Giro histórico

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Tras 53 años de acoso político y económico a la isla, se abre el camino hacia la reanudación de relaciones diplomáticas. El rol de Canadá y el Vaticano. Tema pendiente: el bloqueo.

 

Alegría. Mujeres cubanas celebran en Camagüey la liberación de Hernández, Labañino y Guerrero, tres de «los cinco héroes». (AFP/Dachary)

La historia de la relaciones de Cuba con Estados Unidos es en gran medida la historia del surgimiento de Estados Unidos como potencia imperial y la desaparición de España como imperio dominante en el Atlántico y el Pacifico. Porque la firma del Tratado de París en 1898, que ponía fin a la guerra hispano-estadounidense, significó el fin de la dominación española sobre Cuba, Puerto Rico y Filipinas, pero al mismo tiempo abrió el proceso de dominación estadounidense sobre esas naciones.
En el caso cubano, fue el comienzo de una relación que haría eclosión después del 1° de enero de 1959, cuando la guerrilla comandada por Fidel Castro tomó el poder en La Habana luego de la huída del dictador Fulgencio Batista. El gobierno del general estadounidense Dwight Eisenhower se apuró a reconocer a las nuevas autoridades. La dictadura de Batista era políticamente insostenible y en Washington pensaban que todo iba a cambiar para que todo permaneciera, como había sido desde fines del siglo XIX.
La Casa Blanca no tardó mucho en darse cuenta de que la Revolución Cubana iba a ser inmanejable para los intereses estadounidenses, al punto que ya a mediados de 1959 el propio Fidel Castro viajó a Estados Unidos y mostró su postura sobre el comunismo y la Unión Soviética. El rechazo de Eisenhower no se hizo esperar y la respuesta de Castro también fue endureciéndose.
Fue la hora de la nacionalización de empresas estadounidenses y de la reforma agraria. Las elecciones presidenciales no hicieron más que tensar la cuerda en Estados Unidos, que en 1960 disputaba la primera magistratura entre el vicepresidente Richard Nixon y la fulgurante promesa demócrata, John F. Kennedy. En ese marco, Eisenhower apoyó planes de invasión pergeñados por la CIA con grupos de cubanos que se habían exiliado en Miami por su odio visceral a los revolucionarios. Un odio nacido de la pérdida de privilegios de décadas, sustentados en su relación con los intereses estadounidenses. El proyecto que venía elucubrando la CIA corría paralelo a los planes de eliminación física del líder cubano, que incluyeron propuestas que solo podrían entenderse en el marco de la Guerra Fría. El caso es que Kennedy, que asumió en enero de 1961, se encontró con un plan de intervención a medio armar y no tuvo el coraje para abortarlo, aunque tampoco le puso todas las fichas que habrían colocado los republicanos en la misma situación.
En abril de ese año se produjo el intento de invasión a la isla en Playa Girón. Fue el triunfo más resonante de la Revolución, que pudo derrotar a un grupo de aventureros apoyados por Estados Unidos en forma encubierta. La respuesta de La Habana fue profundizar la relación con la URSS y el anuncio de que Cuba había elegido el camino socialista. Es cierto que en otras situaciones Estados Unidos había recurrido sin culpas a una invasión desembozada o a un golpe de Estado. ¿Por qué en este caso todo terminó en un fracaso? En primer lugar porque Playa Girón (o Bahía de Cochinos, para la nomenclatura estadounidense) demostró el apoyo popular con que contaba la Revolución. No es casual que el argentino Ernesto Che Guevara y los hermanos Fidel y Raúl Castro hubieran estado en la Guatemala de 1954, cuando la CIA organizó el golpe contra Jacobo Arbenz. Tampoco que Fidel haya sido testigo de la situación colombiana cuando a la par que se creaba la Organización de Estados Americanos (OEA), era asesinado el líder liberal Jorge Eliecer Gaitán, en 1948. La historia algo enseña. En este caso, cómo se manejaba el imperio en estas circunstancias. Pero, además, la URSS ya había dado su apoyo a la Revolución Cubana.

 

Orgullo y prejuicio
Coinciden historiadores y en su momento el fiscal Jim Garrison, el único que investigó la red que sustentó a los exiliados que participaron en la frustrada invasión –es la tesis que se muestra en la película JFK de Oliver Stone–, que el asesinato de John Kennedy, en noviembre de 1963, fue una operación de los grupos descontentos con la falta de apoyo del demócrata a la intentona, y que apañó la agencia de espionaje e incluso el FBI del ultra-anticomunista Edgard Hoover. Es que Cuba, a 90 millas de Florida, era un golpe que, más allá de cuestiones geopolíticas, lastimaba al orgullo nacional.
Lo que vino después fue una escalada de los sucesivos gobiernos estadounidenses por asfixiar el proyecto cubano. Así fue que se desarrollaron leyes cada vez más restrictivas contra la economía, al tiempo que Cuba era expulsada de la OEA, en 1962. Es bueno recordar que en gran medida el derrocamiento de los presidentes Arturo Frondizi y Juscelino Kubitschek en Argentina y Brasil tuvo como componente principal el rechazo de las cúpulas militares de cada nación a la reunión que ambos mandatarios mantuvieron con el Che Guevara. Ninguno aceptaba expulsar a Cuba del organismo interamericano ni romper relaciones con su gobierno, pero ya era fuerte en la región la Doctrina de la Defensa Nacional que desde la Escuela de las Américas formateaba a los uniformados latinoamericanos.
A nivel internacional, lo que vino luego fue el deterioro y la debacle de la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín, hace 25 años. Contra todos los pronósticos, mientras los países del bloque socialista, incluida Rusia, iban inclinándose hacia el modelo capitalista, los cubanos se «arremangaron» y en lo que se conoció como el «período especial» apostaron a mantener el socialismo a pesar de los vientos en contra.
Fue un momento duro y crucial y mientras desde Washington se estrechaba el cerco económico y financiero, poco a poco Cuba iba logrando persistir con renovados ímpetus. Fue cuando apostó por las investigaciones y las industrias ligadas con la medicina y la salud, al tiempo que con el apoyo de empresas europeas y canadienses impulsó el potencial turístico de la isla.

 

Patria grande
Con el nuevo siglo, Cuba se fue integrando cada vez más a la región. La llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela fue como un oasis, por el espaldarazo económico que significaron los acuerdos comerciales de intercambio de los avances científicos cubanos por el petróleo venezolano. Lo mismo hizo Lula desde el gobierno brasileño. Fueron empresas brasileñas con crédito oficial las que construyeron el Puerto Mariel, a 40 kilómetros de La Habana, un emprendimiento destinado a recibir capitales extranjeros para desarrollar la industria y expandir el comercio cubano.
Las nuevas medidas para la actualización del modelo económico fueron una señal de cambio contundente que daba Raúl Castro, quien reemplazó a su hermano Fidel en julio de 2006. Pero el avance esperado por los propios cubanos choca continuamente con el bloqueo, que no solo impide el comercio de estadounidenses con Cuba sino que penaliza a empresas extranjeras que hagan lo propio o a bancos que realicen transacciones financieras con la isla. El costo del embargo, según computan las autoridades cubanas, supera el billón de dólares desde que se implementó inicialmente, en 1962. Esa cifra es aproximadamente el doble del PBI argentino.

Anuncio. Obama: era hora de cambiar. (Rex Features/Dachary)

En los últimos 18 meses se fueron acelerando conversaciones entre representantes de los gobiernos de Obama y de Castro fomentadas por Canadá pero también y principalmente por el papa Francisco, como reconocieron específicamente ambas delegaciones. La última votación en la ONU a favor de levantar las sanciones fue de 188 a favor de Cuba y apenas 2 por Estados Unidos: uno el voto propio y otro el de Israel. Un resultado que se viene repitiendo desde hace años.
Se trataba entonces de encontrar coincidencias para cambiar este aislamiento que, como admitió Barack Obama, se volcó en contra de la nación que lo promovió.
Desde 1998 cinco agentes cubanos permanecían presos en Estados Unidos acusados de integrar una célula de espionaje. Conocidos en Cuba como «Los cinco héroes», por orden de La Habana se habían infiltrado en organizaciones de exiliados («gusanos» para los revolucionarios) que venían realizando una serie de atentados contra bienes y personas en la isla. Denunciaron a los autores de los ataques ante el FBI y el resultado fue que los condenados terminaron siendo ellos. Dos ya habían podido volver a Cuba, restaban tres que seguían reclamando por un proceso viciado por la intervención de los organismos de seguridad estadounidenses que no querían dar el brazo a torcer.
En 2009, el contratista Alan Gross era detenido en La Habana acusado de formar parte de una red de espionaje bajo la máscara de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Cualquier acercamiento debería pasar por un canje de prisioneros al mejor estilo de la Guerra Fría.
Y así ocurrió el 17 de diciembre: en un operativo sincronizado al detalle, mientras Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero viajaban para reencontrarse en total libertad con Fernando y René González, Gross viajaba hacia Florida. Pasado el mediodía, Obama y Raúl Castro aparecían ante las pantallas de televisión para anunciar un histórico acontecimiento: luego de 53 años,  reanudarían relaciones. No por casualidad, fue cuando se llevaba a cabo en Paraná la cumbre de presidentes del Mercosur. Señal de que Obama también quiere terminar con el aislamiento del resto de los países latinoamericanos.
«Es hora de poner fin a una política hacia Cuba que está obsoleta y que ha fracasado durante décadas», se justificó Obama. Sus palabras parecían calcadas de la serie de editoriales que The New York Times venía publicando desde antes de los comicios de medio término de noviembre pasado. Castro respondió recordando que aún faltaba resolver el problema más acuciante para Cuba, el bloqueo.
Fidel, en 1961, había dicho: «Algo sí podemos comunicarle al señor Kennedy: que primero verá una revolución victoriosa en Estados Unidos, que una contrarrevolución victoriosa en Cuba». Obama reconoció que «en la actualidad Cuba está gobernada por los hermanos Castro y el Partido Comunista, igual que en 1961». Y remató: «Estos 50 años de aislamiento no han funcionado, es momento de cambiar de postura. No creo que debamos hacer lo mismo durante otras cinco décadas y esperar un resultado distinto».

Alberto López Girondo   

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