Estado de malestar

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Para conciliar el sueño, para calmar la ansiedad, para estar contentos. Por prescripción profesional o automedicación, las pastillas se convirtieron en un recurso utilizado por personas sanas para sobrellevar situaciones de la vida diaria. Los riesgos de un comportamiento que ya está naturalizado.

(Foto: Jorge Aloy)

Según el último Estudio Nacional sobre Consumo de Sustancias Psicoactivas realizado por la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina, Sedronar, sobre la población de 12 a 65 años entre 2016 y 2017, el 15% consumió tranquilizantes o ansiolíticos alguna vez en la vida, incluyendo tanto a quienes consumieron por prescripción médica como a los que no, lo cual representa casi 3 millones de personas. El relevamiento, que incluyó datos de localidades urbanas de 80.000 habitantes o más y se hizo sobre 20.658 casos, mostró que el consumo de psicofármacos en mujeres supera al de los varones a partir de los 35 años, especialmente entre los 50 y los 65 años. Así, mientras que las mujeres consumen tranquilizantes y ansiolíticos en un 17,6%, los varones lo hacen en un 12,8%, y cuando se observa la franja etaria que va de los 50 a los 65 años, ellas llegan a un consumo del 35%, mientras que los hombres lo hacen en un 26,4%.
El trabajo mostró además que la edad promedio de inicio en el consumo de tranquilizantes o ansiolíticos sin receta fue cercana a los 25 años y que la mayor prevalencia de dicho consumo se da en personas desocupadas. Por otra parte, entre quienes refirieron haber consumido tranquilizantes o ansiolíticos en algún momento de su vida, la mayor parte de los tranquilizantes consumidos pertenecen al grupo de las benzodiazepinas, en mayor medida clonazepam (55,6%) y alprazolam (30,2%).
Así, como pocas veces el trabajo de la Sedronar puso negro sobre blanco respecto de una problemática que está casi naturalizada por tratarse de drogas legales.
«Hoy se usa clonazepam para ataques de pánico, para conciliar el sueño, para afrontar procesos vitales como un duelo, es decir, se medicalizan procesos normales de la vida, todo pasa por el remedio. Hasta las publicidades de los medicamentos de venta libre van en ese sentido: no te venden el medicamento, lo que te venden es un estilo de vida, la felicidad; si no te duele la cabeza, podés salir de tu casa y encontrar el amor de tu vida», señala en diálogo con Acción Laura Raccagni, coordinadora del Observatorio de Salud, Medicamentos y Sociedad, de la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA).
Si bien no hay datos estadísticos locales, a nivel mundial se sabe que la depresión y la ansiedad son los perfiles diagnósticos más comunes y la Argentina, sobre la base de trabajos focalizados, respondería a ese perfil.
«El insomnio es muy frecuente entre la población, otros trastornos comunes son la ansiedad y los de tipo depresivo. Es importante aclarar que el uso adecuado de psicofármacos debería estar en relación con un diagnóstico, deberían poder tomarlos todos aquellos que están bajo un tratamiento y de acuerdo con un diagnóstico psiquiátrico, siempre y cuando se entienda que su patología puede verse beneficiada y mejorada con el uso de alguna molécula psicofarmacológica», advierte Verónica Mora Dubuc, médica psiquiatra e integrante de la Comisión de Prensa de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA).

Estrés. La medicalización de procesos normales de la vida, estimulada por los laboratorios, es un fenómeno característico de las últimas décadas. (Jorge Aloy)

El problema parece residir en que los productos que tienen mayor prescripción, es decir las benzodiazepinas, no solo son recetados por psiquiatras, sino que muchas veces son una herramienta de uso entre los médicos clínicos, los cardiólogos y los neurólogos. «Los más comunes en el mercado son el alprazolam y el clonazepam, en una época se usaba también el lexotanil. Cuando el problema que se trata tiene que ver con el insomnio, se usa bastante el lexotanil, hay muchas personas que reciben esta indicación para poder dormir», aseguró Mora Dubuc.

Fuera de control
Según sostiene Marcelo Peretta, doctor en Farmacia y Bioquímica y presidente del Sindicato de Farmacéuticos y Bioquímicos, los psicofármacos circulan en los boliches bailables, en los kioscos y sobre todo por internet, lo cual provoca que muchas personas hagan un consumo sin control, por un tiempo mayor al recomendado y sin ningún tipo de seguridad respecto de las condiciones en que ese medicamento se encuentra.
«Unos 8 millones de argentinos consumen regularmente psicofármacos, lo cual significa aproximadamente 96 millones de recetas anuales. internet potenció mucho el negocio, diría que es creciente algo que hasta hace algunos años era despreciable. Hoy 8 de cada 100 psicofármacos se venden a través de la red, fundamentalmente por dos razones: porque se usa internet para todo y porque la compra es en la intimidad, no se tienen que dar explicaciones. El peligro es que se venden partidas vencidas, sin el control de calidad asegurado; a diferencia de lo que ocurre en la farmacia, aquí no hay control», asevera Peretta entrevistado por Acción.
No obstante, hay quienes sostienen que la venta por fuera de la prescripción médica responde más a un mito que a una realidad, aunque no niegan que la automedicación existe, pero por otros motivos.

Appiani. «La depresión tiene muchos síntomas, no es solamente tristeza.»

«La automedicación ocurre, no digo que no, pero en general es más un mito, porque este tipo de medicamentos es difícil de conseguir sin receta, en general, la automedicación tiene otro comienzo, es decir, al psicofármaco siempre lo prescribe un médico. Lo que pasa es que no se le da importancia al tiempo que debe ser utilizado y la persona sigue con ese medicamento sin control, entonces va a otro médico o al mismo para que le siga haciendo la receta. Hay una cuestión de falta de información porque los hipnóticos, en su gran mayoría, no pueden ser consumidos por más de 4 semanas consecutivas, además no deben ser utilizados para el estrés cotidiano de la vida y, la mayoría de las veces, se prescribe para eso justamente», dice Francisco Appiani, psiquiatra e integrante de la Unidad de Psiconeurofarmacología perteneciente a la Dirección de Docencia e Investigación del Hospital de Clínicas José de San Martín.

Raccagni. «No te venden un medicamento sino un estilo de vida, la felicidad.»

En línea con lo manifestado por Peretta, Raccagni subraya que la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) lo único que dio fue una sugerencia a la población para que no compre medicamentos a través de internet. «Hay un convenio de ANMAT con el sitio Mercado Libre por el cual no puede vender medicamentos, pero, para sortear esta prohibición, la gente los publica con una falta de ortografía, por ejemplo, entonces el sistema no los reconoce como medicamentos. Estas publicaciones son efímeras, pueden durar 2 o 3 horas y desaparecen, en ese tiempo se venden. Según una encuesta de la Organización Mundial de la Salud, el 10% de los medicamentos que se compran a través de la red pueden ser falsificados, adulterados o apócrifos», indica.

Dubuc. «El uso adecuado debe estar en relación con un diagnóstico psiquiátrico.»

Aun adquiridas bajo receta, drogas como las benzodiazepinas tienen además efectos sobre el sistema nervioso central y alteran el comportamiento, por esto necesitan el control médico.
«La persona puede tener accidentes, perderse o hasta tener embarazos no deseados por no haberse cuidado, hay efectos que pueden complicarle la vida porque su comportamiento está alterado. Por otro lado, muchos de ellos son depresores del sistema nervioso central y pueden provocar un cuadro de intoxicación aguda. En los adultos mayores, hay que tener un particular cuidado porque la sedación puede provocar problemas asociados, como las caídas nocturnas, que en esta población provocan fracturas de caderas muy difíciles de tratar», advierte Dubuc.

Peretta. «Hoy, 8 de cada 100 psicofármacos se venden a través de internet.»

Sin tiempo para lágrimas
Lejos está la Argentina de tener un consumo de psicofármacos asociados al éxito, como el conocido caso del Adderall o Ritalina (metilfenidato) que es altamente popular entre los estudiantes de Estados Unidos. Esto se debe en gran medida a la manera en que la salud es considerada en el norte.
«En países como Estados Unidos la salud no es un derecho, es un bien de mercado más, en la Argentina sí es un derecho y el Estado tiene la obligación de garantizarlo, por eso regula muchas de las prácticas sanitarias. En Estados Unidos los factores vinculados con la salud pueden ser objeto de comercio, de hecho, la medicación tiene publicidad para que vos elijas más este antidepresivo o aquel ansiolítico, porque se piensa al paciente como un consumidor. Nosotros estamos en un lugar diferente, sería más difícil que ese escenario se reprodujera aquí. No obstante, sí somos una sociedad que busca soluciones mágicas con todo, no solo con la pastilla», refiere Dubuc.
Para la profesional, ciertamente hay un imaginario social, muy potenciado por la publicidad, que propicia el consumo como camino hacia la felicidad. A veces, se trata del consumo de una zapatilla o de un teléfono; y otras, de ciertas sustancias que supuestamente causan bienestar.
«Hay gente adicta a los psicofármacos, que no sale de su casa si no tomó su clonazepam, su lexotanil, porque cree que si no lo toma, no puede encarar la vida, eso es enfermar a una persona sana. La crisis social y económica aumenta el consumo de estas sustancias, la gente que se queda sin trabajo empieza a fumar, a comer de más y también se empastilla creyendo que es la forma de enfrentar el problema. El psicofármaco no es el instrumento para procesar esta situación», asevera Peretta.
Es probable que existan muchas situaciones que se diagnostican muy rápidamente, por ejemplo, los cuadros de depresión, con la intención de «etiquetar» el problema y buscar una solución. Según los especialistas, cuesta ver hasta dónde hay una reacción normal ante algo que ocurrió en la vida de una persona –la muerte de un ser querido, una separación, la pérdida de un trabajo– y en qué punto empieza a ser depresión.

Receta archivada. Durante épocas de crisis, el consumo de psicofármacos aumenta. (Kala Moreno Parra)

«La depresión tiene muchos síntomas, no solamente es tristeza, sino la incapacidad para disfrutar, los trastornos en la memoria, en la concentración, la alteración en el apetito, en el sueño, la culpa, las ideas suicidas, hay muchos elementos. El gran problema de la psiquiatría es que no tenemos exámenes complementarios que apoyen el diagnóstico, es puramente clínico, no hay ningún estudio que confirme o descarte un diagnóstico de depresión y, como el límite es difuso, puede ser que se esté medicando a personas que no lo necesitan», enfatiza Appiani.
No obstante, el psiquiatra advierte que también existe el riesgo de no tomar a la depresión como una enfermedad grave que necesita un tratamiento farmacológico. «Hoy se sabe que en una depresión de subtipo melancólico en un contexto de trastorno bipolar, la psicoterapia puede ser de ayuda, pero no corrige la evolución del cuadro, ahí también hay un riesgo de suicidio, por eso en situaciones como esta, los medicamentos pueden ser de utilidad –asegura–. Un gran problema es que hay pocos psiquiatras y la gran mayoría son de localización urbana, indica. En la Argentina se estima que solo hay 3.000 psiquiatras, es muy poco, esto sin considerar la estigmatización social sobre la psiquiatría que termina siendo contraproducente para muchos pacientes y que los lleva tal vez a no pedir ayuda».

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