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El santafesino, pieza clave de la recuperación futbolística de Independiente, brilla en el campeonato local gracias a su madurez y su exquisita pegada. Goles de Selección.

 

Santo diablo. El jugador, de 26 años, se ganó el cariño de los hinchas rojos por su entrega y sus impactantes goles. (Télam)

Federico Mancuello cumplió 26 años en un hotel de Washington, la ciudad en la que vivió sus primeros días como jugador de la Selección. A Mancuello le llegaron esas cosas –la convocatoria al Seleccionado, el reconocimiento popular, un posible pase al exterior– en la mitad de su vida como futbolista, cuando se supone que la curva se mantiene ahí arriba para comenzar a descender. Y no está nada mal porque, a su edad, todavía le queda mucho camino por recorrer y porque, sobre todo, Mancuello tomó una velocidad crucero en su carrera. Acaso por eso en su debut con la camiseta nacional haya convertido su primer golazo. Como si jugara para ganarle al tiempo.
Mancuello agarró la pelota cuando faltaban 2 minutos para el final del partido contra El Salvador. Era un tiro libre sobre la derecha que parecía una suerte de córner corto. Mancuello, que había reemplazado a Ángel Di María, le entró con la zurda y le dio una comba de gol olímpico; la pelota entró enroscándose sobre sí misma, mareada se metió en el ángulo del arquero salvadoreño. Gerardo Martino, el entrenador que apenas desembarcó en el cargo dijo que lo tenía en la mira, lanzó una sonrisa cómplice mientras sus jugadores gritaban el gol.
La obra de Mancuello fue lo más interesante de una producción argentina que, durante la gira por Estados Unidos, estuvo más centrada en la búsqueda de alternativas que en el brillo de sus estrellas. Por esa cuestión, al margen de las lesiones y los cuidados, Lionel Messi y Sergio Agüero miraban desde el banco cuando la pelota lanzada por el jugador de Independiente giraba sobre su propio eje hacia la red salvadoreña.
Mancuello expresa, de algún modo, al fútbol argentino; su nombre es el torneo local, el campeonato de 30 equipos, asuntos domésticos que suelen ser vapuleados por la opinión periodística. Pero ahí está: en los partidos de entrecasa, puede verse, por ejemplo, a jugadores como Mancuello. El fútbol local también puede alimentar a la Selección. En ese crecimiento a velocidad de bólido, hay que hacer un esfuerzo para recordar que el despegue de Mancuello, su momento fundacional, el comienzo de este amorío que mantiene con los hinchas rojos y el cariño que también genera en otras tribunas, ocurrió durante la estadía errante de Independiente en la B Nacional. Fue hace solo un año, acaso menos. Durante un desbarranco empezó esta historia. Desde ahí, las tinieblas para un club con la tradición de Independiente, Mancuello se colocó en posición de héroe, un traje muy distinto al que había vestido años antes.
Mancuello nació en Reconquista, Santa Fe, y creció como jugador de fútbol en las inferiores de Independiente. Debutó en 2008, cuando el Rojo iniciaba su debacle hacia lo que 5 años después terminó en el descenso. Pero nunca logró acomodarse. Fue parte de un logro que generó alegrías, pero también confusión, un descanso en el camino hacia el derrumbe: la Copa Sudamericana del año 2010, bajo el comando de Antonio Mohamed, uno de los entrenadores que más marcaron a Mancuello en su carrera. El santafesino ya era parte de una escenografía de película de terror para los hinchas, que le dedicaban silbidos e insultos. Así suelen ser las cosas en el fútbol. Mancuello tuvo que mudarse a Córdoba para jugar en Belgrano durante un año. Ese refugio, al menos, lo acercó a su hermana, de la que había tenido que alejarse cuando a las puertas de la adolescencia dejó Santa Fe para jugar en Independiente, el club del que era –y es– hincha, una herencia de sangre. Después de un año en Belgrano, regresó a un club en estado crítico. Y ahí vivió el descenso. Para Mancuello no había cambiado nada. Aunque había crecido, había madurado. En el plantel estaban 2 de los jugadores con los que fantaseaba cuando relataba en voz alta sus partidos: Daniel Montenegro y Federico Insúa, que había vuelto al club para dar una mano con el ascenso. Pero el símbolo del equipo, con Omar De Felipe en el banco, comenzó a ser él mismo: Mancuello. Aunque la angustia era demasiado grande como para disfrutar de ese momento.
Los tiempos en Primera modificaron esas sensaciones. Pudo haberse ido libre del club, pero no quiso aprovecharse de la situación: firmó un nuevo contrato para seguir en Independiente. Y ya con Jorge Almirón como entrenador, con un estilo de juego más agresivo, Mancuello se instaló en el equipo como un elemento fundamental, un mediocampista que se suelta para llegar al gol, apoyado en una zurda letal que expone en tiros libres, córners o pelotas en movimiento.
Así se ganó un lugar en la Selección, aunque en otra posición, más tirado al costado. «Es un chico con muchas ganas, inteligente, y le trajo alegría al vestuario que él haya convertido», dijo Martino: «Él valora mucho esta posibilidad y nosotros estamos muy contentos con eso». Pero el Tata agregó otro elemento: «Tiene el gol incorporado». Ese gol que llegó sobre el final, con Messi y Agüero como espectadores privilegiados. «Fue un debut soñado», dijo Mancuello. Ya hacía 2 días que había cumplido los 26 años, pero todavía tenía motivos para seguir festejando.

Alejandro Wall

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