Inaccesible para los buscadores, protegido por el anonimato, invisible para la mayoría de los usuarios, un flujo creciente de contenidos corre paralelo a la Internet tradicional. Activistas, hackers y traficantes frecuentan este espacio libre de vigilancia.
12 de abril de 2017
(Alamy Stock Photo)
Se dice que la parte de Internet que conocemos representa alrededor del 7% del contenido total, mientras que al 93% restante se lo conoce como Deep web, también llamada Internet profunda o invisible. Los motores de búsqueda como Google no acceden a ella debido en parte a que sus dominios cambian con frecuencia y no utilizan protocolos como www y punto com.
La Deep web suele estar asociada a la venta ilegal de drogas y armas, al tráfico de órganos y a la pedofilia. Pero estos delitos no son representativos de todos los contenidos que, por alguna razón, no son indexables a la red superficial, como una base de datos protegida por contraseña. Esos bits pertenecen a la Deep web, así como algunos sitios para compartir información y contenidos sin vigilancia ni censura de gobiernos locales y empresas.
La infraestructura en la cual se monta Deep web se llama Proyecto Tor y fue desarrollado inicialmente por el Laboratorio de Investigación Naval de los Estados Unidos. Este software presta direcciones IP (identidades) de computadoras de todo el mundo para ocultar la procedencia de los datos y permite navegar con un alto grado de anonimato. «Tor se utiliza para la navegación anónima independientemente de que el usuario quiera acceder a Deep web o no», explica el ingeniero y especialista en seguridad informática Federico Pacheco.
Desde el sitio Tor Project puede descargarse este software para burlar el análisis del tráfico en Internet y encriptar los datos. Millones de personas lo usan. Sin embargo, según las revelaciones del exagente de la CIA Edward Snowden, la Agencia de Seguridad de Estados Unidos (NSA) ya conoce la manera de «crackear» las identidades ocultas en la red anónima.
La ruta de la seda
Un recorrido por Deep web muestra páginas con el sufijo «punto onion», algunas son un clon irónico de redes sociales como Facebook y Twitter, pero con libertad de expresión. También se encuentran servicios de correo electrónico, archivos de literatura y foros de hacking. «Deep web no tiene ninguna utilidad para el usuario común a menos que sea un delincuente», asegura el ingeniero Pacheco.
«Suele señalarse a Deep web como refugio del delito, pero no es así, hacen eso porque hay una preocupación global de gobiernos y empresas por identificar a las personas y cualquier lugar que permita mantener un grado de anonimato será tachado como “malo” para evitar que la gente se empodere. Lo cierto es que allí no se ven delitos distintos que los que podés ver caminando en la calle», afirma en cambio Pablo Lozano, del portal de noticias Tribuna Hacker (ver Como en el…).
The Hidden Wiki, la Wikipedia de Deep Web, es un directorio de links con una breve reseña de los sitios ordenados por tema: servicios de chat y mensajería privada, venta de armas, foros de ajedrez, música, pornografía, activismo político: una suerte de aguas internacionales. The Hidden Wiki excluye pedofilia y asesinatos por encargo, ambos pertenecen a la capa más profunda de la web conocida como «Darknet».
En 2011 un servicio oculto de la red Tor llamado «Silk Road» (La ruta de la seda) se convirtió en el mercado de drogas ilegales más redituable de Internet. Silk Road no solo llamó la atención de los medios y del FBI, sino que abrió un debate en Estados Unidos sobre la reducción de la violencia en el comercio de drogas. Los usuarios podían informar sobre la calidad de lo que compraban a través de comentarios y los vendedores no se mataban a tiros por una plaza de venta.
En 2015 un informático de 31 años llamado Ross Ulbricht, acusado de ser el principal administrador de Silk Road, fue condenado a cadena perpetua. El sitio sigue activo junto con otros veinte de la sección «drogas» que figuran en The Hidden Wiki.
Lo que necesitaba el comercio en Deep web era un valor de cambio reconocido por la comunidad que no revelara las identidades y mantuviera un registro codificado de las transacciones. Una criptomoneda.
Noticias del futuro
Imagínese un mundo sin dinero en efectivo ni tarjetas de plástico, donde sólo haya que utilizar un teléfono celular; un mundo sin bancos centrales, cajeros ni casas de cambio; un mundo con una moneda universal intangible, bajísimo costo de transacción, transferencias en el momento y ritmo de emisión decreciente hasta el año 2140. La tecnología para que eso suceda existe desde hace años, se llama Bitcoin y opera en la Argentina.
Bitcoin es la criptomoneda o moneda virtual nacida de la crisis financiera de 2008 y también utilizada en Deep web. Cada bitcoin equivale a unos 1.000 dólares y es divisible en más de un millón de partes. Las transacciones son volcadas en un registro contable virtual llamado Block chain (cadena de bloques) y replicado en las computadoras de la red, lo que lo vuelve casi inviolable. A los encargados de registrar esas transacciones en todo el mundo, se los conoce como «mineros» y reciben una remuneración en bitcoins.
Para Diego Gutiérrez Zaldívar, uno de los primeros desarrolladores web en el país y presidente de la fundación Bitcoin Argentina, el impacto de esta tecnología en el mediano plazo será inevitable. «Calculamos que hay un 50% de la población argentina no bancarizada que en 2019 va a tener un teléfono inteligente», afirma.
Otra novedad de la criptomoneda es que no necesita intermediarios financieros y tampoco es emitida por ningún ente gubernamental. «El 20% de los no bancarizados del planeta son inmigrantes en situación ilegal –explica Gutiérrez Zaldívar–. Un 40% no puede sostener los costos del sistema financiero. Y otro 40% no tiene un “colateral”, es decir, algo de valor para poner de coseguro (un auto, una casa) por los servicios que va a obtener. Todo el servicio financiero tradicional se basa en esta idea de “colateral”».
Los promotores de Bitcoin sostienen que muchos desbancarizados podrían integrarse a la economía global a través de un sistema de reputación online. Se daría, según ellos, mayor igualdad de acceso al sistema financiero, lo que produciría una transferencia de recursos de los sectores altos a los bajos. Gutiérrez Zaldívar lo denomina «Internet del valor».
En 2016 el Banco Central europeo pidió al Parlamento declarar como «no legal» a Bitcoin. Desde su blog personal, uno de los desarrolladores de la moneda en Estados Unidos, Mike Hearn, argumenta que la tecnología de Block chain está llegando al límite de su capacidad y que es controlada en más de un 50% por «mineros» de China.
«Aunque el 50% de los mineros se diera de baja, la capacidad de procesamiento de Bitcoin sería más que suficiente para mantener la red funcionando. Bitcoin es una red descentralizada, pero no distribuida. Es la diferencia que hay entre una malla de nodos interconectados y una pirámide truncada donde existe jerarquía de nodos. Internet también es descentralizada, pero no distribuida y eso no quita que le hayamos sacado provecho», opina Gutiérrez Zaldívar.
Laissez faire de mercado, Internet del valor; poco importa el nombre que se le quiera dar. Como escribe el periodista Sergio Ciancaglini: esta novedad lo cambia todo.