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Nacida dentro del histórico club del barrio porteño de Agronomía, funciona desde hace 16 años bajo el modelo autogestivo. Docentes y familias trabajan en conjunto para sostener una entidad educativa orientada al deporte y la recreación.


Asociarse para enseñar. Andrea Pérgamo (docente), Orlando, Timinesky y Echeverría. (Horacio Paone)

Con 520 alumnos y 80 asociados (docentes y no docentes), la cooperativa de trabajo Instituto Comunicaciones, ubicada en el barrio porteño de Agronomía, transita por su décimo sexto año de fructífera gestión educativa y solidaria. Todo empezó en la década de 1980, cuando el histórico Club Comunicaciones, en asociación con el Sindicato del Correo, decidió impulsar una propuesta de formación para los hijos de los trabajadores del club. Luego, a principios del nuevo siglo, la institución deportiva entró en quiebra. «Durante el primer periodo del proceso judicial la escuela continuó funcionando, pero, en agosto del 2002, el juzgado nos comunicó a los trabajadores que el ciclo lectivo no se iba a abrir al año siguiente», rememora Romina Orlando, profesora de Historia y tesorera de la cooperativa. Tomando el ejemplo de empresas recuperadas que comenzaban a surgir en ese entonces, decidieron emprender el camino de la autogestión. «A diferencia de una fábrica recuperada, donde, si el plantel de obreros se reduce, las tareas se reparten entre los que quedan, nosotros tuvimos que salir a buscar docentes que quisieran asociarse a nuestra propuesta para poder cubrir todos los grados», dice María Eugenia Echeverría, profesora de Matemática y secretaria de la entidad.
Volver a poner en marcha la organización escolar en tres niveles de enseñanza era todo un desafío que prosperó gracias al apoyo de buena parte de las familias de la institución. El ciclo lectivo de 2003 se inició con una matrícula de 90 alumnos para los tres niveles: inicial, primario y secundario. «Durante el verano, antes de arrancar, veníamos a limpiar, a pintar y también a organizar lo administrativo y lo pedagógico. Todos hacíamos todo. Fue un proceso de mucho esfuerzo y de gran aprendizaje», señala Erika Tisminetzky, docente y presidenta de la cooperativa. «Lo hicimos sin saber en qué nos estábamos metiendo. Firmamos los papeles y después nos fuimos encontrando con requisitos legales y trabas burocráticas», agrega Echeverría. Durante los primeros meses, la gestión no fue fácil: las clases tuvieron que comenzar una semana más tarde y los retiros de los trabajadores eran magros. «Recuerdo que el sueldo docente en ese momento era de unos 200 pesos y nosotras cobrábamos 138», dice la presidenta. «No sabíamos bien cómo repartir los ingresos. En una oportunidad me había tocado retirar 80 pesos, pero, cuando hicimos bien las cuentas, al mes siguiente me tuvieron que descontar 50. Fue terrible», rememora, hoy entre risas, la secretaria.  

Sello propio
En la actualidad, el Instituto Cooperativo Comunicaciones es el único establecimiento de gestión social de la Ciudad de Buenos Aires que cuenta con orientación en Educación Física en su currícula. La propuesta deportiva se complementa con talleres opcionales vinculados a la comunicación y la expresión. «Si bien la escuela contempla instancias competitivas en lo deportivo, esto no es una condición prioritaria», aclaran sus referentes.
Los integrantes de la cooperativa están convencidos de los beneficios que aportan las prácticas recreativas, lúdicas y deportivas en la conformación de la personalidad de cada estudiante y, también, en su desenvolvimiento social. «Más allá de tener alumnos federados en diferentes deportes, nuestra escuela tiene una impronta más descontracturada, tanto en los espacios de aprendizaje formal como en las áreas deportivas», afirman las asociadas.   
A fin de fortalecer su identidad cooperativa, la entidad realizó capacitaciones con el asesoramiento técnico de la Fundación IDELCOOP. «Más allá de que en el hacer diario de la escuela está presente el trabajo en equipo y los valores de la solidaridad y la cooperación, los cursos nos permitieron evaluar y visibilizar fortalezas, debilidades y potencialidades de nuestra organización», dice la tesorera. Una mirada vital para enriquecer la valiosa tarea de educar a las nuevas generaciones.