Educar para distribuir

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A lo largo de su existencia, el movimiento cooperativo jugó un rol destacado en la organización y prestación de servicios en distintas regiones del país. En Bahía Blanca, son numerosas las entidades de la economía solidaria que dieron vida a emprendimientos asociativos. Allí, el cooperativismo de crédito pasó por diferentes períodos ligados con los vaivenes de la vida política, social y económica de la Argentina.
Según el consejero zonal de Credicoop y miembro del consejo de administración del IMFC Carlos Amorín, en la etapa actual, la filial bahiense del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos se encuentra en una etapa de reconstrucción.
–¿Cómo fue su acercamiento al movimiento cooperativo?
–A lo largo de mi vida integré distintos espacios de participación y cuando se inauguró la filial Plaza Shopping de Banco Credicoop, me convocaron para sumarme a la comisión de asociados. Allí ocupé varios cargos hasta convertirme en presidente, luego me designaron responsable de educación cooperativa zonal del banco, y en octubre pasado me propusieron ser consejero del IMFC en representación de la filial Bahía Blanca. Puedo decir que en el cooperativismo encontré la posibilidad de hacer algo con otros porque siempre pensé que solo no se puede lograr nada trascendente.
–¿Qué líneas de acción se propone desarrollar junto con los otros miembros de la comisión asesora bahiense?
–Creemos que es fundamental multiplicar los actores, si no, no hay manera de prosperar. Donde antes había uno debe haber dos y mañana cuatro, y así sucesivamente. Allí está la base de la reconstrucción que nos proponemos como organización en la zona. Por otro lado, nos preocupa la renovación generacional, que es una de las problemáticas que afectan al cooperativismo a nivel global. Debe haber un trasvasamiento genuino, esto significa aprender a delegar en la gente más joven. Esto no es fácil porque los jóvenes tienen urgencias que les produce el entorno actual, que no son las mismas urgencias de quienes ya transitaron por esa etapa, por ejemplo, necesidades de vivienda, de formar una familia y demás. Por eso es importante apoyarlos y hacerles menos conflictiva su incorporación, aun cuando no estemos plenamente de acuerdo con lo que hagan, porque debe haber diversidad de pensamiento. No se trata de ser idénticos, ellos tienen códigos distintos, otras formas de relacionarse y se manejan con las herramientas propias de su edad. Lo importante es saber que tienen la misma orientación, que persiguen la promoción social y que están dispuestos a actuar solidariamente. No podemos imponer nada, podemos aconsejar, instruir. Para eso están la educación, los talleres, la lectura, la capacitación, el debate, pero hay que respetar la autonomía si queremos incorporar a la juventud. Nosotros también tenemos que aprender a acercarnos, para entendernos con ellos. Entonces, primero recompusimos el número de actores, ahora estamos tratando de recomponer la base juvenil y también de género. Ya tenemos constituida una comisión de género que está comenzado a trabajar y a fijar su propio temario con absoluta libertad.
–¿Cómo se puede contribuir a la expansión de la economía solidaria hacia otros ámbitos?
–El movimiento cooperativo fue agredido ferozmente, por eso generamos una cultura de la defensa. Ahora estamos recreando la cultura del desarrollo y de la ofensiva, por lo tanto, estamos en un momento de transición en el que debemos repensar cómo actuamos. Hoy tenemos llegada al Congreso, a espacios de poder; estamos en franca expansión y eso conlleva un cambio de mentalidad. Ese cambio implica plantearse que las acciones que hay que desplegar no son las mismas que antes. Por ejemplo, las cajas de crédito se crearon para cubrir una necesidad insatisfecha, lo que las hizo crecer rápidamente. En la actualidad el escenario es diferente, las condiciones del crédito son otras, y una de las formas para acompañar el financiamiento de pequeños y medianos emprendimientos es a través del sistema de microcréditos, por eso lo impulsamos. Otro de los ámbitos al cual tenemos que acercarnos es el de las cooperativas de trabajo, las que cobraron gran dinamismo en los últimos tiempos. Estas nuevas organizaciones son un material muy valioso para trabajar desde nuestro movimiento.
–En algunos casos, estas nuevas entidades no logran sostenerse en el tiempo, ¿por qué?
–Lamentablemente, en general, la sociedad no tiene una idea acabada de lo que es el cooperativismo, lo ve como una mezcla de solución mágica, en donde todo se reparte, pero se requiere capacitación para sostener y desarrollar una estructura cooperativa. Un ejemplo concreto de sustentabilidad y progreso es el Banco Credicoop, una empresa democrática, eficiente y que sólo busca la rentabilidad necesaria. Hay un gran déficit en la comprensión de estos conceptos. Debemos educar, difundir el cooperativismo y acompañar a los nuevos intentos de autogestión para que sobrevivan, prosperen y se desarrollen como verdaderas cooperativas. Como movimiento solidario tenemos que lograr un mayor impacto en la sociedad, esto significa contribuir a que gran parte de la economía del país esté en manos de la economía solidaria y para eso hay que distribuir cooperativismo.
–¿Qué tareas están llevando adelante para poner en práctica esa distribución?
–En el Año Internacional de las Cooperativas, entre otras actividades, estamos organizando talleres para capacitar a docentes de escuelas primarias en cooperativismo, para que ellos introduzcan luego sus prácticas y principios en las aulas. También queremos desarrollar cursos estables en las carreras terciarias que tengan afinidad social y/o económica.

 

S. P.

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