El pecado de la carne

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Defienden los derechos de los animales y denuncian la crueldad de la industria alimentaria a través de performances callejeras, escraches y acciones directas contra carnicerías y laboratorios que utilizan ratones y cobayos. Un movimiento que gana adeptos.

Córdoba. El cubo de la verdad, un método novedoso para difundir la causa animalista. (Gentileza Anonymus Córdoba)

Funcionó como antesala y quedó registrado (y luego viralizado) por los celulares de los que paseaban esa noche por la porteña avenida Corrientes. Un grupo de personas golpeando con puños y patadas el frente de la pizzería Güerrín y la parrilla La Churrasquita al grito de «Liberación animal» y otras consignas similares. Unos pocos días después, se realizaba el primer Encuentro Nacional de Activismo Animalista en el país, para dejar en claro que el movimiento de militantes a favor del veganismo tiene intenciones de visibilizar su causa hasta con métodos radicalizados.
Malena Blanco y Federico Callegari son los fundadores de Voicot, una organización de activismo en la vía pública por los derechos de los animales. Sus acciones van desde la pegatina de afiches (con mensajes como «veganismo o muerte»), hasta «irrupciones clandestinas» para rescatar gallinas en cautiverio o las ya conocidas «vigilias», que consisten en abrazar a los camiones que ingresan a los mataderos como «un último gesto de amor a las vacas».
«Buscamos modos de comunicación para que nuestro mensaje llegue a la mayor cantidad posible de gente. Algunas acciones causan mayor efecto, pero lo más importante es decir que no podemos mantenernos ajenos a la tremenda masacre de la que somos parte como sociedad», explica Callegari.
De acuerdo con los cálculos de las organizaciones que pregonan una alimentación vegana, en el mundo se matan alrededor de 4.000 animales por segundo, sin contar a los peces. La ganadería, por ejemplo, es una actividad que contamina más que los medios de transporte. «En Argentina el 80% de la soja que se cosecha se destina a alimentar a ese ganado. Con los granos que se le da para engordarlo y venderlo en partes se podría acabar con el hambre del mundo», se queja Blanco.
Tanto Callegari como Blanco coinciden en que no disponen de los recursos de las grandes corporaciones para comunicar, pero aclaran que mientras tengan «una escalera y pintura», se las van a arreglar para decirle al resto de la sociedad que comer animales está mal. «El objetivo –continua Callegari– es visibilizar la forma en que los animales son tratados, criados y asesinados para transformarlos en productos y que se instale el animalismo como una causa seria de justicia social».

Militantes
En países europeos, particularmente en Francia, a fines del año pasado recrudeció el ataque de militantes ultraveganos a carnicerías, charcuterías y pescaderías. Ante esta situación, los comerciantes debieron pedir ayuda al Estado para «combatir estos actos de terror».
En la Argentina, en tanto, la situación es distinta. Más allá de pintadas ofensiva contras alguna parrilla, el único antecedente de una «acción» con cierto grado de violencia se dio hace algunos años cuando un grupo de activistas irrumpió en la Facultad de Ciencias Veterinarias de La Plata, liberó a los ratones y cobayos que usaban en el laboratorio y roció todo el lugar con nafta. La llegada a tiempo de la policía frustró el plan incendiario.
«Nuestra forma de activismo es el Cubo de la verdad, donde le mostramos a la gente a través de pantallas lo que ocurre en los mataderos», cuenta Nicolás Fassi, miembro de Anonymous for the Voiceless, una organización por los derechos animales especializada en activismo callejero que difundió en todo el mundo el llamado «cubo de la verdad», una performance callejera en la que, con la ayuda de tablets y otros dispositivos, se exhibe al público «la crueldad propia de las industrias de la carne, lácteos y del huevo».
«No importa si se elige una forma radicalizada para cambiar la opinión pública –concluye Fassi–, si lo que se hace es promover el veganismo y la abolición de toda forma de explotación animal. La efectividad se evaluará después».  

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