Cercanía y pertenencia

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La entidad cordobesa fundada en 1965 marcó una senda de trabajo solidario que tuvo una importante influencia en la comunidad. Ayuda financiera para todos los sectores sociales.


1975. Se coloca la piedra basal del nuevo edificio de la Caja, acto que contó con la presencia del intendente y el cura párroco de la localidad.

Aprincipios de 1965, en Almafuerte, pueblo cordobés de unos 8000 habitantes, un grupo de vecinos decidió emprender el camino cooperativo. Ese año abría sus puertas la Caja de Crédito Popular Almafuerte, entidad fundada para solventar distintas necesidades financieras de la comunidad. Fue un núcleo inicial de 36 personas que, en el entorno de una ciudad con actividad industrial, agrícola y turística, creó una notable experiencia cooperativa al compás del crecimiento de las cajas de crédito en todo el país.
«Comenzamos tratando de entusiasmar a las fuerzas vivas y a personas representativas de la ciudad y llegamos a convocar a un número de personas con las cuales empezamos a avanzar asociando gente a este movimiento. Esto ocurría a finales del año 1964 y logramos contagiar de entusiasmo a tanta población que inauguramos al poco tiempo. A partir de allí este movimiento fue una bola de nieve que creció inconmensurablemente», explicaba Miguel Sánchez Gil, al Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito, sobre los comienzos de la cooperativa. Fue en la Sociedad Italiana Socorros Mutuos de Almafuerte donde se realizó la asamblea constitutiva de la caja de créditos. Poco después, la entidad arrancó su actividad en un local ubicado en la calle Pedro Molina 255.
La Caja de Crédito Popular Almafuerte congregó a un amplio arco de actores sociales. Su capital de nacimiento radicaba precisamente en el grado de integración de diversos sectores de la comunidad. Ana María Díaz fue integrante de la caja e hija de Vicente Pablo Díaz, uno de los fundadores de la entidad, y sostenía en una entrevista del mencionado archivo cooperativo: «Todos pertenecían a los distintos ámbitos sociales de la localidad. Era para que todos estuvieran representados. La caja se levantó tratando de no olvidar a la persona que representaba, de algún modo, a una parte de la sociedad». Díaz mencionaba también el conocimiento entre cada uno de los cooperativistas: «Todos estaban vinculados, toda la gente que trabajó en el movimiento era la gente que estaba en varias instituciones. Hay que mencionar además que era el Instituto Movilizador quien nos apuntalaba y nos daba el asesoramiento necesario para avanzar».

Crecimiento sostenido
La entidad de crédito no tardó en crecer en su zona. De los 880 asociados de 1965 pasó a tener, años después, más de 4.000 personas que operaban con la cooperativa para resolver necesidades de todo tipo. En ese orden, otra de las características diferenciales de la caja cordobesa fue su profunda conciencia democrática del crédito. Mientras la gran banca excluía a los sectores que consideraba «insolventes» (populares y medios), la caja de Almafuerte construía su fortaleza sobre la base del crédito solidario. Sánchez Gil recordaba una anécdota que ilustra ese rasgo: «Nuestra entidad no dejó sector sin atender, desde el pequeño crédito para la ama de casa hasta créditos para edificación, para el agro, para industria y el comercio. Atendía absolutamente todas las necesidades. En una ocasión se presentó un vecino de Almafuerte que se lo entrevistó para asociarlo, creo que era el único vecino que se entrevistó y dijo finalmente que no quería saber nada con esto. Luego tuvo una fatalidad con su hijo que necesitaba de una operación quirúrgica y un dinero del que él no disponía. Y fue la caja de crédito la que otorgó un préstamo muy cómodo a esa familia». A esa conducta se sumaban créditos populares de toda índole. Según relataba Sánchez Gil, se otorgaban ayudas para personas que no podían costear sus anteojos. «Logró prestigiarse a base de que tocó a todos los sectores», concluía el dirigente de la caja cooperativa.
Pero hubo además otro factor que selló la sustancia solidaria de Almafuerte: el factor humano y la convicción en el ideario cooperativo. Un compromiso con la institución y con aquellos que participaban y construían la vida diaria de la caja de créditos. «Fue un trabajo muy lindo, lo han hecho con mucho amor, creo que lo que hay que destacar es la parte desinteresada de cada una de las personas que han actuado en todo esto, siempre dejando todo su tiempo y sus cosas particulares para trabajar», relataba Díaz. Esa actitud fue el elemento determinante que le permitió a la caja responder a los embates que las dictaduras de 1966 y 1976 llevaron a cabo contra el movimiento solidario. Las presiones que ejercía el Banco Central sobre las entidades no pudieron desarticular el lazo que se había forjado con la comunidad y entre los cooperativistas. «Siempre tuvimos la suerte de que el gran caudal de socios de la cooperativa tuvo muchísima confianza en la conducción, nunca hubo corridas, siempre salimos a hablar con claridad. En momentos en que había alguna sospecha de que podía llegar a haber alguna corrida recibíamos el apoyo mayor del pueblo».

Una nueva etapa
Con el proceso de transformación de las cajas de crédito en bancos cooperativos, instancia que se produjo a finales de la década de 1970, la Caja de Crédito Popular Almafuerte pasó a integrar el Banco Sycor junto con otras entidades cordobesas. Aunque traumática en los inicios, la conversión fue la salida adecuada para que la actividad de las cajas –y el movimiento– no desapareciera. «La transformación fue muy brava y un poco no queríamos desprendernos de lo nuestro, nos costaba desprendernos de algo que había sido nuestro para después, si se quiere, compartirlo, eso costó muchísimo. Nos costaba ese despegue para unirnos a las otras cajas de crédito. Después se entendió que era la única forma de seguir funcionando», analizaba Díaz. La etapa como Banco Sycor se extendió durante 15 años, consolidando el ideario cooperativo y asumiendo la historia previa de las cajas de crédito que habían levantado sus cimientos. Una historia que, en el caso de la ciudad de Almafuerte, quedó impresa en la memoria del pueblo. «Fue algo trascendental de la localidad. Pienso que –expresaba Sánchez Gil– cuando se tenga que escribir la historia de Almafuerte, ese paso o ese inicio del movimiento cooperativo de crédito tiene que ser escrito en mayúsculas. Ninguna institución ni todas las instituciones juntas de Almafuerte, han logrado reunir un caudal de asociados como el que tuvo la cooperativa de crédito. Y habría que agregar el hecho de que era una institución en la que cada uno se sentía un poco dueño».

 

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