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Elige tu propio cuerpo

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Disciplinas con fines terapéuticos, tradiciones milenarias y novedosas técnicas de alta intensidad componen una oferta creciente y heterogénea. La mirada sobre un mismo.

 

Extremos. Una clase de yoga a 40 grados de temperatura y otra de crossfit en Palermo. (Jorge Aloy – Juan Quiles)

Barre â terre, Bikram yoga, entrenamiento funcional, tela, running, yoga antiguo, pilates mat o pilates reformer, crossfit, biomecánica, boxeo, artes marciales, aeróbicos, tae bo, TRX, bootcamps, slow gym, y la lista sigue… Son todas formas de entrenamiento físico, algunas fueron creadas con fines terapéuticos y luego popularizadas, otras vienen de una tradición milenaria. En varios de los casos se han transformado en franquicias. Mientras una tendencia lleva a la híperconectividad de vivir pegados al celular y la virtualización de las relaciones, otra tendencia conduce hacia el encuentro en vivo y en directo con el cuerpo propio y el de los demás.
«El siglo XX es el siglo de la cultura física», dice Pablo Scharagrodsky, investigador y docente. Scharagrodsky identifica el nacimiento de este fenómeno en el siglo XIX, con la industrialización incipiente y una nueva mirada sobre los cuerpos, que empieza a centrarse en cómo mejorar el «rendimiento» y «luchar contra la fatiga». Entre finales del 1800 y la primera mitad de 1900 aparecieron «nuevas ramas del saber biomédico, que es uno de los saberes que junto con el religioso aparecen como grillas interpretativas sobre el cuerpo, el movimiento, el entrenamiento, la fatiga, el deterioro, la masculinidad, la femineidad». Para los hombres los torsos y los brazos con musculatura desarrollada y torneada, fuerza y velocidad; para las mujeres, los cuerpos estilizados y livianos, gracia y esbeltez.
Lo que ocurre en estas últimas décadas es que «variaron las configuraciones familiares, las formas de relación con los otros, aparecieron nuevas sexualidades que están discutiendo a las sexualidades normalizantes y normativas». Eso, a su vez, vino a «reivindicar la cuestión del placer» por encima del esfuerzo doloroso y repetitivo de los viejos entrenamientos.
Melina Masnatta, docente, investigadora y miembro del equipo de Wikimedia y de varios colectivos interdisciplinarios, señala que «tenemos un registro reducido de nuestro cuerpo» debido a que en la escuela «no te forman para que pienses cuál es tu registro corporal» y a nuestras prácticas cotidianas, en las que pasamos demasiado tiempo sentados, estáticos, en mala postura, anquilosados. Masnatta agrega a todo esto que la imagen que se construye en la sociedad es que «el éxito tiene un determinado cuerpo».

 

Dime qué entrenas y te diré quién eres
El yoga no tiene necesariamente un fin terapéutico. Federico Fontana, instructor de yoga antiguo, explica que «el cuerpo para el yoga es una concepción a partir de la cual se inicia un trabajo que trasciende lo meramente físico y busca integrar los distintos aspectos del ser humano». No obstante, ha servido como basamento y fundamento para técnicas diversas.
En una sala de Palermo, un sistema de ventilación mantiene la temperatura a 40 grados y renueva el aire del espacio periódicamente a lo largo de todo el día. Una fila de personas de ambos sexos y edades variadas recostadas sobre colchonetas (mats). Sobre el mat, una toalla para absorber la transpiración y al lado de cada persona, una botella de agua (se aconseja llegar bien hidratado a la clase, tener agua a mano durante la sesión y volver a hidratarse bien luego). Es la sala de práctica de Bikram Yôga Buenos Aires y es el momento previo a la clase de 90 minutos.
Bikram Choudhury nació en la India y, después de un accidente que le implicó una larga rehabilitación, decidió estructurar una práctica basada en Yôga. Veintiseis posturas con un fin «netamente terapéutico», dice Carla Cristofori, quien junto con su pareja Jay Fairbank son los directores de Bikram Buenos Aires. El método primero se introdujo en la India y Japón y luego se hizo popular en Estados Unidos.
Según Cristofori, «en cada clase trabajás cinco aspectos fundamentales: desarrollás la paciencia, la determinación, la concentración, el autocontrol y la fe en uno, la fe de “puedo hacerlo” y el “¡no puedo!” comienza a quedar afuera». Con respecto a la elevada temperatura de la sala, dice que es porque «te ayuda a tener mayor irrigación en el cuerpo. Hace que el efecto sea más rápido».
Cristofori cuenta que mucha de la gente que llega lo hace con hernias, contracturas, lesiones articulares varias, buscando «algo que la medicina convencional no le está dando». Desde que empezaron en 2009 pasaron ya más de nueve mil personas por la sala de práctica de Bikram Buenos Aires. Al principio, la mayoría eran mujeres y luego eso se fue balanceando. Con respecto a la edad, la mayoría está en la franja 20-45 y hay casos de grupos familiares en los que van todos los integrantes (los chicos practican cerca de la puerta, donde la temperatura no es tan alta, y en la clase la exigencia se adapta a sus posibilidades).
Un origen similar a Bikram tiene el método pilates, desarrollado hace un siglo por el alemán Joseph Pilates combinando elementos de diferentes técnicas. Durante la Primera Guerra Mundial, Pilates fue enfermero en un campo para prisioneros y ahí fue construyendo un método para ayudar a los enfermos. Después de la guerra se mudó a Estados Unidos, donde comenzó a enseñar su técnica y su público se expandió.
En su estudio de Palermo y a pocas cuadras de Bikram, Paula Budnik da clases de Pilates utilizando las tres camas reformer. Budnik se ha formado en danza, teatro, contact improvisation, eutonía, yoga, «traigo de todo para combinarlo con pilates». El prejuicio dice que solo mujeres practican pilates, pero cada vez se acercan más varones. En pilates, dice Budnik, «el cuerpo se entiende desde un lugar de trabajo para la salud. No es una técnica que esté encarada para modelar estéticamente el cuerpo, si bien lo logra». Trabaja con la respiración, «con la idea de unir mente y cuerpo. Todos los movimientos que hacés son movimientos conscientes». En la versión reformer de pilates se trabaja en una cama específicamente diseñada y con un esquema de poleas y resortes, «el resorte es como el músculo, que se contrae y se estira». En su forma de aproximarse al cuerpo desde pilates, Budnik entiende que «el cuerpo siempre es distinto». Por esa razón, la práctica se adapta a las necesidades de cada alumno, a su vez buscando evitar volverse una rutina.
Pero no todo son disciplinas milenarias o centenarias. Obra del estadounidense Greg Glassman, el crossfit se ganó reputación de intenso por haber sido utilizado en sus comienzos por la policía, los bomberos y hasta los marines. Igual que Bikram, funciona como franquicia, lo que significa que los boxes locales deben pagar una matrícula anual (de 3.000 dólares), y realizar una serie de capacitaciones para poder, entre otras cosas, utilizar oficial y públicamente el nombre de crossfit.
En Villa Crespo habita Crossfit Unidos, el tercer box afiliado a Crossfit Estados Unidos, perteneciente a la primera camada de entrenadores en la Argentina y el único que cuenta en sus filas con dos atletas crossfiters de nivel internacional. Es de mañana y Sebastián Mula Iribarren está dando la clase. Sobre las paredes están pintadas consignas que hablan de prestar atención al instructor, el cuidado por el compañero, estar atentos a no forzar el cuerpo más allá de lo posible y que «la rutina es el enemigo».
Las clases duran una hora. Se empieza por un calentamiento, seguido de trabajo sobre el core (el tronco: variantes de abdominales y espinales). A continuación se repasa la técnica que habrá de verse en el día. Luego, ejercicios de fuerza que, dependiendo el día de la semana, se centran en una u otra región corporal. Finalmente, el WOD (Work of the Day), la secuencia específica de ejercicios para ese día que no dura más de veinte minutos. El entrenamiento cierra con «una vuelta a la calma» y una sesión de estiramiento. «En crossfit –plantea Iribarren–, los resultados son mucho más rápidos. Los entrenamiento realizados a un corto tiempo y a una intensidad más alta, generan una activación hormonal más rápida que en un entrenamiento de larga duración».
En la clase de Mula, los alumnos siguen una serie de secuencias intensas y en un tiempo determinado realizan todas las que puedan. De fondo suena música de bajos marcados. Cada práctica tiene algo de lúdico y de competitivo; «se genera cierta competencia entre la gente y con uno mismo; muchos se enganchan con eso y se genera más comunidad».
Los responsables de Crossfit Unidos hicieron capoeira y deportes de combate durante muchos años y buscando un entrenamiento no convencional llegaron al crossfit (combinación de levantamiento olímpico, gimnasia deportiva y otros). El objetivo, cuenta Mula, es «que la persona crezca en todas sus capacidades físicas». Pese a la reputación que lo precede, Iribarren plantea en cambio al crossfit como «adaptable a cualquier persona». De hecho, comenta que antes de empezar a practicar se le pregunta a cada alumno sobre la razón que lo acerca al box y si tiene alguna dolencia que haya que cuidar (el certificado médico, además, como en varias disciplinas, también es un requisito).

 

El negocio y la comunidad
Solo en Estados Unidos, la industria del fitness ya genera más de 26.000 millones de dólares al año y, según la publicación Entrepreneur, las franquicias de fitness han superado a las de comida rápida como los emprendimientos más exitosos y de mayor proyección a nivel mundial. Con la Organización Mundial de la Salud estableciendo que la obesidad (definida como la «acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud») ya es una epidemia global, la tendencia promete acelerarse.
De hecho, en el último año se abrieron más de 50 boxes de crossfit en la Argentina. Para Mula, «mucha gente lo toma como un negocio y pone a dar clases a determinada persona, que por ahí no tiene mucha experiencia, porque lo que les importa es otra cosa. Otra gente no, se toma las cosas en serio y se va capacitando».
Así y todo, la salud física, la estética corporal y la rentabilidad del negocio no parecieran ser las únicas causas de la proliferación de prácticas y establecimientos. «Estos son también entornos de sociabilización», señala Masnatta. Comunidad es un concepto que se repite; la conformación de una comunidad, un entorno donde el encuentro no es solo con el propio cuerpo sino también con otros. Cuando Unidos abrió su box actual fueron alumnos los que colaboraron para pintar sus nuevas paredes. «En el box –cuenta Iribarren– se arma algo como si fuera un club, no es como un gimnasio en el que la gente entrena, pum y se va. Nosotros muchas veces los viernes hacemos asado. La gente se queda, termina de entrenar y hay sillas; se quedan sentados por ahí, charlando, toman la leche acá, algunos comen. Se genera como otro ambiente, y eso también es parte del crossfit».

Diego Braude

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