Cuestiones de género

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En la casi unánime tristeza colectiva que siguió a la muerte de Diego Maradona se oyeron algunas voces disidentes. ¿Llorar a un machista?, ¿ser cómplice del partiarcado?, se inquirió desde cierto feminismo. Maradona demoró en reconocer a sus hijos; su última pareja denunció haber sido agredida por él; su exesposa lo acusó de violencia psicológica. Maradona fue infiel, mujeriego, violento. En suma, se lo etiquetó, «machirulo». Numerosas mujeres fueron criticadas por homenajearlo. La censura llegó incluso a las Abuelas de Plaza de Mayo. «No es por acá», comentó una joven activista en un posteo de Instagram en el que las Abuelas despedían al «Diego del pueblo».
El fútbol, como observa el psicoanalista Juan Carlos Volnovich, es un gran organizador de la masculinidad. No pocos valores patriarcales se enseñan y aprenden en tribunas donde reina la cultura del aguante, la negación del otro, la homofobia. Decir que Maradona fue machista es casi una tautología. Es como decir que fue varón, que nació en la década del 60, que creció inmerso en la cultura de su época. Sin embargo, sus elecciones políticas, la reivindicación de su origen villero, su solidaridad con los menos favorecidos cuestionaron otras formas de discriminación que también afectan a las mujeres. Porque, como los feminismos vienen sosteniendo con una fuerza cada vez mayor, las mujeres de los sectores populares no solo viven en una situación desventajosa por su condición de género, sino también por ser pobres, negras, villeras.
Seguramente Maradona haya sido machista, pero fue también mucho más, y en todo eso otro que fue radica la enorme fuerza de su figura. En ese modo empecinado de resistirse a ser lo que se esperaba de él, en su capacidad para dar felicidad con la pelota, en su sensibilidad hacia algunas de las numerosas formas de injusticia que padecen mujeres y varones.

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