Cámara en acción

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Desde hace casi 10 años, un grupo de fotógrafos registra y aborda problemáticas político-culturales en forma colectiva. Otros modos de concebir un oficio en etapa de cambios.

 

Exposición. De la serie Los malditos, uno de los trabajos de Sub alusivo a la situación en el Hospital Borda. (Gentileza Sub)

El estallido socio-político-econó-mico de 2001 fue un punto de inflexión en la historia argentina por más de una razón. Como todo clímax de una crisis, disparó esquirlas de replanteo en todas direcciones. La cooperativa de fotógrafos Sub, que habita en el porteño barrio de Almagro, en una vieja casa, cuyas paredes están cubiertas por imágenes, se asume como un producto de esas circunstancias. A casi 10 años de sus primeros pasos, la agencia ha recibido premios internacionales y sus fotos tienen presencia tanto en medios locales (entre los cuales se encuentra la propia revista Acción) como del exterior.
En los inicios convulsionados del nuevo siglo, el común denominador de los futuros integrantes de Sub era la participación en formas y medios de comunicación alternativos. Los procesos registrados en la calle fueron haciendo que sus caminos se cruzaran en más de una ocasión. A fines de 2004, los unió la voluntad de combinar esfuerzos y recursos bajo la organización cooperativa inspirada en el movimiento de fábricas recuperadas. «Las fábricas recuperadas –explica Nicolás Pousthomis, uno de los miembros fundadores de Sub– abrieron ese camino de armar cooperativas luego de la crisis. Nosotros nos inspiramos tanto en su lucha como su manera de organizarse».
Una fotógrafa trabaja en una de las computadoras, mientras integrantes del grupo entran y salen de la oficina; llegan pedidos de imágenes y una buena noticia con respecto a una muestra sobre la cantante, devenida santa popular, Gilda. El empuje hacia la formación del colectivo estuvo dado por la necesidad «de generar el mango» con una estructura coherente a sus ideales, pero de a poco el proyecto fue yendo más allá. Una de las características de Sub es que las fotos aparecen firmadas no por autores particulares sino por el colectivo, ligado con la idea de «no jerarquizar a las personas,  sino que la tarea se base sobre una idea de apoyo mutuo, de solidaridad». Pousthomis agrega: «Nuestro colectivo se sostiene sobre varias patas y ninguna puede romperse, porque se cae toda la estructura. Está la pata política, la pata expresiva, artística, la pata personal y la económica. No importa cuántas fotos haya vendido quién, todos cobramos lo mismo. Para eso tiene que haber un nivel de confianza, cariño y compromiso bastante grande para con el proyecto».

 

Horizontalidad
Sub mantiene un equipo de trabajo relativamente reducido (en la actualidad son siete miembros) y hasta hace poco la cooperativa se sostenía exclusivamente con los ingresos de la venta de fotos, pero recientemente «empezamos a buscar subsidios, y concursos», a lo que se suma también el dictado de talleres.
Fotos del Frente Darío Santillán (serie San Darío del Andén – La memoria viva de Darío Santillán) y de un conventillo en Isla Maciel (serie Oxígeno Cero) cuelgan de las paredes de la casa de Sub y pertenecen a dos de los trabajos colectivos (pueden verse en www.sub.coop), obras de mayor desarrollo en el tiempo y profundidad donde aparece la marca de identidad autoral más fuerte de la cooperativa. En los trabajos de este tipo el esquema horizontal se mantiene al pasar a la acción: se dividen tareas, territorios y aproximaciones estéticas –que luego pasarán a combinarse para dar el resultado final– o «salimos todos juntos el mismo momento, la misma toma, con una misma cámara, iluminando juntos».
«Si estalla una bomba, siempre va a haber alguien con un celular que va a hacer una foto», dice Pousthomis, haciendo referencia a que el avance de las nuevas tecnologías de la comunicación ha representado otro cambio radical para la forma de hacer circular información. En la práctica, eso ha significado un uso conflictivo y creciente por parte de los medios de ese material en detrimento del realizado por profesionales. Sin embargo, el fotógrafo de Sub encuentra «que en este gran cambio, por ahí nos está tocando liberarnos de una carga, que es la del registro», acentuando más el rol de narradores de historias, mostrando «las consecuencias de un problema, las causas de un conflicto. Interrogar con tus fotos». Asimismo, proponiendo repensar el rol del fotoperiodista, Pousthomis plantea la necesidad de superar la estética del shock  predominante –de sobreexposición de la pobreza y de la violencia–, ya que «algo que se vuelve rutinario impide, de alguna manera, la reflexión. Si te muestran algo todos los días, después dejás de verlo».
En la cooperativa Sub también entienden que «la gente confía en vos, te cuenta su vida, es una responsabilidad grande». Permitiendo y facilitando la exposición de la obra a los protagonistas es como, por ejemplo, en la Villa 21-24 las observaciones de los propios habitantes sobre el material (serie Villa 21) sirvieron para retomar y expandir la investigación fotográfica y por eso «respecto a un laburo fotográfico, para nosotros lo ideal es volver a llevarlo al lugar donde fue realizado y que la primera, segunda o tercera muestra vuelva y se haga ahí».

Diego Braude