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Con su amplio triunfo la oposición tendrá mayoría en la Asamblea Nacional y podrá impulsar medidas que condicionen el futuro de la Revolución Bolivariana. Claves de la derrota e impacto en la región.

 

Después de 17 años ininterrumpidos de gobierno, el chavismo perdió su primera elección legislativa. Fue por una diferencia apabullante, en un contexto de crisis económica y constantes ofensivas desestabilizadoras por parte de la derecha local e internacional. El resultado no solo provocó un cimbronazo a nivel regional, sino que también dejó a la oposición venezolana con una mayoría en el Congreso que le permitiría derogar leyes fundamentales e incluso impulsar un plebiscito para derrocar al presidente Nicolás Maduro.
Según las cifras definitivas del Consejo Nacional Electoral, la Mesa de Unidad Democrática (MUD, que aglutina a los partidos opositores al chavismo) alcanzó el 65,27% de los votos, mientras que el Gran Polo Patriótico (GPP, liderado por el oficialismo) llegó al 32,93%. La diferencia entre una y otra coalición fue de más de 2 millones de votos, lo que permitirá que, a partir del 5 de enero, la oposición tenga 112 bancas (sobre un total de 167) en la Asamblea Nacional. Es decir, el número exacto para controlar los dos tercios de la cámara legislativa.
Con esa mayoría, la derecha venezolana podrá interpelar ministros, remover jueces del Tribunal Supremo y sancionar leyes especiales, como una iniciativa para amnistiar a los dirigentes políticos encarcelados. El caso más conocido es el de Leopoldo López, líder del partido Voluntad Popular y esposo de Lilian Tintori, quien encabeza una campaña internacional para lograr la libertad de su marido. «Debe salir de prisión de manera inmediata», afirmó la mujer apenas se conocieron los resultados de la elección legislativa del pasado 6 de diciembre. Algo similar había dicho el 22 de noviembre, cuando fue hasta el búnker de Cambiemos para felicitar a Macri por su victoria en el balotaje.
Otra de las iniciativas que la oposición podría impulsar es un referendo revocatorio para que el pueblo decida sobre la continuidad de Maduro como presidente. Solo estaría habilitada a hacerlo a partir de abril del año que viene, cuando el mandatario cumpla tres años al frente del Palacio de Miraflores.

 

Repercusiones
Consultado por Acción, el reconocido periodista y escritor venezolano Modesto Emilio Guerrero se mostró preocupado por la situación que vive su país y auguró un futuro sombrío para el gobierno de Maduro. «La oposición irá contra tres leyes básicas: la de Tierras, la de Aduanas y la Orgánica de los Trabajadores. Esas leyes son, de algún modo, la mitad de la Revolución Bolivariana. Si logra demolerlas, el resto caerá solo», explicó el autor de ¿Quién inventó a Chávez?. Efectivamente, apenas dos días después del triunfo opositor, Fedecámaras –la principal organización empresarial de Venezuela, que tuvo un papel protagónico en el golpe de Estado de 2002 contra Hugo Chávez– exigió la eliminación de las leyes mencionadas por Guerrero.
El resultado de la elección no tuvo un impacto meramente local. Los principales líderes de la derecha internacional festejaron la victoria de la MUD, a la que consideraron un «abrumador deseo de cambio» por parte de la sociedad venezolana. Así lo sostuvieron, entre otros, el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry; el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy; el primer ministro británico David Cameron; el exmandatario colombiano Álvaro Uribe; y el flamante jefe de la Casa Rosada, Mauricio Macri, que aprovechó la ocasión para pedir la inmediata libertad de los «presos políticos» en el país bolivariano.
El politólogo y analista internacional Juan Manuel Karg sostuvo que la derrota del chavismo «significa la segunda alarma consecutiva tras el triunfo de Macri» y advirtió sobre la «restauración conservadora» de la que habló el presidente ecuatoriano Rafael Correa. «Las fuerzas progresistas, de izquierda y nacional-populares de la región afrontan un nuevo momento que deberá ser analizado con rapidez para encontrar soluciones acordes a lo que se juega: la estabilidad de las conquistas sociales de la última década y media», sostuvo Karg en diálogo con esta revista.
Para Guerrero, la derrota del oficialismo venezolano «confirma que el efecto Macri» llegó al Caribe. «Esto generó una repercusión aún mayor que la propia victoria del líder del PRO en la Argentina, porque la Revolución Bolivariana creó un imaginario a partir de la figura de Chávez que fue tomado como movimiento de vanguardia no solo en Latinoamérica, sino también en Medio Oriente y Europa. Esto es algo que no ocurría desde la época del castrismo, y por eso esta elección tiene un efecto tan negativo», explicó el escritor venezolano. Algo de eso ya había dicho el propio Maduro, cuando identificó a su país como «clave» para la «estabilidad política, económica y social» del mapa latinoamericano.
La situación es particularmente delicada si se tiene en cuenta que la derrota del chavismo se combina con el triunfo de la derecha en la Argentina y la crisis política y económica que golpea al gobierno de la presidenta brasileña Dilma Rousseff. Se trata, justamente, de tres países que fueron pilares del proceso de integración regional iniciado en 2005, tras la histórica cumbre en la que Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez rechazaron el ALCA ante un enfadado George W. Bush.
Los resultados de las elecciones en Venezuela y la Argentina decantaron en un llamado a la reflexión. Maduro y el presidente boliviano Evo Morales, por ejemplo, pidieron repensar una nueva estrategia para defender a las «revoluciones democráticas» que impulsan «procesos de liberación en los pueblos».

 

Angustia económica
Al tiempo que esbozaban una autocrítica, ambos presidentes también denunciaron la permanente injerencia de Estados Unidos en Venezuela. El país bolivariano se convirtió en el enemigo predilecto de la Casa Blanca, que aplicó una demoledora ofensiva económica, política, social y mediática para horadar al gobierno de Chávez primero y al de Maduro después. Documentos secretos develados por Wikileaks dejaron al desnudo en varias oportunidades el ecléctico arsenal de maniobras utilizado por las presidencias de Bush y Barack Obama para desestabilizar a los gobiernos chavistas.
En ese cúmulo de operaciones –que incluye campañas de desprestigio y financiamiento a dirigentes golpistas–, la más importante es la «guerra económica» denunciada por Maduro desde hace al menos dos años. La estrategia de desabastecimiento de los grandes empresarios locales provocó la permanente falta de productos básicos en las góndolas de los supermercados venezolanos y generó un «estado de angustia», según palabras de Modesto Guerrero, entre las principales bases de apoyo del chavismo: la juventud y las mujeres de las barriadas populares.
Efectivamente, después de vencer en 18 de las 20 elecciones realizadas desde 1998, el chavismo perdió por primera vez con una diferencia tan abultada, lo que significa que gran parte del pueblo le dio la espalda. «Mucho pueblo chavista ha votado por nosotros», resumió el gobernador opositor Henrique Capriles. Las cifras son claras: un 10% de los habituales votantes del chavismo se pasó a la derecha. En las elecciones de 2013, Maduro había logrado más de 7,5 millones de votos. Ahora, el oficialismo obtuvo 5,6 millones.
¿Cómo se explica semejante pérdida de apoyo? Si bien las denuncias por corrupción y la creciente inseguridad en las calles fueron factores importantes, todos los analistas coinciden en que la situación económica fue determinante. Es cierto que el proceso iniciado por Chávez allá por 1999 transformó radicalmente a la sociedad venezolana: según datos de la CEPAL, el desempleo bajó del 15% al 7% en 17 años de gobierno, mientras la FAO reconoció al país por su labor en la reducción de la pobreza extrema, la desigualdad y el hambre. Sin embargo, los datos económicos de los últimos tiempos no son tan alentadores. La tasa de pobreza pasó del 25,4% en 2012 al 32,1% en 2013. También creció la indigencia, que en ese mismo período subió del 7,1% al 9,8%.
Esos números se combinan con una fuerte inflación, extremadamente difícil de calcular. El gobierno no ofrece cifras oficiales desde el año pasado, mientras la oposición habla de un aumento de precios que va del 200% al 800% anual. El país está en recesión desde hace ya algunos años y, para colmo, el precio del petróleo continúa en picada. Según los últimos datos, el barril de crudo bajó a los 40 dólares. Un golpe brutal para una economía como la venezolana, en la que el 85% de las exportaciones corresponden justamente al comercio de petróleo.
Maduro consideró a la derrota electoral una «bofetada para despertar». Por delante tendrá una titánica tarea para continuar gobernando un país envuelto en una crisis severa. Deberá hacer frente a la arremetida especuladora y a los embates desde el exterior, en un clima regional que no es favorable como hace 10 años. También tendrá que abrir un gran debate ante la sociedad y rever su estrategia económica, dependiente casi exclusivamente de la renta petrolera.
Claro que todo eso no será fácil. Pero, como dijo Fidel Castro, una revolución no es un camino de rosas, sino el más complejo y convulso de todos los acontecimientos históricos.

Manuel Alfieri