Entramado colectivo

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Con 12 asociadas, la cooperativa formoseña brinda no solo una salida laboral sino además un espacio de confraternidad y ayuda mutua. Gracias a las redes sociales y el «boca a boca», el proyecto creció: hoy planean abrir un local y lanzar una marca propia.


Mucho más que un trabajo. El grupo de costureras de Ingeniero Juárez confecciona guardapolvos, ropa blanca y todo tipo de uniformes.

En la localidad de Ingeniero Juárez, Formosa, un grupo de mujeres encontró en la forma cooperativa la manera de tener una salida laboral y generar un emprendimiento con sello propio. Así cuenta Amanda Ruiz los inicios de la cooperativa textil Arcoíris, entidad que hoy preside. Las asociadas son egresadas del curso de Corte y Confección que brinda el municipio, iniciativa que fue posible gracias al Fondo para el Desarrollo Productivo Industrial del Sector Textil (FONTEX) impulsado por el Gobierno provincial. A través de este programa se creó una red de talleres de indumentaria, cuyas unidades productivas están organizadas principalmente de manera cooperativa.
Las asociadas de Arcoíris empezaron confeccionado guardapolvos para proveer al Estado. Luego incorporaron sábanas y toallas. También fabrican ropa de trabajo, uniformes hospitalarios y para las fuerzas de seguridad. Cuando la demanda del Estado se redujo, comenzaron a explorar otras alternativas y se abrió a la demanda privada. «El boca en boca fue la primera promoción que tuvimos, además de la difusión que hacíamos por las redes sociales», dice Ruiz. La calidad y la diversidad de las confecciones de Arcoíris hicieron que la cooperativa se hiciera conocida rápidamente, incluso más allá de las fronteras de su localidad: actualmente recibe pedidos de la capital de Formosa y de las provincias de Salta y Chaco. «Hacemos también uniformes escolares, trajes de danza, indumentaria para hospitales y hoteles, vestidos de fiestas y todo lo que nos pidan», enumera la presidenta.
Arcoíris no solo permitió a sus asociadas insertarse en el mundo del trabajo sino también generarse condiciones laborales dignas. «La mayoría trabajábamos en malas condiciones, en condiciones precarias y sin continuidad –rememora Ruiz–. Yo hacía cosas dulces y las vendía por la calle, y cada vez era más difícil encontrar compradores». Ahora, más allá de algunas dificultades que atraviesan debido a la situación económica del país, las cooperativistas se manifiestan conformes. «Estamos muy contentas porque tenemos un lindo trabajo, que mejoró nuestra calidad de vida», dice Ruiz.

A todo trapo
En el taller de la cooperativa textil el traqueteo de las máquinas es incesante. Ocho máquinas rectas, cinco overlock, una ojaladora, una botonera y una plancha industrial son las principales herramientas de las costureras formoseñas. Proyectan lanzar una marca propia que se comercializará en el local que están construyendo con recursos generados por la cooperativa en el centro de Ingeniero Juárez. Para concretar este proyecto, la entidad recibió un microcrédito por parte del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.
Son 12 las costureras que comenzaron y continúan con este emprendimiento colectivo. Entre ellas se encuentra una profesora, encargada de la capacitación permanente. Luego de 8 años de trabajo, las asociadas de Arcoiris cuentan con alegría que la cooperativa no solo les permitió resolver sus necesidades laborales sino que allí también encontraron un espacio de contención y de confraternidad. «Tenemos nuestro días de fiestas, celebramos juntas los cumpleaños. Somos compañeras, somos amigas, estamos en las buenas y en las malas. Si una se enferma o está mal, nos ayudamos y acompañamos, tanto en lo material como en lo emocional. También es muy reconfortante cuando vienen las clientas y nos dicen que la ropa que les hicimos les gusta y les queda bien. Nos mandan fotos», cuenta Amanda sonriente, y concluye: «Es un lindo trabajo».

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