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El sexo de los bytes

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La matrícula femenina no supera el 13% en las carreras vinculadas con la informática. El Ministerio de Ciencia y Tecnología quiere saber por qué ellas se alejaron y diseñar estrategias para que vuelvan.

 

Aulas masculinas. Estudiantes de la carrera de Ingeniería en Informática de la UBA. (Guadalupe Lombardo)

La dificultad para atraer a los jóvenes hacia las carreras de computación es compartida por muchos países, sobre todo de América Latina y Europa occidental. En Estados Unidos, por otra parte, se estima que para 2020 va a haber un millón de puestos de trabajo en computación que no se van a cubrir al no existir un número suficiente de graduados.
Argentina, por supuesto, no es la excepción, pero el problema aquí plantea una paradoja, ya que es uno de los países de la región donde la industria de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICS) pisa más fuerte. A esto hay que sumar otro fenómeno: del total de egresados de carreras informáticas, sólo el 13% son mujeres.
Claro que no siempre fue así. «Cuando en 1963, fecha en la que se inició la primera carrera de computación en el país, nadie sabía cómo era trabajar con una computadora, la matrícula para cursar era pareja. Por ese entonces, el 60% de quienes salían de las universidades para desempeñarse en el ámbito de la informática eran mujeres. Luego, fueron proliferando una serie de mitos y estereotipos incorrectos sobre lo que significa desempeñarse en el área –horarios incómodos, que hay que saber mucho de matemática, que la persona se convierte en un “nerd” o un ser antisocial o que programar es muy complejo– que causaron el alejamiento en general, y en particular en las mujeres», asegura Santiago Ceria, director ejecutivo de la Fundación Sadosky, una organización público-privada que preside el ministro de Ciencia, Lino Barañao, y que impulsará una investigación para conocer los motivos por los cuales las mujeres no toman las carreras informáticas como una opción de estudio.
«Es fundamental plantearse estos interrogantes y la investigación porque la industria de las tecnologías de la comunicación y la información tiene importancia central para el futuro del país. Además, transversalmente esta cuestión afecta a la salud, a la educación, a la ciencia. La computación está entrelazada con muchos otros aspectos y Argentina tiene la necesidad de atraer a más gente hacia este tipo de carreras. Hoy estamos con un desafío importante, ya que por año se gradúa menos de la mitad de las personas que el mercado requiere», sostiene Ceria.
Hasta el momento no se ha realizado ningún estudio a nivel local para desentrañar este fenómeno ni que contemple las políticas implementadas en el área de la informática. Ahora desde la Fundación, que funciona bajo la órbita del Ministerio de Ciencia y Tecnología, realizaron una convocatoria para investigadores de todo el país –antropólogos, sociólogos– para que eleven una propuesta de trabajo que permita abordar la problemática. «Queremos que nos presenten un enfoque metodológico, que luego evaluaremos para elegir el que más nos guste. Luego, se firmará un convenio con la universidad a la que pertenezcan los investigadores y se apoyará la investigación», indica Ceria.
Con el resultado de la investigación, que además hará partícipes a empresas del sector, se espera diseñar acciones concretas que permitan revertir la tendencia hasta aquí conocida y brindar más información a las mujeres para que cambien su percepción sobre lo que significa trabajar en el ámbito de la informática.
«Queremos entender mejor el fenómeno, tener información para diseñar estrategias que vuelvan a atraer a la gente en general hacia la computación y en especial a las mujeres. Las mujeres son una parte importante del déficit que hoy tenemos. Por otra parte, tradicionalmente, en la historia, muchas de las primeras programadoras fueron mujeres. Ellas le aportan capacidad metodológica, prolijidad y creatividad al trabajo. Hay mucho que se pierde sin ellas», subraya Ceria.
La primera programadora conocida fue Ada Lovelace, matemática e hija del poeta Lord Byron, quien a mitad del siglo XIX escribió los primeros programas en base a una máquina creada por Charles Babbage, pionero de la computación.
Otro de los puntos fuertes de la investigación será desentrañar cuál es el impacto de las políticas llevadas adelante por el Estado en el sector, más precisamente del programa Conectar Igualdad. «Este es un programa único en el mundo. Para fin de año se estima que se van a haber distribuido más de 3 millones de netbooks que llegan a chicos y chicas que nunca tuvieron una computadora. Queremos entender en qué medida esas políticas públicas ayudan a comunicar el mensaje sobre qué es la computación, para qué sirve y qué oportunidades abre. Por esto, queremos conocer hasta qué punto este programa es una herramienta y cuáles son las conductas, sobre todo de las jóvenes, que se desarrollan alrededor del aprendizaje de la computación», explicó el director de la fundación.
Actualmente, la Argentina necesitaría unos 7.000 profesionales del ámbito de la informática por año para llegar a abastecer a la industria del software, pero la realidad es que sólo se gradúan 3.500 entre carreras universitarias y terciarias, con lo cual la mayoría de las veces las empresas terminan contratando a estudiantes o a extranjeros.
«Buscamos desmitificar esta cuestión de que trabajar en computación implica una mala calidad de vida por los horarios en los que se trabaja. Hay un mundo de oportunidades en el ámbito de la informática, no son carreras onerosas, hay muy buenas universidades tanto públicas como privadas y los horarios son flexibles. Hay que darle una oportunidad a esta carrera», concluye Ceria.

María Carolina Stegman