Construcción cotidiana

Tiempo de lectura: ...

En 2012, trabajadores de la localidad santafesina recuperaron una fuente laboral fundamental para su comunidad. Hoy apuestan a la consolidación del modelo autogestivo y solidario.

 

En equipo. Parte de los 30 integrantes de la cooperativa santafesina dedicada a la fabricación de tejas y ladrillos huecos.

Cuesta mucho pasar de ser un empleado a integrar una cooperativa que tiene una responsabilidad de llevar adelante la empresa. Todavía hay compañeros que piensan que están bajo las órdenes del patrón. Yo tengo siete hijos, una familia numerosa y recién ahora me doy cuenta de que si no tiramos todos para el mismo lado, es imposible prosperar». Jorge Riquelme, síndico de la Cooperativa de Trabajo Ceramistas de Correa, lleva más de 20 años en la empresa que hoy es de todos sus trabajadores. Recuperar el emprendimiento fue vital, sobre todo para los empleados más antiguos: «Somos gente grande y habría sido un desastre para nuestras familias quedarnos en la calle», dice Riquelme.
La localidad de Correa tiene 6.500 habitantes y está ubicada en plena Pampa Húmeda, a 50 kilómetros de Rosario. El 12 de octubre de 2012, dos días después de que se decretara la quiebra de la Cerámica Colonial SRL, nacía allí un emprendimiento autogestivo. «Por suerte, la transición no fue tan problemática. El dueño anterior se quería ir porque no podía sostener el negocio, pero tenía bajo su responsabilidad el destino de 30 empleados». De a poco, los mismos trabajadores empezaron a hacerse cargo de las cobranzas y, con el asesoramiento de algunos profesionales amigos, pusieron en marcha la cooperativa. «Además nos vimos favorecidos por las modificaciones de la Ley de Quiebras del año 2011, ya que una jueza determinó que podíamos seguir produciendo hasta el momento de la subasta. Desde entonces, estamos en un proceso de formación que nos permita recuperar el terreno perdido y consolidar el funcionamiento interno», dice Mariángeles Jabalera, presidenta de la cooperativa.

 

Desde cero
La historia de la cooperativa está vinculada con la antigua fábrica de cerámicas Bolla, empresa que llegó a tener alrededor de 200 empleados y que producía tejas coloniales, material que tuvo su auge en la década de 1950 en las construcciones de una sola planta y que aún perdura en los techos de casas, escuelas y hospitales edificados en esos años. También se las conoce como tejas españolas o musleras, porque los artesanos las formaban sobre sus piernas, utilizando una mezcla de arcilla y aserrín. A mediados de la década de 1990, Bolla se fraccionó en dos pequeñas pymes dedicadas a la producción de cerámicas y ladrillos. Una de ellas, Cerámica Colonial, se convirtió finalmente en Ceramistas de Correa, administrada desde hace más de un año por una treintena de trabajadores. «Apenas arrancamos, no teníamos casi nada: se nos fundió el tractor, alquilábamos el camión que nos traía la tierra y le pedíamos las máquinas a una fábrica vecina. Recién después de un tiempo pudimos comprar una cortadora de ladrillos y tres moldes. Estamos dando los primeros pasos e intentando que todo se haga a conciencia», dice Jabalera.

 

Pasos seguros
Al igual que el proceso de producción de ladrillos y tejas, que necesita dejar estacionada la tierra y requiere un lento período de secado y cocción de los moldes, la cooperativa Ceramistas de Correa trata de avanzar dando pasos seguros. José Anchával, actual tesorero, cuenta: «Yo sigo  siendo el mismo empleado que hace 33 años; siempre trabajé en la fábrica y era inimaginable que hoy estemos hablando en las oficinas que eran de los antiguos dueños. Pero, por suerte, de a poco vamos cumpliendo con cada necesidad y estamos poniendo la empresa otra vez en movimiento». Actualmente, la cooperativa sigue produciendo tejas coloniales, aunque las demandas y los gustos actuales han reorientado la actividad a la fabricación de ladrillos huecos para la construcción. Incrementar el volumen de producción incorporando otras medidas de ladrillos y fabricando baldosas es parte de los futuros proyectos de los trabajadores.
«Desde el comienzo sabíamos que no era un camino fácil de recorrer. En su momento vinieron otros cooperativistas del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social y nos contaron sus experiencias, pero la tarea la tenemos que realizar nosotros. En ese sentido, creo que hemos dado algunos pasos importantes. Sabemos que hay muchas puertas por abrir, pero es algo que se logra con tiempo y compromiso», concluye Jabalera, reforzando la apuesta por el modelo que pone a los trabajadores al frente de la gestión de una fuente laboral crucial en la pequeña localidad santafesina.

Lautaro Cossia
Foto: Carlos Carrión
Enviados especiales

Estás leyendo:

Construcción cotidiana