Colombia y sus vínculos estratégicos

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El anuncio de integración a la OTAN, la falta de acuerdo en las negociaciones con las FARC y la reunión con el opositor venezolano Henrique Capriles tensan la relación del mandatario con la región.

 

Armas cargadas. Santos intenta aumentar el poder militar de Colombia afianzando su alianza con Estados Unidos. (AFP/Dachary)

Colombia da un paso al frente y se erige en una punta de lanza de la derecha regional en sintonía con los intereses de Estados Unidos. El presidente Juan Manuel Santos, desde Bogotá, asegura que quiere ser amigo de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), pero en la región temen que el matrimonio pueda consumarse. La orquesta, en tanto, toca al ritmo que imponen los Estados Unidos, quienes celebran y estimulan la flamante relación.  La tierra del vallenato se sacude con otros conflictos. El diálogo con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) cruje, pues el gobierno colombiano se muestra remiso al camino que el grupo guerrillero propone para integrarse al sistema político. El vínculo con Venezuela también aparece en entredicho tras el coqueteo de Santos con Henrique Capriles, el líder opositor al presidente Nicolás Maduro, quien desconoce el triunfo electoral del sucesor de Hugo Chávez. Con conflictos dentro y fuera de su  geografía, Colombia deja entrever que podría llegar a dirimir sus diferendos con el auxilio de los azules uniformes de la OTAN. Salvo que vengan de paseo, las tropas del otro lado del océano reforzarán la siempre latente solución militar, acaso velada amenaza para que las FARC y los venezolanos adviertan que las armas pueden llegar a ser más eficaces que las palabras.
«Iniciaremos un proceso de acercamiento, de cooperación, con miras a ingresar a la OTAN. Si logramos además concretar el proceso de paz con las FARC, nuestro ejército estará en la mejor posición para poder distinguirse a nivel internacional», declaró Santos al anunciar que el Ministerio de Defensa suscribiría el acuerdo. Pese a que Juan Carlos Pinzón, titular de esa cartera, pidió que «no se haga una tormenta en un vaso de agua», la propuesta generó una fuerte reacción de Bolivia, Nicaragua y Venezuela, países miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (ALBA).
Quien abrió fuego fue el presidente Evo Morales, desde La Paz. «Cuando internamente Estados Unidos ya no puede dominarnos, no puede dominar a gobiernos ni a pueblos antiimperialistas, no vemos cómo puede ser posible que Colombia pida ser parte de la OTAN, no entendemos para qué. ¿Para agredir a Latinoamérica, para someter a Latinoamérica, para que la OTAN nos invada como ha invadido en Europa y África?», planteó el jefe de Estado boliviano. Acompañó ese rechazo Daniel Ortega, primer mandatario de Nicaragua. «Es una puñalada al corazón de los pueblos de nuestra América, una decisión que no tiene ni pies ni cabeza. La única manera de que un país latinoamericano se quiera incorporar a la OTAN es que ya sea instrumento de una política para debilitar y tratar de destruir el proceso de unidad que vive la región», expresó Ortega. En Caracas, Maduro redobló la apuesta. «Es un anuncio aberrante –dijo–. Se apunta a una agenda de desestabilización regional, de división, de ataque contra la revolución bolivariana y de adhesión a los planes hegemónicos imperiales».
Por otra parte, la propuesta tuvo un cálido recibimiento en Washington. Roberta Jacobson,  subsecretaria de Estado adjunta de Estados Unidos para América Latina, manifestó su beneplácito por la oferta de Santos. «Nuestro objetivo es apoyar a Colombia como miembro fuerte y capaz en muchas organizaciones internacionales y eso podría incluir perfectamente a la OTAN. Sus Fuerzas Armadas están proporcionando asistencia no solo en su país sino en otras partes del mundo. Estados Unidos favoreció siempre el compromiso de Colombia en el plano internacional», aseguró de todos modos la funcionaria de la Casa Blanca, que agregó que «es la OTAN la que debe tomar una decisión internacional al respecto».

 

Amenazas y seguridad
Fuentes de la Alianza europea adelantaron que el ingreso de Colombia como miembro será muy difícil de concretar pues no cumple con un pequeño detalle geográfico: sus costas no están bañadas por el océano Atlántico Norte. Pero es posible que el gobierno de Santos adhiera como nación externa a la OTAN, para permitir el intercambio de información clasificada entre el organismo y su país. Hay un antecedente al respecto, y tiene música de tango. En 1997, el entonces presidente Carlos Menem festejaba que Argentina fuera el único país de Latinoamérica en acceder al status de «aliado extra OTAN». Dos años después, Menem quiso ir más lejos y solicitó a Estados Unidos que las tropas argentinas fueran catalogadas como miembro asociado. El pedido no prosperó, pero Argentina mantuvo el vínculo con la OTAN durante los mandatos de Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde, lazo que se cortó apenas asumió Néstor Kirchner.
Con todo, el gobierno de Colombia intentó poner paños fríos al asunto. El ministro Pinzón admitió que hubo poca precisión al comunicar el acuerdo, comentó que su país busca cooperación mutua en un rango similar al que ostentan Australia, Nueva Zelanda y Japón, pero no logró disipar el resquemor de sus vecinos. «Queremos alcanzar otros estándares de seguridad en la lucha contra amenazas transnacionales», definió Pinzón, sin detallar a quién o a quiénes considera su gobierno un peligro.
¿El peligro lo representa Venezuela? «No, Colombia amenaza a Venezuela», respondió José Vicente Rangel, quien fue vicepresidente de Hugo Chávez y es ministro de Defensa y Relaciones Exteriores. Rangel le puso número a su afirmación. «La oposición venezolana compró 18 aviones de guerra que serán llevados a las bases militares norteamericanas en Colombia. Me pregunto si no se estará gestando una agresión armada, camuflada con la participación de mercenarios», planteó.
Fue una de las reacciones, pero no la más fuerte, que generó el encuentro entre Capriles y Santos, celebrado en Bogotá durante la última semana de mayo. «Se ha violado el acuerdo de Santa Marta», denunció Maduro, en referencia a la cita que, bajo la intercesión de Kirchner, se generó entre Chávez y Santos, que recién asumía, en 2010. Ese encuentro había puesto fin a la escalada de violencia diplomática más grave de la historia reciente entre ambos países. Para Venezuela, que Santos haya recibido a Capriles es una ofensa, toda vez que Capriles desconoce la legitimidad de Maduro, por considerar fraudulentos los comicios en los que resultó derrotado. El líder colombiano no podía desconocer el impacto político de cobijar a Capriles: Santos, por propiedad transitiva e implícitamente, también puso en tela de juicio el triunfo electoral de su par venezolano. Maduro levantó temperatura y acusó al estado vecino de llevar adelante un plan para derrocarlo y sabotear su economía. Pero el titular del Palacio de Miraflores dejó abierta una puerta para retomar el vínculo binacional. «Nosotros estamos dispuestos a recomponer las reglas del juego para relaciones de respeto. Pero yo no acepto jueguitos de nadie, que lo sepan en Colombia. Aquí no hay bobos gobernando, aquí hay chavistas y bolivarianos», remarcó Maduro.
Así como desde afuera se le reclama a Santos que juegue limpio, en su propio país le exigen idéntica conducta. Es que la segunda ronda de diálogo entre el gobierno colombiano y las FARC culminó con puntos suspensivos. En la mesa de diálogo que se inició en noviembre en La Habana, y superado el primer punto sobre la propiedad de la tierra, la agenda del proceso de paz establecía discutir de qué manera la guerrilla se incorporaba a la vida política. Originalmente, las FARC habían propuesto postergar un año las elecciones de 2014 y convocar a una Asamblea Constituyente. Cuando en la segunda semana de junio ambas partes se volvieron a juntar en la capital cubana, la posición del gobierno de Santos dinamitó el consenso.  «Eso no es posible, tenemos un calendario electoral que se va a cumplir. No hay la más mínima posibilidad siquiera de que yo piense en la propuesta, está totalmente descartado», dijo el presidente de Colombia. Iván Márquez, negociador de las FARC, se asombró por este abrupto corte. «Nos preocupa ese molesto chasquido del látigo del tiempo», declaró Márquez, recurriendo a la metáfora.  Sin tanta poesía, el representante del grupo guerrillero agregó que «los ritmos que maneja el gobierno están fastidiando el diálogo y la construcción del acuerdo». En el rodaje de la película de su era, Santos pareciera estar sonriendo para la foto. Posa frente a  Estados Unidos acercándose a la OTAN, desafía los acuerdos de Santa Marta y muestra los dientes frente a las FARC en La Habana. El tiempo dirá si le resultan útiles las muecas o si, al cabo, el que ríe último termina riendo mejor.

—Diego Pietrafesa

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