Conformada casi en su totalidad por asociadas mujeres, la cooperativa de trabajo 7 de Febrero realiza una importante tarea de recuperación de residuos urbanos en la localidad cordobesa. Apoyo de la filial regional del Instituto Movilizador.
30 de enero de 2019

Todo se transforma. Durán y Tissera recorrieron la planta de reciclado de la entidad.
Tras recibir su primer microcrédito y haber sido reconocida con un premio estímulo de la filial Villa María del Banco Credicoop por su tarea, la presidenta de la cooperativa de trabajo 7 de Febrero, Silvia Marcela Durán, invitó a Pablo Tissera, jefe de la filial Córdoba del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, a recorrer la planta de clasificación, acopio y compactación de residuos sólidos urbanos que gestiona la entidad solidaria, con el fin de dar a conocer su trabajo y estrechar lazos institucionales. «A finales de 2005 estábamos ya trabajando en tratamiento de residuos, pertenecíamos a una empresa privada que nos adeudaba varios sueldos. Éramos 90 y fuimos a reclamar haciendo un piquete y ollas populares al centro, donde tenían las oficinas. Ante esto, el municipio decidió no renovarle la concesión a la empresa y empezó a capacitarnos a los empleados en cooperativismo. El 7 de febrero ya teníamos nuestra acta constitutiva, se votó y la comisión quedó integrada por mujeres, aunque no éramos mayoría entre las 52 personas del total», relata Durán. Las dificultades en los primeros tiempos no se hicieron esperar. «Creo que lo más difícil fue mandar a varones. No lo aceptaban, en la empresa anterior todo los cargos eran ocupados por ellos, pero nosotras estamos aquí por el voto en asamblea». Hoy, la proporción cambió rotundamente: la cooperativa está integrada por 33 mujeres y un solo varón. «Aprendimos a cambiar cubiertas de tractor, manejar taladros, salir en busca de compradores y negociar. Solo nos falta aprender a soldar», dice la presidenta.
Paso por paso
La planta de la entidad funciona a 17 kilómetros de Villa María, donde se encuentra el vertedero municipal. En el playón de descarga se reciben residuos secos, que se separan en plásticos, papel blanco, cartón, vidrio, nylon, textil y metales. Luego, se realiza una clasificación más pormenorizada, el acopio y la compactación. Finalmente, los materiales recuperados se comercializan a empresas recicladoras. «Desde la cooperativa iniciamos una campaña de concientización para inculcarle al vecino la necesidad de separar en el hogar lo seco de lo húmedo; vamos ad -honorem con un video a escuelas, ferias, universidades, pero cuesta mucho», admite Durán.
A fines de 2016, la intendencia de Villa María reconoció a los miembros de la cooperativa como servidores públicos, con lo cual les asegura un salario mínimo. «Esto fue muy importante para nosotros porque lo que vendemos a las empresas recicladoras es insuficiente como ingreso», dice la presidenta. A partir de ese ingreso fijo, los asociados formaron un fondo común para adquirir elementos imprescindibles: un autoelevador; un camión volcador, carros agrícolas, prensa compactadora y un vehículo para movilidad de los asociados desde los domicilios hasta el vertedero municipal, entre otros. También sumaron servicios de higiene y mantenimiento de espacios públicos. «Todos los años deseamos poder incorporar más socios a la cooperativa, que nació con una fuerte necesidad de inclusión social –dice Duran–. Tenemos mucho potencial de trabajo».
Al final del recorrido por la planta clasificadora de residuos, Tissera expresó: «El trabajo de estas mujeres enfrentando las adversidades y militando en el cuidado del medioambiente es democrático e inclusivo con mayúsculas. Por eso, desde la banca cooperativa Credicoop y el IMFC impulsamos el Nodo Este, con anclaje en Villa María, para fortalecer esta cooperativa y las de la región».