El humor en tiempos del cólera

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«Acción» siempre recurrió a la mirada satírica para mostrar el otro lado de las cosas. Y así como alguna vez ocuparon estas páginas Roberto Fontanarrosa, Viuti y Oski, son ahora Rudy, Daniel Paz, Sendra y Santiago Varela los que llevan adelante ese legado. Aquí hablan de los métodos que usan para su trabajo, pero también de los límites, de la censura y del caso «Charlie Hebdo».


 

Como parte de la celebración del 50 aniversario de Acción, se realizó en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini una mesa de humor que convocó a cuatro de los principales colaboradores de la revista, Santiago Varela, Rudy, Daniel Paz y Sendra. Una nutrida asistencia festejó las ocurrencias de los disertantes, que siguiendo la tradición que en esta publicación marcaron décadas atrás Oski, Roberto Fontanarrosa y Viuti, le ponen la cuota satírica a cada número de Acción. Hoy son cuatro de los humoristas consagrados en un país que tiene en ese rubro una de sus ventajas diferenciales más importantes, junto con los productos del campo, al decir del fallecido dibujante y escritor rosarino.
El temario de la charla conjunta tenía como eje el humor político, pero atravesó coincidencias y divergencias sobre cómo cada creador se planta frente a la realidad. Y devino en profundas reflexiones acerca de los límites de humor y los ejemplos diversos pero a la vez categóricos del criminal ataque a la redacción del semanario francés Charlie Hebdo y de la multa aplicada a la publicación local Barcelona por una insólita figura como «exceso de sarcasmo».
El primero en relatar su punto de vista acerca del no siempre feliz cruce entre humor y política fue Rudy. El socio creativo de Daniel Paz en la viñeta de tapa de Página/12 desde su primer número, que ahora incursiona en el mundo del stand up, recordó –instigado por el moderador de la charla, Alberto López Girondo– que tuvo un pasado como psicoanalista y que, en cierto modo, nunca dejó de serlo, aunque ahora lo hace a través de otros medios.
«La forma de trabajar de los humoristas y de los psicoanalistas es bastante parecida: no inventamos nada, sino que descubrimos algo que estaba escondido; y lo expresamos de alguna manera que provoque risa, una reflexión o algo». De tal modo que en cuanto al tema central del encuentro, la conclusión de Rudy es que un chiste representa ese descubrir lo que está oculto, el hallazgo de otro sentido a lo que no se ve a simple vista.
Hay un aspecto, sin embargo, que atraviesa el humor y que, sin desmerecer el toque psicoanalítico, lo inscribe en su esencia de la ilógica, del absurdo. Como esa pareja tan pudorosa que suele dibujar Sendra –el segundo expositor– cubierta con una sábana en una cama y tratándose de «usted» mientras hablan sobre cuestiones intrincadas de la actualidad política.
«Eso surgió un día que yo había dibujado una pareja. Cuando estaba por salir para el diario, apurado como siempre, escucho una noticia política. En el taxi se me ocurre un chiste para esa situación, pero ya no tenía tiempo de dibujarlo», explica el creador de Yo Matías y otros tantos personajes en una carrera que comienza en 7 días, Jocker, La Semana y Página/12, además de los 18 libros con las viñetas de niño preguntón publicadas en la contratapa de Clarín. La solución urgente –comenta Sendra, tras asegurar que si Rudy llegó al humor a través del psicoanálisis, él lo hizo «desde la locura»– fue poner los globitos con el texto político en boca de esos amantes excesivamente respetuosos. «No sé cómo, pero el absurdo lo enriquecía. Lo tomé y hasta el día de hoy lo sigo haciendo».


Convocatoria. La mesa de humor y política se realizó en la sala González Tuñón del CCC repleta de un público fervoroso y participativo.

 

Daniel Paz, el coequiper de Rudy, tiene a su vez una aquilatada carrera como dibujante humorístico, sitial al que llegó desde la medicina, si es que se le pudiera encontrar algún tipo de analogía para este salto profesional. Ilustra la tapa del diario desde 1987 y también el suplemento dominical Radar y pasó por varios medios, incluso publicó entre otros libros, Chistes de argentinos y F Mérides truchas.
Luego de confesar sus dificultades para dibujar a Alfonso Prat-Gay –«me cuesta, no sé por qué, como me costaba Rodolfo Terragno en su época»–, Paz comentó que parte del desafío cotidiano es hacer reír desde un cuadradito mínimo y con extrema economía de recursos. «La idea surge de un intercambio que hacemos los dos, a veces por teléfono, a veces personalmente. Tengo pocos centímetros y se debe trabajar de manera muy sintética, sin mucho despliegue, todo muy simple, pocos personajes y trazos muy definidos». ¿Cuál es el secreto para saber cuándo el «monito» está logrado? «Mi medida es ver el dibujo hecho y creérmelo, es decir, si yo logro creérmelo, el lector lo acepta», confía Paz.

 

Efecto sorpresa
La metodología para llevar a la risa que utiliza Santiago Varela, quien fue libretista del recordado Tato Bores, es partir de la idea de que el humor es sencillamente una herramienta, que en su caso, le sirve para vincular su visión del mundo con la literatura. «Y ahí es donde aparece un cierto sentido de responsabilidad –puntualiza el autor de Enciclopedia de biografías espantosas y 200 años de humor argentino, ambos editados por el sello Desde la Gente, del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos– porque yo me debo preguntar ¿a quién hace reír lo que escribo? Si lo que yo escribo hace reír a un represor, a mí no me sirve, por ejemplo. Entonces, uno permanentemente está tratando de expresar lo que piensa a través de lo que escribe».


Santiago Varela: «Es duro ser humorista cuando se espera de uno cosas que uno no suele hacer. La nuestra es una tarea relativamente solitaria y tal vez más seria de lo que uno piensa.»
 

En este punto surgió un intercambio entre Varela y Sendra. Fue el «padre» de Matías quien recordó lo que ocurrió con un dibujo suyo en que no trataba demasiado bien al excoronel Mohamed Ali Seineldín, en la época del ataque al cuartel de La Tablada, en 1988. «Para mi sorpresa una chica que le había hecho un reportaje me comentó que tenía ese chiste mío agrandado y pegado en la pared. Para mí es insólito cómo pueden reinterpretarse los textos». Varela, entonces, hizo una distinción sobre cuál es el objetivo final del humor, si es solo hacer reír o básicamente una herramienta de oposición al poder, y sobre todo, en ese caso cómo se puede identificar al poder (ver «¿Opositores a quien?»).
En este punto, Sendra reveló que para él, más que la risa lo que busca al hacer el humor es la sorpresa. «Yo creo que la función del humor es colocar la noticia desde un lugar diferente para que ingrese con sorpresa, para que la podamos ver desde un ángulo nuevo, para que la podamos ingresar de una forma que no habíamos imaginado antes».

 

Límites y censuras
Alguien del público preguntó, entonces, si es que hay algún límite para el trabajo del humorista. Y fue Daniel Paz quien salió a detallar que existen límites internos, del autor, y externos, que pueden ser del editor y del medio, que tiene una política editorial muy determinada, y en algunas circunstancias, con gobiernos autoritarios o dictatoriales, altamente restrictiva. Sendra exagera que si uno trabajara para una embotelladora de gaseosa, no podría cambiar el producto que envasa cada botella.


Daniel Paz: «Hay un nivel de límite que es si la sociedad está en condiciones de metabolizar el dibujo que uno acaba de publicar. Y a veces ocurre que no, que la gente reacciona mal.»
 

Pero la cuestión quedó girando en el ambiente hasta que otro espectador del debate, que se desarrolló en la sala Raúl González Tuñón del CCC, fue directo al grano: «¿Qué opinan sobre lo ocurrido con la revista Charlie Hebdo (donde en enero de 2015 dos encapuchados mataron a balazos a doce personas, entre ellas, cuatro dibujantes satíricos)?»
 Para Sendra, el humor del que siempre hizo gala ese semanario es «sumamente border, mordaz y sanguinario. Es un humor donde la burla sobre la víctima siempre está presente. Uno tiene la obligación de hablar sobre cualquier tema, pero tiene que saber muy bien dónde está parado».
Varela señaló a su turno que en algunas mesas de debate en las que participó, obviamente, el tema surgió, porque es una cuestión crucial desde aquel nefasto 7 de enero. Y lamentó que esto siempre se aborde desde el mismo lugar «y no nos fijamos que los asesinos tenían una caracterización y una justificación religiosa… ¿cuál es el papel de la religión? A mí eso me preocupa, yo creo que hay ver cuál es el papel de la religión, de todas las religiones, ninguna en especial; el papel que han tenido todas las religiones en la violencia, en las guerras a lo largo de la historia».


Sendra: «Las cosas de las que uno habla tienen que ser cosas que a uno le hayan pasado, que haya soñado o sospechado o deseado.»
 

Rudy contó luego que al día siguiente del ataque lo llamaron de una radio para hablar de lo sucedido en la redacción de la revista parisina y los límites en el humor. «Y lo que yo dije es ¿de cuál de los dos temas quieren que hablemos? Porque son dos temas absolutamente diferentes. Quiero decir, a mí no me gusta el humor que hace Charlie Hebdo, para nada. Pero eso no tiene nada que ver con que vayan y los maten, es absolutamente diferente. Nada de lo que uno hace justifica que alguien te mate por eso». El autor de la saga de libros Buffet Freud –donde nada de lo que ocurra en un diván psicoanalítico le resulta ajeno– asegura que no tiene problemas en sostener la consigna Je suis Charlie, como los miles de manifestantes que recorrieron las calles tras la matanza, «pero yo nunca escribiría ahí ni me compraría esa revista porque no me gusta».


Rudy: «No es que haya abandonado el psicoanálisis. Lo sigo practicando, solo que como paciente.»
 

Sendra agregó que con los amigos suelen hacer chistes de entrecasa que sabe feroces en su tono y contenido. «Pero tengo la plena convicción de que ellos interpretan exactamente el sentido que les quise dar al decirlos. Cuando uno publica algo no está tirando con fusil, sino con una ametralladora y eso puede dar en personas que lo pueden interpretar de la peor manera posible. En eso hay que ser cuidadoso».
Un tema latente era a esta altura el de la transgresión, esa valla que algunos no dudan en saltar cuando se trata de mostrar el otro lado de la realidad. «Yo creo que la transgresión es un elemento importante pero tiene que ser una transgresión aceptable, es decir, no tiene que resultar poco creíble. Lo más importante es la credibilidad, la transgresión por sí misma sería casi un insulto», opinó Sendra. Rudy, en cambio, concluyó que «el transgresor no quiere que lo pesquen, si no, no es transgresión, es exhibicionismo» y por tal razón consideró que la cuestión tan delicada de los límites amerita mayores profundidades. «Para que haya transgresión tiene que haber una ley bastante clara para que esa ley sea transgredida. Si no hay ley, si no hay límites, si no hay prohibición, tampoco hay transgresión».


Muestra. El acontecimiento sirvió para exponer trabajos publicados en estos 50 años.

La otra cuestión que estaba latente era, entonces, la condena de una jueza porteña a la revista Barcelona por una sátira contra Cecilia Pando. «No tengo idea de lo que publicó Barcelona –señaló Rudy–, pero no pude dejar de recordar lo que había hecho la jueza María Servini de Cubría con Tato Bores (en mayo de 1992) cuando lo acusó con una figura legal rarísima (ludibrio y eutrapelia) y encima con una censura previa. Porque, más allá de la denuncia, más allá de quién es Cecilia Pando, el fallo dice que la revista cayó en algo así como “exceso de sarcasmo”. Insisto, más allá de la figura legal, nunca pensé que el exceso de sarcasmo pudiera llegar a ser un delito. A partir de eso se torna todo un tanto payasesco, como lo que ocurrió hace 25 años».

—Fotos: Jorge Aloy

 

 

 

 

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