El muro interno de la Unión Europea

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Pese al acuerdo para enfrentar la emergencia sanitaria y económica, subsisten divergencias políticas entre países del norte y el sur que se vinculan con viejos conflictos. El impacto de la crisis que pone en riesgo la estabilidad institucional del bloque.

La Haya. Wopke Hoekstra, de los Países Bajos, durante una de las reuniones por teleconferencia con los otros ministros de Finanzas de la UE. (MAAT/ANP/AFP/DACHARY)

En abril, los 27 ministros de Finanzas de los países de la Unión Europea (UE) aprobaron un paquete de emergencia debido a la pandemia de COVID-19, cuyo proceso para llegar a consensos muestra las fuertes contradicciones que golpean al Viejo Mundo.
El paquete de más de 500.000 millones de euros comprende tres rubros. Uno de ellos establece una línea de créditos de hasta 240.000 millones de euros a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) con acento en gastos ligados directa o indirectamente con la pandemia. Intenta solventar las finanzas públicas con créditos de hasta el 2% del PIB (Producto Interno Bruto) de cada Estado solicitante. Otra contempla 200.000 millones de euros para las empresas, fundamentalmente pequeñas y medianas, y 100.000 millones para medidas ligadas con la reducción de la jornada laboral y desempleo. A este paquete se le añade un plan de recuperación, una vez que la crisis haya terminado.
Previo a que se lograra el acuerdo, la UE había protagonizado una de las jornadas más dramáticas de los últimos tiempos al fracasar en el intento de encontrar una respuesta conjunta a la crisis. En una reunión virtual del Eurogrupo salió a la luz pública el verdadero rostro institucional de un continente atravesado por visiones diferentes, en muchos sentidos opuestas, para enfrentar la emergencia sanitaria. Italia y España, por una parte; y los países bajos y otras naciones del norte, por otro.
Es que la pandemia golpea  a la UE y las previsiones de los expertos vaticinan la peor crisis que haya transitado el continente desde la Segunda Guerra Mundial. Francia y Alemania, las dos «locomotoras» de la región, se enfrentan ya a una situación recesiva profunda. Según estimaciones habría una caída cercana del 6% del PIB para Francia en el primer trimestre de 2020, la peor marca desde 1945. La economía alemana debería contraerse, según cálculos preliminares, en un 9,8% en el segundo trimestre, lo que implicaría sobre el conjunto del año una recesión no menor al 4,2%.
En ese contexto no faltan las voces críticas hacia la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y Christine Lagarde, al frente del Banco Central Europeo. Ambas quedaron en la mira por no haber percibido la dimensión de la crisis en puerta y no haber anticipado las respuestas de urgencia imprescindibles. La grave situación actual, en tal sentido, puso de relieve la contradicción planetaria entre el «norte» y el «sur» global que se reproduce en Europa. Aunque esta tensión no es nueva, a la luz de la crisis sanitaria adquiere expresiones regionales claras a través de dos polos confrontados: Italia versus los Países Bajos. Como analizaba el diario Le Figaro, el problema principal de la discrepancia se ubicaba en los fondos distribuidos por el MEDE, una herramienta temida y denigrada en Italia, donde gran parte del espectro político la considera como una amenaza para la soberanía nacional.

Consenso fácil
El Gobierno y la clase política italiana no aceptan que se imponga a los Estados condición alguna, entendiendo que se trata de una situación excepcional de emergencia. Tampoco España aceptaba apoyos acompañados de exigencias de ajustes y reformas estructurales. Países Bajos, por su parte, defendía una posición extrema: limitar el uso potencial de esos fondos a cuestiones sanitarias, pero exigiendo a los Estados receptores de ese paquete, que pongan en orden sus finanzas públicas a largo plazo. Otro tema esencial de la divergencia: las deudas mutualizadas. Los italianos desearían que la UE aceptara la emisión de «coronabonos» (eurobonos) como instrumento para la recuperación económica. Pero los países del norte, liderados por los Países Bajos, se oponen.
Desde la perspectiva inglesa, Katya Adler, editorialista europea de la BBC de Londres, se enfocaba en el papel de Alemania. Según ella, «Berlín ha rechazado una petición de Italia, España, Francia y otras naciones del continente para compartir la deuda que surgirá de la crisis por el Covid-19 en forma de eurobonos. Muchos italianos se sienten abandonados, igual que durante la crisis migratoria del euro». Y recordaba que, «un grupo de alcaldes italianos y otros políticos, compraron una página en el periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung para recordarle a Alemania que nunca se le obligó a pagar sus deudas después de la Segunda Guerra Mundial». Aunque la tensión principal pasa entre Roma y La Haya, en las últimas horas una parte de la prensa alemana se encargó de atizarla. «La mafia espera la ayuda de la Unión Europea», escribía en un artículo provocativo el cotidiano Die Welt. Y subrayaba que «los italianos deben ser controlados desde Bruselas».
A pesar del plan de emergencia, los consensos estratégicos en la UE hoy parecen frágiles. La historia reciente del continente, además, define el marco de muchas de las actitudes y posiciones actuales. Tanto la crisis financiera de 2008, como la de la migración, con su pico explosivo en 2015, dejaron al sur de Europa más golpeado. Esos mismos países son los que hoy reclaman una respuesta diferente, flexible y coherente con los valores de una Europa que se comprenda realmente como Unión.
 De ahí que el reciente acuerdo no resuelve las diferencias de fondo. Por caso, el ministro de Finanzas neerlandés, Wopke Hoekstra, evaluaba que «lo que se ha decidido es lo suficientemente bueno para nosotros. Pero por cada euro del MEDE que se gaste en la economía, las reglas normales de la condicionalidad tendrán que aplicarse en su totalidad». El otro punto conflictivo, el de los coronabonos –como medio de asumir la deuda de forma compartida o mutualizada por parte de toda la UE–, tampoco logró resolverse. Ahora se habla de un fondo para apoyar la recuperación que incluye formulaciones como las de la inclusión de «instrumentos financieros innovadores», que cada sector puede entenderlo como mejor le conviene.
Ante el impacto desigual de la pandemia, con estragos significativos en esta primera fase en Italia, Francia y España y repercusiones humanas por el momento menos impactantes en la Europa del norte, el muro intraeuropeo parece reforzarse.  La Europa enferma, infectada, conmovida en sus propias raíces unitarias, es hoy una paciente más del coronavirus.

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