Chocolate con historia

Tiempo de lectura: ...

A seis años de formarse en cooperativa, los trabajadores de la empresa recuperada continúan con la elaboración de golosinas en el barrio porteño de Villa Crespo.

 

Emporio del sabor. Una escena cotidiana en Arrufat, donde mandan los dulces. (Horacio Paone)

Corrían los primeros días de 2009. Con la temporada navideña ya finalizada, los dueños de Arrufat comenzaron a adelantar vacaciones y dar licencias sin goce de sueldo a los empleados. La fábrica de chocolate del barrio porteño de Villa Crespo, fundada en 1931, estaba en problemas: le habían cortado la luz por falta de pago y sus trabajadores llevaban 9 meses sin cobrar sus haberes. La hija del fundador fue categórica: «Por problemas económicos, tenemos que dejar de producir por un tiempo».
«La escuchamos, hablamos con los compañeros y llegamos a la conclusión de que si nos íbamos con las manos vacías, no entrábamos nunca más», cuenta Adrián Serrano, operario con más de 25 años en la empresa. «Nos quedamos en la puerta para ver qué íbamos a hacer y las mujeres fueron las primeras en decidir: aunque no había luz ni agua, ellas querían resistir adentro», recuerda. Fue en 2008 cuando comenzaron a circular rumores de quiebra y el fantasma del cierre definitivo empezó a rondar la planta que llevaba más de 80 años de trabajo. Según cuentan los exempleados, el entonces dueño de la empresa «ya no comandaba el barco» y sus hijas buscaron nuevos socios para «un negocio que no sabían hacer». La incertidumbre era el clima cotidiano con el que lidiaban los 60 operarios que día a día elaboraban productos a base de chocolate, además de otras golosinas. Arrufat llegó a tener, en sus mejores tiempos, una planta de 300 trabajadores. «En esta empresa formé mi familia y crié a mis hijos, también pasé malos momentos, perdí una mano, dejé parte de mi vida en esta fábrica, por eso, cuando todo se complicó, me tenía que jugar todo en la recuperación porque en el mercado no tenía muchas posibilidades con esta discapacidad», cuenta Serrano y señala su mano izquierda, de la cual perdió tres dedos en un accidente con una máquina.
Carlos Visuaga ingresó a Arrufat en 1984, fue delegado de la empresa y uno de los principales impulsores de la recuperación: «Traían gente a ver la planta y nos decían que eran inversores pero cuando le pregunté a uno qué hacía en el establecimiento, me dijo que quería comprar todas las máquinas. Estaban vaciando la empresa». En febrero de 2009, 100 efectivos de la Policía Federal intentaron llevarse la máquina más importante: la refinadora. En ese momento solo había 8 trabajadores en la fábrica, que resistieron el proceso con la ayuda de los vecinos y militantes de agrupaciones políticas y sociales. Serrano se encadenó a la máquina para evitar que se la llevaran. «Ese día la calle era una romería: vecinos, cooperativistas y dirigentes políticos, todos apoyaron nuestra lucha», recuerda el operario. Después de tres meses en los cuales se organizaron ollas populares, festivales y colectas, 30 de sus obreros conformaron la Cooperativa de Trabajo Trabajadores Arrufat-Vivise y retomaron la producción.

Juntos. El esfuerzo de los hoy asociados permitió sostener la fuente laboral. Horacio Paone)

 

Volver a empezar
«Al principio llamábamos a los viejos clientes y no querían saber nada con Arrufat porque los antiguos dueños los habían estafado. Recuperar los clientes fue un trabajo difícil pero logramos que volvieran a confiar en nosotros y hoy hasta tenemos proveedores que nos fían», cuenta Visuaga. «Nos costó –agrega Serrano–, tuvimos que aprender muchas cosas porque todos éramos obreros de planta. Aprendimos de administración porque si nos equivocábamos en los precios podíamos perder plata o clientes. Le dimos para adelante y levantamos la fábrica. Ahora acá somos todos iguales», destaca. Dueños ya de las maquinarias, ahora los asociados esperan que se sancione una ley de expropiación que les permita obtener la posesión definitiva del inmueble.
Los meses de mayor producción en Arrufat son de septiembre a diciembre, en los que se elaboraban turrones y confituras varias para las fiestas de fin de año; y enero y febrero, cuando se elaboran huevos de Pascua. El resto del año la producción baja pero siguen ofreciendo bombones, tabletas de chocolate, caramelos y diferentes tipo de golosinas que se comercializan en el local de la planta, ubicado en la calle Tres Arroyos 761. Los productos también se pueden encontrar en diferentes espacios de comercialización de productos de la economía social.
Arturo Vega vino de la provincia de Catamarca en la década del 80 y, sin saber nada del rubro, entró a Arrufat como operario. Allí aprendió el oficio de chocolatero y conoció a sus dos amores: su compañera de ruta, con quien comparte la lucha hasta hoy, y a su herramienta de trabajo. «A veces le hablo a mi máquina y acá todos me dicen que estoy loco, no entienden que la quiero, es la que me dio de comer siempre. Acá hay mucho amor», dice emocionado. «Pasar de empleado a cooperativista es lindo –admite–, se colabora, cada uno tiene un oficio. Antes todos los compañeros andábamos día y noche para recuperar esta fábrica y ahora tampoco es fácil aguantar, pero mi mujer y yo, que venimos desde Moreno, viajamos todos los días contentos porque venimos a nuestra fábrica. No somos millonarios pero llevamos plata para la casa y podemos vivir de nuestra cooperativa».

Mariana Aquino

Estás leyendo:

Chocolate con historia