Clics autogestivos

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Con una fuerte apuesta a los proyectos educativos y a la integración con otras entidades, la cooperativa de la ciudad de Buenos Aires se plantea «abrazar el software libre y desarrollar a partir de él, para ser dueños de nuestra propia tecnología».

Otra forma de trabajar. Conformada en 2015, hoy la entidad cuenta con 24 asociados.

Los países del tercer mundo no somos los principales generadores de tecnología. Quienes producen y cobran esas licencias son empresas multinacionales bien conocidas por todos. Es por eso que debemos abrazar el software libre y desarrollar a partir de él, para ser dueños de nuestra propia tecnología», dice Jonathan Katz, encargado de la gestión de proyectos en la cooperativa de servicios de tecnología Cambá, de la ciudad de Buenos Aires.
Formalizada como entidad solidaria en 2015, Cambá surgió a partir de la fusión de dos proyectos cooperativos de menor escala: Crear, arte y tecnología, de Lanús, y Banquito, también de Buenos Aires. Ambas se conocieron a través de la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajo de Tecnología, Innovación y Conocimiento (FACTTIC), entidad de segundo grado que desde hace alrededor de cuatro años agrupa a este nuevo rubro de cooperativas. Allí, cooperativistas representantes de entidades de todo el país se agrupan para establecer vínculos dentro del sector.
Los primeros trabajos de Cambá se concretaron en 2014, cuando sus integrantes iniciaron proyectos de robótica con software libre que se llevaron adelante en escuelas públicas y centros culturales. A mediados de 2016 comenzaron a incorporar nuevos programadores. «El 2017 fue un año de expansión. Pasamos de ser 10 a 24, y hace poco abrimos una nueva convocatoria de asociados», dice Katz.
El rubro de cooperativas abocadas a la tecnología es relativamente nuevo. La más antigua es Gcoop, que tiene 10 años de vida. El resto de las entidades fue surgiendo a lo largo de la última década, en su mayoría dentro de comunidades de software libre. Cambá tiene una relación asidua con algunas de ellas. Comparten proyectos y se articulan. «Hay mucha demanda y no hay tantos programadores, con lo cual no hay necesidad de competir entre nosotros», dice Katz.

Inversión y crecimiento
Más allá de esto, el último plenario de FACTTIC  mostró una caída en el número de cooperativas dedicadas a la tecnología. En 2015 asistieron representantes de cerca de 20 entidades y en el último solo nueve. Según Katz, varias desaparecieron y otras están dedicadas  a su propia subsistencia, por lo que dejaron de participar de los espacios colectivos. «Muchas cooperativas chicas no se dan cuenta de que para crecer hace falta invertir. Desde que entendimos que hacerlo era fundamental, en Cambá capitalizamos el 50% de los excedentes», asevera Katz.
La cooperativa no tiene grandes gastos de insumos ni de logística, por lo que tiene la posibilidad de invertir sus excedentes para expandirse en nuevos campos. Así fue como recientemente consolidaron el área de educación. «Decidimos incorporar una docente para que desarrolle un proyecto educativo de robótica con una mirada más pedagógica. La idea es aplicar el proyecto en escuelas públicas, en centros culturales y espacios de educación no formal», señala el programador.
Entre los próximos proyectos figura una propuesta orientada a chicos de entre 9 y 13 años, a desarrollarse también en centros culturales: «El objetivo es que conozcan cómo funciona la electrónica, que se familiaricen con el hardware y que entiendan el rol social de la tecnología, para que no sean solo consumidores, sino también protagonistas», explicó Katz.

Por otro lado, están gestionando una iniciativa con la Universidad Nacional de Quilmes para desarrollar en la sede un espacio con máquinas 3D. «La universidad es un semillero para toda la industria. Nos acercamos a ella con un sentido del deber social, porque creemos que es una buena forma de retribuirle por lo que hace por el sector. Lo que queremos demostrar es que hay un modelo de empresa con capacidad operativa, financiera y de gestión que puede hacer más de  lo que hacen muchas empresas de capital», dice Katz.
Cambá también está asociada a la Federación de Cooperativas Autogestionadas de Buenos Aires (FEDECABA). «En la Federación hay cooperativas más grandes, con más experiencia. Nos parece que es un buen espacio para aprender de ellas y para desarrollar nuestra actividad política», expuso Katz.
A través del programa Crédito Fiscal que impulsó la anterior administración nacional desde del Ministerio de Trabajo, Cambá gestionó un subsidio a través del cual la empresa dispone del IVA de lo que genera para capacitar a los trabajadores. «En cooperativas se puede utilizar sobre los retiros y los excedentes. Nosotros lo aplicamos para capacitaciones en tecnologías puntuales», explica el cooperativista.
Katz destaca también que la participación en la cooperativa favorece no solo en el desarrollo profesional, sino también el personal de sus trabajadores. «Por mucho tiempo nos esforzamos por ser una empresa. Pero con el tiempo nos dimos cuenta de que la cooperativa trasciende ese proyecto. Somos una forma de organización social, en el sentido de que estamos organizando la producción y nuestras vidas en función del trabajo», manifiesta. «Nuestro objetivo –concluye– es desarrollar un modelo de gestión cooperativa sustentable, justo y solidario, que supere al tradicional de la empresa de capital y que sea una alternativa para los chicos que hoy se están formando en las universidades».
 

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