Dibuja tu aldea

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Urban Sketchers es un colectivo de artistas que recrean las ciudades en las que viven y los sitios a los que viajan. La experiencia de los dibujantes argentinos y sus retratos de algunos barrios porteños.

 

Calle Florida. La peatonal porteña en una acuarela de Norberto Dorantes.

Retiro. Una obra de Isabel Antelo.

Son fotógrafos a mano alzada y lo que hacen, en la ciudad, requiere calma y concentración. Estas son algunas de las características del grupo Urban Sketchers («bocetistas urbanos»), una comunidad de dibujantes que reproducen rincones de las ciudades donde viven o pasean. Retornan a lo básico, dicen, porque van al encuentro de la realidad a través del papel, de una lapicera o una acuarela, y le dan la espalda, aunque sea por unas horas, a la tecnología que se instala en cualquier sitio con su código binario y su ritmo acelerado.
La idea original surgió de la mano del catalán Gabi Campanario. Residía en Seattle e inauguró en 2010 la web urbansketchers.com para «mostrar el mundo, dibujo a dibujo», según reza el lema. El número de participantes fue aumentando hasta el día de hoy (en la actualidad son 600 aproximadamente) y también las páginas propias de cada ciudad: Barcelona, Tel Aviv, México o Moscú. Todos comparten un breve manifiesto que habla de retratar in situ lo que están viendo, de capturar a través de cualquier técnica lo que se percibe directamente de la observación.
La oleada de bocetistas callejeros llegó en 2010 a Argentina y en 2012 se configuró la página específica de Urban Sketchers Buenos Aires. Por ahora, el grupo es reducido, pero sus integrantes ya participan de eventos como las maratones de Sketchcrawl, unas convocatorias internacionales  que invitan a retratar durante todo el día, cualquier cosa y sin parar. También Urban Sketchers Buenos Aires organiza salidas conjuntas para ilustrar codo a codo, todos los integrantes, un mismo paisaje y luego poner en común ideas y críticas entre mate y mate. «Nuestros dibujos cuentan la historia de nuestro entorno, de los lugares donde vivimos y donde viajamos», aseguran en su página.
La importación del modelo a la Capital corrió a cargo de los arquitectos Norberto Dorantes y Jorge Royan. Ambos habían participado de simposios de Urban Sketchers (reuniones que celebran sesiones, exhibiciones y talleres en una ciudad concreta) y se interesaron por introducirlo en Buenos Aires. El perfil mayoritario, por ahora, corresponde al de arquitectos, dado su origen, pero sus precursores aseguran que les gustaría que el total se repartiera también entre artistas plásticos e ilustradores.

Dorantes. Puerto Madero, la Fragata Sarmiento y el Ministerio de Defensa.

Los requisitos para entrar en cualquier Urban Sketchers –siempre gratuito y sin cuotas– es «principalmente, que los dibujos sean de calidad». Además, debe aceptarse el manifiesto del grupo, así como publicar su trabajo con regularidad en el blog (http://buenosaires.urbansketchers.org), unas dos o tres veces al mes, y mostrar interés en los trabajos del resto: comentar, sugerir, estimular, criticar. Aquí la actitud comunitaria es tan importante como la habilidad personal. «No se desean integrantes indiferentes», aclaran.

 

Acuarelas en A5
«A la hora de salir a dibujar la ciudad con un lápiz y un papel, no hay marketing ni modas ni programas de Adobe.  Hace 100 años que las acuarelas son las mismas y, gracias al cielo, nunca va a existir Sketching 2.0». Así se refiere a la actividad de Urban Sketchers Jorge Royan, uno de los impulsores de la iniciativa en Buenos Aires, que, en su caso, capta los matices de la ciudad (una parada de taxi, una cerveza compartida, una escena tras las vías) con la acuarela y el pincel. Y no es el único.
«La técnica en general es libre, pero, dadas las condiciones que presenta el dibujo en la calle con útiles y papeles en la mano, equilibrados de pie o, con suerte, con un banquito, los sketchers mayoritariamente trabajan con dibujo a tinta coloreado con acuarela o lápices de colores. Los tamaños también pueden variar, pero predomina el A5 (148x 210mm)», explica.
Su compañero de aventura, Norberto Dorantes, es de los que recurren a la acuarela, cuya técnica aprendió en México, su país natal, y desde donde llegó a Buenos Aires hace 10 años. Hoy a la ciudad la considera suya, y por eso la pinta en sus instantáneas manuales: «porque son las calles por donde paso, el transporte que uso, la arquitectura que visito, la gente con la que convivo». Se enteró de la existencia de este colectivo a través de una nota que apareció hace tiempo en el diario español El País y que un familiar guardó para él. A partir de entonces, cuando puede, registra lo que lo atrapa y lo que le interesa; el movimiento y la intensidad de la urbe. Una cúpula, un barco varado o una aglomeración en el centro. «Tinta, acuarela y una hora de trabajo sobre una libreta, café y tostado de jamón y queso», especifica en una de sus obras.
«En mi caso, la fantasía está en descubrir en unos trazos rápidos el espíritu del sitio. Me parece que, más que una foto en dibujo, lo que creamos los urban sketchers es una representación bien personal. Por eso me doy permiso para usar ángulos, colores y formas que pueden no ser exactamente las que observo en el momento», continúa Dorantes.
Eso –comparten los entrevistados– es precisamente lo que enriquece al grupo: la mirada de cada uno y su estilo personal para expresar lo que ve. «El manifiesto de Urban Sketchers habla de retratar lo que vemos, lo que nos rodea y nos cuenta una historia. Pero la fantasía está en el grado de abstracción y síntesis que uno le aplica», añade otro de los miembros del grupo, Alex Sahores, que, como buen arquitecto de la era pre-digital (lejos de los programas de edición de las computadoras), armaba las casas primero a mano en un boceto sobre el papel. «Un croquis tiene un enfoque y una atmósfera que nunca se repite; refleja un momento, una actitud ante el tema y difiere de un día a otro. Además, se ajusta a los instrumentos disponibles (lápiz, crayones, tintas o acuarelas) y cada técnica trae aparejada una síntesis propia», continúa. Cuenta que a él le apareció la acuarela un día en su vida y lo apasionó: «Ayuda a pintar espacios y atmósferas más que objetos», detalla.
A la pregunta de por qué pintar Buenos Aires, la respuesta es contundente: «Porque es mi casa». Y sin trabas prosigue: «Me gusta caminar y llevo siempre un block de dibujo y alguna herramienta. Dibujo escenas urbanas; los edificios son hitos pero me gusta el espacio que los rodea».

Plaza San Martín. El edificio del Círculo Militar, por Alex Sahores.

 

Buenos Aires soy yo
En la página de Urban Sketchers Buenos Aires ya hay varias decenas de retratos de la ciudad. En una de ellas aparece, también en acuarela, una figura de mujer sentada y ligeramente encorvada, de piel morena y pelo negro. Las letras revelan que se trata de un rincón del barrio de Once y dos palabras más indican el «desarraigo» y la «soledad» que flota en el ambiente.
La autora es Isabel Antelo, una arquitecta experimentada a quien le atrajo la posibilidad que da esta iniciativa de «graficar la ciudad en que vivimos, sus contradicciones y las de sus habitantes». «Buenos Aires es  todo, no solamente su bella arquitectura, sino sus sectores sórdidos y sus sectores civilizados. Es nuestra dualidad, la vieja dicotomía sarmientina civilización o barbarie. Y me apasiona descubrir esas contradicciones, esos contrastes, en cada rincón», revela la dibujante.
Y es que más allá de edificios o monumentos reconocibles, los urban sketchers captan a su manera el matiz, la esencia, de la ciudad en la que viven. Treinta minutos o una hora para dejar en una hoja la marca propia de un recital, de un paisaje bajo los olivos o del ambiente de un bar en Tribunales; la esencia del artista que exhala del papel. «Me siento porteña ciento por ciento», dice Isabel. «Buenos Aires me refleja, acompaña mi existencia y es el lugar donde decidí vivir. Puedo desplazarme y conocer otros lugares, otros países, otras ciudades, pero Buenos Aires es mi lugar para vivir. Buenos Aires me da identidad y arraigo. Cuando dibujo Buenos Aires, siento que también me estoy dibujando a mí misma».

Ana Claudia Rodríguez