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Donación y después

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La fecundación con semen de donante es cada vez más frecuente. En la Argentina, una de cada tres consultas la hacen parejas lesbianas y mujeres solas. Controversias y vacío legal.

 

Banco. Los programas mantienen en el anonimato la identidad del donante. (AFP/Dachary)

Realidad o ficción? El año pasado, el unitario El donante (Telefé) que protagonizó Rafael Ferro, encendió el debate. La vida de su personaje, Bruno Sartori, un ingeniero exitoso, viudo y sin hijos, que de joven se ganaba unos pesos haciendo donaciones de esperma, daba un vuelco al cumplir 45 años, cuando conocía a Violeta (María Alché), una chica que había decidido dar con el hombre que permitió que su mamá (María Carámbula) la concibiera. Juntos descubrían que había otros 144 descendientes de Bruno.
La historia reabría así la polémica sobre el anonimato en los casos de fertilización y también en cuanto a la posibilidad de que medios hermanos (concebidos con material genético del mismo donante) se cruzaran en el futuro y sostuvieran una relación amorosa, sin sospechar que los unía un lazo biológico. Algo que los especialistas argentinos asocian a «trama de teleserie» y descartan que pueda ocurrir en el país, si bien aún no existe una ley que regule el tema. «No hay un número estipulado de donaciones. Lo que sí está estipulado es la cantidad de embarazos: no más de 25 nacimientos del mismo donante cada 800.000 habitantes», explica Sergio Papier, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (Samer). «Entendiendo que, normalmente, embaraza el 50% luego de tres tratamientos, es muy difícil llegar a esa cifra, así que el riesgo de consanguinidad es realmente bajo».
Desde que apareció el primero de ellos, a fines de los 80, los bancos de semen locales adhieren de este modo a un consenso internacional, que comparten países como Estados Unidos y Holanda, para evitar «incestos involuntarios». En otras naciones como España, la ley no permite que se superen los 6 hijos engendrados por donante.
Como en la Argentina la donación es anónima, la identidad de quien la realiza también genera discusión. «El Samer sugiere en su código de ética el anonimato entre donante y receptor, y el resguardo de los datos del donante de por vida, por si se requiere por un tema médico», subraya Papier. Hasta ahora, la única forma de acceder a esta información es a través de una medida judicial, si bien hay voces que plantean que los niños nacidos por esta vía deberían tener derecho a conocer su origen genético a los 18 años.
Roberto Coco, especialista en Reprogenética de Fecunditas y vicepresidente de la Red Latinoamericana de Reproducción Asistida, discrepa. «Hacer que por la fuerza un donante conozca a su descendiente genético está mal, porque en el momento que sus padres accedieron a una donación, sabían que era un programa anónimo. Que después esos mismos padres arenguen a sus hijos a conocer a su progenitor genético es injusto». Papier agrega: «se cree que el anonimato es mucho más sano desde lo psicológico y emocional para todos los que intervienen».
Países como Inglaterra, Suecia, Finlandia y Nueva Zelanda establecen que cuando los descendientes llegan a una mayoría de edad, los donantes no pueden negarse a conocerlos. En todo caso, se los libera de cualquier reclamo de parentesco. Según Coco, «esto a lo único que conduce es a tener menos donantes, y favorece el turismo médico: el irse a un lugar donde todavía no esté legislado el asunto».

 

Leyes y perfil argentino
En el país, el proyecto de reforma del Código Civil apunta a cerrar algunas controversias, al establecer que no será necesario recurrir a la Justicia para acceder a los datos del donante por motivos médicos. También, en cuanto a la filiación, ya que consigna que «la relación no estará determinada por el material genético sino por la voluntad de la pareja que realizó el tratamiento».
En tanto, la ley Nacional de Fertilización Asistida, sancionada el 5 de junio de este año, garantiza tratamientos gratuitos, incluso a solteros y parejas del mismo sexo. Hasta la sanción de la ley, los elevados costos de los procedimientos (cuyo éxito es equiparable a las chances de una pareja fértil, o sea, de 16 a 20%) se cubrían de modo personal, salvo en la provincia de Buenos Aires, donde regía una ley para parejas de 30 a 40 años (que los favorece hasta con dos intentos).
Se calcula que de cada 10 «candidatos» a donantes sólo queda «seleccionado» 1. «La muestra tiene que ser mucho mejor que la del hombre fértil común, porque se congela y descongela, y al hacerlo, se pierde aproximadamente el 50%», detalla el doctor Coco.
¿Cuál es el perfil del donante argentino? «Hay de todo tipo», dicen en Samer, si bien el tope es hasta los 40 años de edad. «La mayoría de la gente que utilizamos son estudiantes universitarios porque normalmente no tienen un mango», resume Coco. De ahí, que la principal motivación para donar sea económica, ya que reciben una compensación que va de $150 a $200 o de U$S 75 a U$S 100 por muestra (según diferentes fuentes consultadas; es uno de los aspectos que aún no se regula, junto con un registro de donantes). También hay quienes donan movidos por una razón altruista: ayudar a una pareja a ser padres.
«Basados en investigaciones de otros países, sabemos que un 30% de los hombres que contemplan donar estarían dispuestos a hacerlo para uso reproductivo, mientras que el 70% lo haría con uso exclusivo para investigación», comenta Vanessa Rawe, bióloga y directora de Reprobank.
Un punto interesante que han constatado en este banco de semen es que a muchos donantes los inspiran cuestiones emocionales. «En estos casos, se trata de personas que ven en donar una forma de paliar los problemas de fertilidad que tienen o han tenido personas cercanas en su vida (hermanos, tíos, amigos). O candidatos influenciados por historias personales, como aquellos que son adoptados. Para estos, la genética no tiene importancia en los vínculos familiares y encuentran en la donación una forma de dar una oportunidad similar a otras familias. Es algo muy interesante a explorar», indica Pilar Regalado, psicóloga a cargo del área de Salud de Reprobank.
En último lugar figura «una gran cantidad» que tiene un fuerte interés en conocer su salud general y su salud reproductiva. «A muchos los mueve la idea de “ser parte de nuevas y modernas formas de construir la sociedad”. Por lo general, son aquellos que también donan sangre, donan tiempo y se involucran en otros programas de ayuda social», puntualiza Regalado.
Entre los requisitos que debe cumplir un donante se cuentan: ser sano, tener buena apariencia y no tener malformaciones. A cada uno se le realiza un examen clínico completo, desde el punto de vista infectológico, genético, psicológico, además de evaluar las características de muestra de semen. La idea es cerciorase de que no haya alteraciones genéticas, ni predisposiciones a enfermedades cardiológicas, neurológicas o metabólicas (como la diabetes), así como que el sujeto no esté infectado con el virus HIV. Por ello, se le hace un estudio al comienzo y otro, transcurridos 6 meses.
«Si percibimos que el potencial donante considera que al dar una muestra de semen va a tener un hijo por ahí, no lo aceptamos, porque vamos a crearle problemas futuros», aclara Coco. «Nuestra idea es ayudar a otros sin perjudicar al donante».

 

Demandantes
Los seis bancos de semen que existen en la Argentina están ubicados en Buenos Aires. Actualmente, las consultas más frecuentes que reciben corresponden a parejas de lesbianas o mujeres solas, aunque también hay hombres con ausencia de espermatozoides (o azoospermia). «En un principio la donación de semen se hacía en parejas en que los hombres tenían problemas masculinos muy severos. A partir de 2004, con la aparición del método llamado Icsi, se pudo tratar la mayoría
de factores masculinos severos (muy poca cantidad de espermatozoides o mala morfología, por lo tanto, poca movilidad) que la fecundación in
vitro no podía resolver, entonces disminuyó drásticamente el número de donaciones», analiza Papier, en las oficinas del Samer.
En Reprobank una de cada tres consultantes son parejas de lesbianas o bisexuales, solteras o en pareja (30 a 35%). «Sin embargo, otra población importante (30 a 35% aproximadamente) consiste en hombres con serios problemas de infertilidad. Finalmente, un 40% son mujeres que se acercan a la maternidad, presionadas por el reloj biológico y que no necesariamente tienen una pareja a su lado. Esta posibilidad va creciendo porque actualmente existe una mayor aceptación social», afirma Rawe.
Los receptores, en tanto, buscan tener un hijo sano. «Los más inteligentes dicen: “Si puede ser mejor que nosotros, mejor”. Muy poca gente pide cosas específicas», cuenta Coco. Esto porque se pueden «matchear» (combinar) características como color de ojos, estatura, etnia, etcétera. En general, los expertos recomiendan que el niño no difiera de la familia de origen, porque se va a sentir distinto. «Por la experiencia que uno tiene con adopción, convendría que si hay una pareja
de morochos, su hijo sea morocho»,
ilustra Coco. «Si no, eso va a dar lugar a un montón de preguntas por parte del hijo que se hacen en momentos oportunos, como: “¿Qué, nací de un banco? ¿Me compraron?”. Si una pareja quiere llevarse un secreto a la tumba, tener un hijo diferente es lo peor que puede hacer».

Francia Fernández

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