Ellas construyen

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La cooperativa 20 de Octubre es una iniciativa impulsada desde el municipio cordobés que permitió dar una salida laboral a casi una decena de asociadas con una actividad que está culturalmente asociada al mundo masculino.


Sin miedo. Las cooperativistas se iniciaron con poco conocimiento en el oficio y hoy llevan adelante un emprendimiento de gran proyección.
 

Aquí hace un frío terrible en invierno pero a nosotras no nos detiene nada!», dice Liliana Nocetti, presidenta de la cooperativa 20 de Octubre. Ella y siete compañeras están fabricando losetas y bloques de hormigón, pero interrumpen la tarea para conversar, entre bolsas de cemento y montañas de arena. La cooperativa nació gracias a la iniciativa del Instituto Municipal de la Vivienda e Infraestructura (IMV) de Villa María, ciudad del sudeste cordobés, que creó Jóvenes a la obra, un programa para conformar cooperativas de trabajo. «Nuestros objetivos primeros fueron crear trabajo genuino, incluir socialmente y mejorar la calidad de vida a jóvenes con realidades económicas, culturales, familiares y territoriales muy difíciles», explica Noelia Coniglio, asistente social del IMV, que acompaña a Acción en la visita a la entidad, creada a fines del 2015. La primera cooperativa del programa se fundó en 2013 y se llamó Eva Perón. Al año siguiente surgió la Cooperativa Nueva Esperanza y, finalmente, se conformó la cooperativa de construcción integrada por mujeres.

Una gran necesidad
Alejado del centro villamariense, más precisamente en el barrio Las Playas, está el monumental  galpón que pertenecía al ferrocarril  y hoy alberga a estas tres cooperativas de jóvenes,  que, si bien son autónomas, comparten el espacio y confluyen solidariamente en tareas vinculadas con aspectos técnicos, económicos y socioculturales.
«Empezamos con la cooperativa por una gran necesidad. Fuimos con tres chicas a pedir trabajo a la municipalidad, muy cansadas de golpear tantas puertas,  y nos atendió Noelia», dice Nocetti señalando con una sonrisa a la asistente social. «Ella –continúa– nos aseguró que nos daría una mano; a los tres días ya estábamos trabajando en un plan de desmalezamiento. Al tiempo nos ofrecen desde la municipalidad una bloquera que llegó como pago de una deuda  y nos la dieron para que comenzáramos con los ladrillos. No sabíamos nada de nada pero nos largamos sin miedo y en un día aprendimos muchísimo y eso nos dio un entusiasmo bárbaro», dice mostrando las pilas de bloques que tienen listos para entregar.
Todas las integrantes de la cooperativa –que lleva el nombre del día de su conformación– comparten varias características: son jefas de familias monoparentales, con trayectorias escolares interrumpidas y necesidad de constante orientación. Desde el IMV el apoyo es permanente, con capacitaciones laborales específicas y vinculadas al cooperativismo, y formación en aspectos contables y legales.
«Cuando llegamos a este galpón estaba lleno de mugre y en un mes lo solucionamos», dice Jésica Lencinas, síndica de la cooperativa. «Arrancamos aprendiendo, desde cero, a fabricar losetas de cemento con los moldes que recuperamos; después nos largamos a producir ladrillos block y lo que venga; por ejemplo, también hacemos escalones y listones de cemento. Esto que sale de acá lo vemos después en los espacios públicos de Villa María como el Parque de la Vida, la Plaza de los Olmos, la costanera, también en escuelas y en más de 250 viviendas que se han hecho con estos materiales», agrega con orgullo y remarca: «Estamos muy agradecidas por el apoyo continuo que recibimos de la municipalidad, porque sigue también cuando salimos del galpón; los miércoles tenemos reuniones con la asistente social para tratar los conflictos que aparezcan».
«Me gustaría agregar que también participamos colectivamente en el armado de una huerta que está en los predios del galpón donde trabajamos. Tenemos ya mucha producción de verduras y aromáticas y lo más novedoso es que estamos recibiendo asesoramiento del INTA para especializarnos en la construcción de huertas verticales; estas las incorporaríamos a un nuevo barrio municipal de viviendas sustentables», dice Déborah Gómez, otra asociada.
Desde la IMV promueven que las cooperativas creadas se asocien entre sí y se fortalezcan insertas en estructuras locales, provinciales y nacionales. El municipio villamariense apostó a la economía social, creando en los últimos dieciséis años de trabajo más de veinte cooperativas, la mayoría de servicios e insumos que el organismo local necesita para su funcionamiento.
«Al comienzo de nuestra actividad la gente nos miraba de arriba abajo –comenta Natalia Patelli, vocal de 20 de Octrubre–. Subíamos al ómnibus  llenas de mezcla y con olor a gasoil, pero muy orgullosas de lo que hacemos porque no es para cualquiera. Jamás hubiéramos imaginado que nos ganaríamos la vida con esta cooperativa». También cuenta que en el futuro quieren incorporar a más mujeres, incrementar la producción y variar la actividad hacia la confección de macetones, bancos de cemento, además de abastecer a corralones y privados. «Ahora la municipalidad nos brinda la materia prima y nosotros entregamos nuestra producción como parte de pago. Si por mal tiempo no podemos cumplir, nos adelanta el dinero de la semana y después devolvemos. Nuestro deseo es fortaleceremos cooperativamente. Aquí nadie tiene miedo a no poder», remata mientras todas vuelven a calzarse guantes y cascos amarillos y apuran el final de la charla para cargar con bloques un camión municipal que espera la entrega semanal.

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