Entre espinas y rosas

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Con una larga trayectoria, nuclea a productores de la zona de cultivo de flores más importante del país. Su gran mercado, ubicado en el barrio porteño de Barracas, es el epicentro de una actividad que busca nuevos horizontes de comercialización.


Olavarría 3240. El predio de la entidad recibe diariamente a unas 3.000 personas.

La historia cuenta que fueron 32 cultivadores de origen japonés los que, el 19 de noviembre de 1940, fundaron la Sociedad Cooperativa de Floricultores Nippar, que, 11 años después, tomó el nombre que lleva hasta hoy: Cooperativa Argentina de Floricultores. En su desarrollo participaron productores de distintas nacionalidades: portugueses, italianos, españoles. Cultivaban claveles, rosas y crisantemos, las variedades con más historia y que representan la mitad de la producción actual. En los últimos años, sin embargo, han comenzado a explorar nuevas especies, como lisianthus, lirios o azucenas, gerberas, astromelias, fresias y flores tropicales.
Hoy, la sede principal de la cooperativa es el Mercado Central de Flores, ubicado en la calle Olavarría 3240, en el barrio porteño de Barracas, un galpón de 20.000 metros cuadrados que recibe a diario a unas 3.000 personas que llegan a vender y comprar flores. Desde allí también parten camiones refrigerantes con flores que viajan a distintas provincias del país.
«La Cooperativa está conducida por un consejo de administración integrado por 12 miembros, que es fiscalizado por una sindicatura integrada por un titular y un suplente. Somos todos floricultores activos dentro de la institución, es decir que enviamos producción a los mercados», cuenta a Acción Víctor Manuel Da Silva Sequeira, presidente de la cooperativa, que heredó el oficio de sus abuelos portugueses.
Según datos de la misma entidad –que hoy agrupa a 600 productores activos–, se calcula que en el país hay unas 2.500 hectáreas cultivadas de flores, de las cuales un 25% son invernaderos. La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) estipula que el 58% del terreno dedicado a estos tipos de cultivos está en la provincia de Buenos Aires, en el sector denominado «cinturón verde bonaerense» que conforman Escobar, Florencio Varela, La Plata y Pilar, aunque también hay flores que vienen desde Corrientes e, incluso, desde Bariloche. En una encuesta realizada por la cooperativa, estiman que el consumo de flores es de un 30% para uso personal; un 20% para cementerios un 15% para regalos; un 20% para casamientos y otro 15% para otro tipo de eventos. Gran parte de esas ventas se hace por entrega a domicilio o a través de sitios de internet. «Hace quince años las cosas cambiaron: ahora las flores se compran para los vivos y no para los muertos», afirma Da Silva Sequeira.
Un eslabón importante en la cadena de comercialización son las florerías porteñas que compran flores a la cooperativa (alrededor de 800 comercios) y unos 1.200 puestos que están en la vía pública de la ciudad. «Los mayoristas trabajan sobre pedidos, es decir que adquieren las cantidades que previamente les encargan. Recientemente –detalla Da Silva Sequeira–, se han formado grupos de cultivadores organizados con su propio vendedor que comercializan tanto en forma independiente como a través de la cooperativa».

Alternativas
La venta de flores no está exenta de las variaciones macroeconómicas del país, pero el promedio ha ido en aumento. Sin embargo, esto no se debe a un incremento de la producción local, sino a la comercialización de flores importadas, que no ingresan al mercado de la cooperativa. Da Silva Sequeira sostiene: «Es evidente que nuestro sector atraviesa por una situación crítica, lo que obliga a los productores a buscar alternativas para comercializar sus productos, como la venta en los propios cultivos, es decir, en el mismo lugar en el que se producen». Ante este escenario, los floricultores nucleados en la cooperativa han encarado el desafío de exportar. «No es una meta fácil integrarse a un circuito que cuenta ya con más de 25 países que colocan sus flores en los mercados mundiales –detalla el presidente–. Comenzamos principios de 1995 con pequeños envíos hacia España y Brasil. Hasta ahora se superaron todas las barreras fitosanitarias y se cumplieron todas las normativas de calidad».

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