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El arribo de carne desde Estados Unidos, luego de 26 años de veda, fue la gota que rebalsó un vaso saturado de problemas para las economías regionales. La apertura genera además un riesgo sanitario para la producción local.

Importaciones. Durante los primeros diez meses de 2018 se incrementaron un 15,6%. (Diego Giudice)

El 2018 será difícil de olvidar para los productores porcinos, ya que será recordado como el año en que se volvió a permitir el ingreso de carne de cerdo desde Estados Unidos, luego de más de un cuarto de siglo de protección de la industria local, como parte de un acuerdo que perjudicó a Argentina. A esta situación, se sumaron los problemas que enfrentan las producciones de las economías regionales y la economía en general: apertura de importaciones, caída de rentabilidad, fuerte incremento de costos productivos por la devaluación y consecuente inflación, presión impositiva, destrucción del mercado interno y altas tasas de interés. De acuerdo con datos de la Asociación Argentina de Productores Porcinos (AAPP), durante 2018 –medido a octubre– la importación se incrementó 15,6% respecto al año anterior.
El sector se había fortalecido en la década pasada, a partir de una serie de incentivos oficiales, en medio de una pelea entre el gobierno nacional y los sectores concentrados ruralistas por la liberación del precio de la carne vacuna a niveles de los mercados internacionales. Esto se resolvió a favor de los ruralistas ya con la actual administración. En 2017 la industria porcina local, compuesta por una red de granjas, matarifes y frigoríficos, facturó cerca de 2.000 millones de dólares (0,4% del Producto Interno Bruto). Generó 37.000 puestos de trabajo, de los cuales 17.500 están abocados a la tarea rural en granjas, según la AAAP. Es una industria de mano de obra intensiva y, por lo tanto, un sector sensible de la economía. La producción está concentrada en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, mientras que los datos oficiales dan cuenta de un consumo per cápita cercano a 12,5 kilos anuales.  

Caída libre
En el sector informan que cierran un 2018 muy complicado con el incremento de la entrada de producción extranjera como dato saliente. Mientras que en 2017 se importaron 27.716 toneladas, en 2018 ingresaron (en diez meses) 32.044 toneladas. A esto se le suma el efecto de la devaluación en los costos, a partir del aumento en los cereales y la oleaginosa, alimento para el cerdo. Según datos del sector, el alimento representa el 70% de los costos.
Además del duro golpe en materia de comercio exterior, la apertura genera también un riesgo sanitario. La prohibición durante 26 años de la entrada de carne de cerdo estadounidense responde al temor al Síndrome Respiratorio Reproductivo Porcino (PRSS por sus siglas en inglés), una enfermedad presente en el país del norte, que podría poner en riesgo sanitario a la producción local.
Esta situación reduce además los márgenes de rentabilidad de la actividad. Según declaraciones del médico veterinario Jorge Brunori, del Grupo Porcino de INTA Marcos Juárez, la situación «puso en jaque la rentabilidad de los sistemas. Nos ha llevado a la pérdida de productores, sobre todo en el extracto más numeroso que son los pequeños y medianos», dijo el especialista. Los más afectados son los sistemas de pequeña y mediana escala, que se caracterizan por ser una alternativa de producción adecuada dado que permiten un mejor aprovechamiento de los recursos naturales, de las capacidades sociales y con una base sustentable sobre principios ligados con el respeto ambiental y el bienestar animal.

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