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De ocaso en ocaso

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Desde hace años el sector enfrenta graves inconvenientes que se han profundizado durante los últimos 18 meses. Expulsión de productores primarios, abandono de la actividad, pérdida de competitividad, caída de la producción y de las exportaciones.

Peras. Sus ventas hacia mercados europeos, los de precios más altos, están en declive. (Pablo López)

La producción frutícola de la región del Alto Valle de Río Negro está inmersa en un progresivo deterioro. No es un proceso reciente, pero sin lugar a dudas la política macroeconómica puesta en marcha por Cambiemos desde hace 18 meses lo profundizó, a pesar de haber satisfecho reclamos de productores primarios y empacadores-comercializadores (devaluación y eliminación de retenciones). Sin embargo, como señala el informe del Centro de Estudios Patagonia (CEP) «El circuito frutícola», los datos predominantes del ocaso del sector son tres: «La expulsión y desaparición de actores económicos; el progresivo abandono de la actividad principal en favor de otras tareas agrícolas de menor valor agregado, como la ganadería o la producción de forrajes, o extractivas, como la explotación de hidrocarburos no convencionales en los mismos valles irrigados; y la caída de la cantidad y calidad de la producción y de las exportaciones».
De acuerdo con datos del Senasa, en 2016 quedaban en la provincia de Río Negro 1.962 productores de pepitas. Este año, según relevamientos del sector, hay menos de un millar de chacareros independientes, frente a los casi 15.000 que producían en la etapa de auge del circuito. Pero esta expulsión de actores no fue consecuencia de un cambio tecnológico y aumento de la escala de la producción, sino «a costa de los sectores más débiles y en el marco de una pérdida de calidades y cantidades producidas», señala el informe.  Esto no hizo más que profundizar  la situación de «oligopsonio», donde existen unos pocos compradores (capital empacador-comercializador) para una multitud de oferentes y que supone una diferencia de poder en el momento de la comercialización.
«Este año nos terminan de fundir», afirmó el presidente de la Cooperativa de Productores de la localidad rionegrina de General Fernández Oro, Edgar Artero, en una entrevista radial. «Para que la gente entienda –agregó–, entregar la producción nos sale 5 pesos y hasta ahora nos han pagado un peso. Y recién a fin de año nos dan la otra mitad, que sumaría 2 pesos. Perdemos 3 pesos por cada kilo de fruta que entregamos. Nos piden que aguantemos, ¿pero quién aguanta así?» sostuvo Artero.

Números
Hasta 2015, el 60% de la producción del sector se exportaba, mientras que el 40% restante se destinaba al mercado interno. La caída del consumo en el país redujo drásticamente la demanda interna, agravada además por las importaciones realizadas por el sector supermercadista. En 2016, según Senasa, la importación de manzanas –principalmente desde Chile– alcanzó las 2.992 toneladas, mientras que durante los primeros cinco meses de este año llegó a poco más de 1.000 toneladas. En el rubro exportaciones, tanto el año pasado como el actual la fuerte caída es una constante. «En 2016 –sostiene el informe– se exportaron 306.943 toneladas de peras, una baja interanual del 8%, y 87.709 toneladas de manzanas, una merma del 17%. En los primeros 5 meses de 2017, en tanto, se registran caídas del 12% en peras y el 27% en manzanas». Si bien las ventas externas de peras a sus dos principales destinos (Rusia y Brasil) se conservan, las de manzanas (a Brasil) muestran fuertes caídas. Para las peras, además, se evidencia un gran declive en las ventas a los mercados europeos de más altos precios, que se explicaría por «la progresiva pérdida de calidad sistémica del circuito».
Mientras tanto, el gobierno nacional dejó en claro cuál es la política para el sector. «Tiene que haber una gran reconversión de plantas, se han quedado produciendo fruta que no es la que hoy pide el mercado», respondió suelto de cuerpo el vicejefe de Gabinete, Gustavo Lopetegui, al ser consultado en la Exposición Rural de Palermo acerca de la crisis que viven los productores del Alto Valle. «En este momento es cuando más hay que usar el ingenio para bajar los costos», agregó para no dejar dudas.

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