Cultura en la estación

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La Cooperativa de Trabajo de Artistas Contemporáneos y el Centro de Expresión Joven brindan a la comunidad de Venado Tuerto acceso a propuestas artísticas, laborales y educativas.

 

Cristian Laurito. «Lo artístico también pone en juego una concepción política». (Carlos Carrión)

En las localidades pequeñas o medianas, buena parte de la oferta de bienes culturales suele quedar a cargo de entidades gubernamentales o de la economía social. Este es el caso de Venado Tuerto, ciudad ubicada al sur de Santa Fe, donde dos instituciones realizan un importante trabajo de difusión cultural y promoción de la inclusión social a través del arte y el deporte.
Una de ellas es la Cooperativa de Trabajo de Artistas Contemporáneos. Cristian Laurito, su presidente y a la vez coordinador de políticas culturales de la municipalidad, relata: «Hace algunos años se observó que los músicos locales tenían la necesidad de encontrar un espacio, así que nos agrupamos y comenzamos a trabajar con el ciclo Indoor Rock, posibilitando que dos bandas tocaran semanalmente en el centro cultural». El apoyo del intendente José Luis Freyre hizo que la realización de estos eventos se traslade a un antiguo galpón del ferrocarril y actuales dependencias del área de Espacio Público del municipio. «Los integrantes del grupo compartimos el ideario cooperativo, así que cuando tuvimos que formar una institución nos asesoramos a través de la filial Litoral del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y optamos por armar esta cooperativa de trabajo, algo que además nos permite avanzar en la gestión de proyectos ligados con la producción de empleos y posibilidades para los sectores que más lo necesitan», subraya Laurito. La cooperativa, que ya ha realizado 27 recitales, está integrada además por Edgardo Vélez, María Alejandra Núñez, David Zuriak, José Cifré, Nadia Almada, María Alejandra Famá y Roberto Mora, entre muchos otros colaboradores.
Uno de los objetivos es convertir las viejas dependencias ferroviarias en un polo cultural de la ciudad. «Nos proponemos generar una alternativa de cambio a la cultura juvenil de los años 90. La idea es que los jóvenes que hacen música o quienes vengan a sumarse tengan en cuenta que lo artístico también pone en juego una concepción política. Y esto implica una apuesta cultural que va más allá de la realización de un recital», sostiene Laurito. Por su parte, Famá plantea que «la conformación de un ámbito de estas características y su consolidación lleva mucho tiempo de trabajo, ya que implica un esfuerzo muy grande y exige el compromiso de todos. Pero también es cierto que quienes acompañan un emprendimiento cooperativo viven experiencias muy enriquecedoras».
Los próximos desafíos son la realización de talleres productivos, la vinculación con otras instituciones cooperativas y la apertura de espacios de formación. «Este año está la posibilidad de crear un espacio de educación audioperceptiva, un taller de peluquería, trabajar junto con las escuelas con los chicos con problemas de aprendizaje y avanzar en un proyecto de reciclaje de diversos materiales, dice el presidente de la entidad. Además, desde hace años, la cooperativa organiza una vigilia musical en la noche del 23 de marzo, día previo al aniversario del golpe de Estado de 1976. Un ritual por la memoria y la justicia que convoca a numerosos artistas.

Espacio abierto. Jorge Palarich y Esteban Pérez, en la puerta del CEJ. (Carlos Carrión)

 

En busca de un sueño
Los galpones del ferrocarril también son el espacio del Centro de Expresión Joven (CEJ). En sus paredes puede verse el rostro del Che Guevara, alguna frase del poeta Mario Benedetti y un mural con la inscripción «Biblioteca Popular Clemente Vive», inaugurada en 2008 en homenaje a Clemente Arona, un joven venadense que murió atropellado por un móvil policial. Al costado de las vías se colocaron dos arcos de fútbol y una explanada de cemento que los vecinos del barrio usan para patinar o andar en bicicleta. El CEJ nació en 1999 fruto de la reunión de un grupo de militantes sociales, estudiantes y artistas que se propusieron recuperar la estructura ferroviaria desmantelada en los años 90. A partir de entonces funciona como un espacio abierto dedicado al trabajo social, el estímulo de actividades culturales y deportivas y la integración de adolescentes que viven en barrios periféricos de la ciudad. «Esto es como una nube de muchachos, varios de los cuales no trabajan ni estudian, y a los que tratamos de abrir un lugar que depende del compromiso de todos», sostiene Jorge Palarich, uno de los referentes del CEJ.
Con el objeto de estimular la democratización de la producción y el consumo de los bienes culturales, en estos años se creó una murga, una filial del club deportivo Ernesto Che Guevara (experiencia tomada de la ciudad de Jesús María, Córdoba) y se puso en funcionamiento un merendero, entre otras actividades. Esteban Pérez, Mauricio Vallejo, Brian y Martín Benedetto y Agustín Guichot son parte de ese colectivo y destacan su importancia. «Hay chicos que practican armónica, nos dan la leche, hay libros, se hace murga. Nos ayudan mucho y se pone bueno. Es como si fuera mi casa. Vengo casi todos los días y jugamos a la pelota con los pibes», afirma Pérez.
El CEJ también creó sus propios medios de comunicación: la revista NSM (Nos Sobran Motivos), lanzada luego de ganar un concurso de publicaciones barriales promovido por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación; y el programa radial Verbo irregular, galardonado en 2011 con el premio Construyendo Ciudadanía en Radio y TV otorgado por la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual. «La gran apuesta es generar alternativas de trabajo o brindar las herramientas que da un oficio. En eso estamos trabajando », concluye Palarich.

—Lautaro Cossia

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