleva adelante este gobierno neoliberal no atiende de manera multiplicadora las posibilidades de radicar puestas y acontecimientos artísticos en el circuito estatal de la ciudad. Hay muchas menos producciones. El teatro oficial debería estar en otros niveles de producción y de convocatoria».
«El circuito tradicional del Complejo Teatral está muy devaluado, y creo que ocurre lo mismo para la música y el libro. Debe haber más teatros oficiales, más galerías oficiales, más bocas de expendio de libros con el respaldo del Estado», agrega Villafañe. «Evidentemente, la cultura en la ciudad está muy por debajo de su potencial. Yo creo que no necesariamente debemos hablar de elencos estables. Hay que hablar, en tal caso, de circuitos estables: cada uno con su teatro. Y que cada comuna tenga su propia actividad, que no esté todo tan centralizado en la calle Corrientes».

 

Canciones y shows
En el terreno de la música, es necesario diferenciar el panorama de los conciertos y las diversas formas que el público tiene para escuchar canciones. En cuanto a lo último, la expansión de Internet y del MP3 sirvió para provocar un cimbronazo en la venta de CD. Pero es necesario hacer una segunda diferenciación: dentro del ámbito virtual, a escala global aumentó exponencialmente la escucha de canciones mediante el sistema de streaming (casi un 60% en el primer semestre del año) en detrimento del consumo de canciones descargadas en formatos digitales.
Alejandro Varela, presidente del sello S-Music, sostiene que la actual coyuntura no ha modificado las modalidades de contratos con los artistas, aunque el panorama podría cambiar en un futuro cercano. «Ha habido una clara caída en el consumo de música y también de otras actividades culturales. Básicamente, nos basamos en las estadísticas de AADET (entidad que también aporta datos sobre shows musicales), que reflejan la caída en comparación con la venta de entradas del año pasado», sostiene.


Boido. Penguin Random House diseñó una estrategia para compensar las pérdidas.

 


Villafañe. Crítica a las políticas culturales de «este gobierno neoliberal».

 


Daulte. Los esfuerzos del teatro alternativo para mantener a sus espectadores.

 


Blutrach. El presidente de la AADET compara la situación actual con 2001.

 


Oliveros. Gracias al récord de 2015, en los cines el impacto fue menos marcado.

 


Botto. En los recitales de Estelares, el público cayó entre un 30% y un 40%.

 

En esa misma línea opina José Luis Botto, manager de Estelares, la popular banda platense que en los últimos meses inició una gira para promocionar su último disco. Botto apunta que, en los recitales, el público disminuyó considerablemente. «En reunión con colegas, pensamos en una baja del 30% al 40%», afirma. En cuanto a la forma en la que el grupo es escuchado, ya sea en vivo o por canales virtuales, el manager sostiene: «En este momento, preferimos hacer más de un show en vez de hacer uno solo más masivo. Por otra parte, Estelares se está escuchando mucho a través de sistemas de streaming como Spotify. El último corte, “Es el amor”, se bajó en dos meses dos millones de veces».
La oferta de recitales de bandas más independientes, según Varela, ha crecido en los últimos años, aunque «también ahí se está notando la merma del circuito, que se ha visto seriamente afectado por el incremento de los costos de las pequeñas salas de conciertos y la imposibilidad absoluta de los artistas emergentes de poder llevar ese crecimiento de costos a los valores de las entradas». En medio de este panorama complejo, el presidente de S-Music ve en el crecimiento de la venta de vinilos un signo optimista atribuible, por un lado, a «cierta revalorización de la calidad de sonido» y, por otro, a «una moda».
¿Qué está ocurriendo en el ámbito literario? Juan Ignacio Boido, director editorial de Penguin Random House, dice que la editorial no sufrió un descenso de ventas significativo. «Este año, el consumo decayó en general y el libro no es ajeno a esta baja. Gracias a un plan editorial que supo encontrar lectores para sus títulos, en PRH logramos amortiguar este impacto y cerrar el año con una pequeña diferencia en comparación con 2015», sostiene.
Ahora bien, ¿ha impactado la crisis de igual forma en los sellos independientes? Guido Indij, director de Interzona, plantea que «hay un repliegue importante del consumo. Y como es evidente, los ciudadanos se obligan a considerar sus gastos inevitables, como vivienda y alimentación, en un nivel de prioridad anterior al libro. Entonces podemos dividir el libro de texto o el libro de consulta profesional del libro de esparcimiento. Estos últimos pasan a ser un gasto suntuario. Es una pena que la percepción del público ronde la idea de que el libro es caro. Yo sostengo que lo caro es disponer de las horas de atención que nos requiere una lectura atenta. Frente a otros productos que uno puede considerar para hacer un regalo, un libro está entre las opciones más asequibles».

 


Formatos. Cada vez se venden menos CD y se escuchan más canciones online. (Jorge Aloy)

 

En cuanto al precio que un comprador está dispuesto a pagar por un libro, Boido cree que no es un factor determinante para aquel que está seguro de lo que quiere leer, «pero sí puede serlo para la opción de un regalo o para el caso de una compra por impulso. Como suele pasar en épocas de crisis, surgieron oportunidades para el formato bolsillo», dice. Y agrega: «Los libros juveniles, a la vez, son el nicho que más viene creciendo en los últimos años, lo cual también es una señal positiva: son ellos, finalmente, las nuevas generaciones de lectores. Así como ocurre con el crecimiento del teatro alternativo, la literatura infantil y juvenil representa hoy casi nuestra mitad de lanzamientos».
«La caída no es solo del consumo. El Estado como actor de la industria se ha retraído también y, para colmo de males, tiende a concentrar sus escasas compras en pocos grupos multinacionales», destaca Indij. «En Interzona estamos postergando títulos y colecciones enteras y aumentando nuestra participación en ferias en el interior, en espacios alternativos o incrementando el tamaño de nuestro stand en la Feria de Buenos Aires. Paralelamente, comenzamos una política más agresiva, asumiendo mayores riesgos crediticios en los mercados externos», completa.

 

Promociones en cadena
En líneas generales, la cantidad de espectadores que fueron al cine durante 2016 no arroja un mal diagnóstico, sino más bien lo contrario. No obstante, hay algunos síntomas que muestran cierta desaceleración en la venta de entradas. Mariano Oliveros, redactor y analista de marketing y mercado para la consultora Ultracine, traza un diagnóstico abarcador: «Veníamos de un año en el que se iba vendiendo lo mismo o algo por encima de lo que fue 2015 en el mismo período. Teniendo en cuenta que ese año fue récord de ventas en las últimas 3 décadas, el cine en la Argentina venía muy bien encaminado. Pero a partir de setiembre, más allá de algunos éxitos puntuales como Gilda o El ciudadano ilustre, la taquilla empezó a decaer, con un piso riesgoso a partir de octubre. De hecho, la instauración de la Fiesta del Cine, con entradas a 35 pesos en casi todo el país durante todo un día, fue una movida para tratar de modificar la situación actual. De cualquier manera, gracias al excelente rendimiento de febrero a agosto, el 2016 terminó con un buen acumulado de ventas».

 


Películas. Las producciones austeras o de directores nóveles, las más perjudicadas. (Jorge Aloy)

 

¿Cuáles son los espacios más convocantes a la hora de ver una película en pantalla grande? Hoy en día, el acceso a las salas queda mayormente acaparado por las grandes cadenas, cuyos precios oscilan entre los 67 pesos y 185 pesos. Estas empresas brindan decenas de promociones, que incluyen compra de tickets por plataformas virtuales propias y descuentos obtenidos mediante el uso de distintas tarjetas de crédito. «Se sabe por estudios que realizan las cadenas y los bancos mismos que, desde hace varios años, las promociones de los 2×1 son un motivo sustancial que explica el aumento generalizado de ventas desde 2012, además de otras causas», señala Oliveros.
Frente a la merma del poder adquisitivo (en especial de la clase media, en donde se concentra el público más cinéfilo), no todas las películas se ven perjudicadas del mismo modo en términos de recepción. Incluso con publicidad, una producción local debe «salir a pelear» con criterios comerciales que ya están internalizados en los potenciales espectadores.
A comienzos de octubre pasado, Alejandro Cacetta, presidente del INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), presentó un nuevo Plan de fomento, que prevé la realización de 64 largometrajes por año, cálculo que solamente toma en cuenta a las películas emergentes del sistema de concursos. Una de las incógnitas para el sector tiene que ver con saber si, sumados a esos 64 largometrajes, se estrenarán los 120 que, en promedio, llegaron a las salas en los últimos años.
El apoyo a las producciones más austeras y a los directores nóveles es uno de los desafíos de la nueva gestión. Frente a esta situación, Oliveros destaca que «cuando hay baja de ventas, las primeras que caen son aquellas películas que no generan un deseo inmediato en el espectador. O sea, se afecta a aquellas que la gente va a ver por curiosidad o porque se la recomendaron, y se mantienen aquellas en las que ya había un fuerte deseo para verlas antes de su estreno. El cine argentino suele tener una estructura en la que los tanques venden muy bien, y el resto no logra pasar de los 20.000 espectadores, con suerte, salvo excepciones. No se suelen estrenar tanques argentinos luego de octubre, porque comienza la temporada baja. Si a eso le sumamos la recesión en la taquilla, las probabilidades de lograr aunque sea una recaudación decente se reducen».

 

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