Esfuerzo compartido

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El Banco Credicoop tiene un estrecho vínculo con la Asociación Civil Fraternidad por una Vida Digna, que lleva a cabo la construcción de viviendas para los sectores sociales más desfavorecidos.

 

Mancomunados. Integrantes de la asociación civil junto con Maximiliano López, gerente de la filial del sur santafesino. (Carlos Carrión)

Me recibí de arquitecto allá por el año 1960 y lo primero que hicimos con mi esposa fue una piecita de ladrillo y mezcla de barro para un viejito que estaba durmiendo a la intemperie. En el camino hemos tenido proyectos muy buenos y otros que no resultaron ser los mejores, sobre todo cuando no se trabaja la cultura solidaria que debe primar en cada iniciativa». Las palabras de Jorge Drab, presidente de la Asociación Civil Fraternidad por una Vida Digna, de Cañada de Gómez,  ciudad ubicada en el sur de la provincia de Santa Fe, resumen toda una vida dedicada a la construcción comunitaria de viviendas. «Nuestra asociación se formó en  2007, pero el trabajo de varios de nosotros se remonta a la década del 60. Desde entonces venimos bregando para que las personas que no tienen una casa propia puedan cumplir ese desafío y se comprometan con otras familias que tienen la misma necesidad», subraya Marta Steiner, docente jubilada y otra histórica referente de este tipo de emprendimiento colectivo. Como parte del trabajo conjunto con entidades de su medio, la asociación se vinculó con la filial local del Banco Credicoop. De esta manera, actualmente llevan adelante acciones conjuntas, unidas por la filosofía de la solidaridad y la ayuda mutua.

Ladrillo sobre ladrillo
Entre 1968 y 1975 una comisión de vivienda integrada por Drab, Steiner, Anita Besson, Aidé Dao, Raquel Gay y otros vecinos de Cañada llevó adelante la construcción del Barrio Juan XXIII, un plan de 31 inmuebles que contó con el financiamiento del gobierno provincial, la cesión de terrenos municipales y la construcción de los propios beneficiarios a través de un sistema de ayuda mutua y esfuerzo compartido que benefició a familias que vivían en zonas inundables. Dicha obra también tuvo el respaldo del cura Armando Amirati, quien estaba al frente de la parroquia local. La última dictadura militar hizo que el proyecto se diluyera y sus integrantes tomaran distintos caminos, aunque varios de ellos siguieron impulsando experiencias cooperativas, hasta que a comienzos del siglo XXI, varias décadas después de aquel inicio, el desafío de ayudar a las personas que no tienen casa propia se puso nuevamente en marcha: en 2007 nació formalmente la Asociación Fraternidad por una Vida Digna. «Muchas veces se confunde a nuestra institución con una sociedad de beneficencia, cuando en realidad somos una empresa de la economía social que genera trabajo y un movimiento económico que busca canalizarse de manera colectiva», subraya Drab. Actualmente cuentan con alrededor de 90 asociados (incluidos a los beneficiarios, que son socios adherentes), tienen cuatro áreas de asesoramiento (técnico, contable, legal y social) y están en plena ejecución del plan «Mi tierra, mi casa», un proyecto de 14 viviendas que se levantan en terrenos comprados por la institución, que recibe materiales de la Secretaría de Hábitat y Vivienda de la provincia de Santa Fe. La mano de obra está a cargo de los futuros beneficiarios. Asimismo, Elsy di Tomaso, vocal de la asociación, puntualiza que reciben la colaboración de decenas de comerciantes locales, realizan actividades para recaudar fondos y sus proyectos han sido financiados por el Banco Credicoop y la Mutual del Centro Económico.
El vínculo con el banco cooperativo es de larga data: varios de los integrantes han participado activamente en la vida institucional de la filial santafesina desde la época en la que ésta era una  caja de crédito. Ese vínculo de antaño se mantuvo como un lazo entre ambas instituciones sostenido a lo largo del tiempo por las sucesivas generaciones de dirigentes. El gerente de la filial, Maximiliano López, comenta que la entidad recibió también uno de los premios institucionales que otorgan las filiales del Banco a emprendimientos de su medio.
El énfasis en el trabajo colectivo es otra característica que hermana a ambas instituciones. «Las personas vienen detrás de la solución de un problema puntual, pero desconocen que nuestra tarea es resolver problemáticas grupales y generar cambios en los modos de entender el trabajo colectivo. Hacer una casa en estas condiciones puede ser un proceso muy enriquecedor si se pone en primer plano el valor humano», puntualiza Verónica Arrieta, contadora de la asociación. Un caso testigo de esta experiencia solidaria es el de Héctor Flores, actual síndico de la asociación y antiguo beneficiario del proyecto: «Yo trabajaba en el campo y me tenía que jubilar, así que me quedaba sin casa, ya que vivía en una propiedad de los patrones. Era difícil. Pude comprar un terreno y, después de un tiempo, me enteré que existía la asociación y empezamos a buscar soluciones. Mi casa se fue haciendo entre 2007 y 2010 con el trabajo de familiares y albañiles amigos». Esta fue la forma en que muchos cañadenses pudieron ver materializado el ansiado sueño de la casa propia.

Lautaro Cossia

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