Contra la policía de los cuerpos

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Poco valorado y, en ocasiones, ridiculizado por los grandes medios, el activismo gordo gana terreno en redes sociales, ámbitos académicos y espacios públicos. Sus portavoces, vinculados a la vez con otras formas de activismo como el feminismo y el movimiento LGBT, reivindican la gordura, que es objeto, según señalan, de políticas de patologización y estigmatización. Con la complicidad de la industria de la dieta y del saber y el poder médicos, la obesidad es considerada, como observa la activista Laura Contrera «como un peligro social per se». El odio a la «carne desatada», dice Contrera en una entrevista publicada en el sitio de la organización AWID, es parte de «la gran ansiedad social que despiertan los cuerpos que se salen de las normas hegemónicas». La injuria, la discriminación o el consejo bienintencionado, agrega, son las formas que asume el accionar de una «policía de los cuerpos», sin uniforme, que ejerce «una inquisitoria permanente, y que violenta y estigmatiza profundamente a las personas y clausura la posibilidad de admitir la fascinante diversidad humana». Contra esas formas de violencia, y desde «las geografías desmesuradas de la carne», el activismo gordo ha puesto en marcha una nueva forma de resistencia.

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