29 de julio de 2020
En julio, inesperadamente, las dos cámaras del Congreso de Chile aprobaron una reforma que permite el retiro de hasta un 10% de sus ahorros en el sistema de jubilación privada, el corazón del modelo económico heredado de la dictadura militar y sostenido por los sucesivos gobiernos constitucionales.
Desde el 18 de octubre de 2019 el país es una caja de sorpresas. Nadie pronosticó el estallido social aunque las motivaciones estaban latentes. El mayor sorprendido fue el presidente Sebastián Piñera, quien minimizó las protestas, declaró el toque de queda y sacó las tanquetas a la calle pensando que la gente volvería a sus casas por temor a la represión. Sorpresa. Más gente se movilizó a lo largo del país y se vieron las manifestaciones más importantes de la historia. El reclamo que comenzó por el alza del precio del boleto del metro se convirtió, sorpresivamente, en un cuestionamiento del modelo vigente. Y sorprendió Cecilia Morel, la mujer de Piñera, cuando dijo que las protestas eran como una «invasión alienígena». Y la pandemia sorprendió aún más. Frente a un Gobierno que dijo estar muy preparado para combatir el coronavirus, los hechos mostraron a la gestión de Piñera enfrentada con casi todos los expertos en la materia. En marzo, cuando había poco más de 200 casos confirmados, Piñera sostuvo que Chile estaba en mejores condiciones que Italia frente a la pandemia. Dos meses después, sorpresivamente, dio un giro en su discurso y reconoció que no habían estado capacitados. Mientras, el mundo miraba azorado cómo Chile se incorporaba a los 10 países con mayores contagios.
La aprobación de la reforma con sorpresivos votos de miembros de la coalición que conduce Piñera asombró incluso al presidente. Sorprende que Piñera todavía no se dé cuenta de que Chile despertó.