Golpes de campaña

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El alejamiento de la Democracia Cristiana cierra una etapa en la alianza de centroizquierda, hoy en el poder, mientras crecen las chances de Piñera rumbo a las presidenciales. El legado de Bachelet y la aparición del Frente Amplio en la escena política.

Por afuera. La senadora Carolina Goic saluda a sus seguidores tras ser proclamada candidata de la DC para los comicios de noviembre. (EFE)

Para el tango, 20 años no es nada. Para la cueca, 28 años tal vez sea mucho: la Concertación chilena rompió su baile de parejas. Los próximos comicios presidenciales del 19 de noviembre seguirán, parece, el ritmo que marque la derecha. La unión de partidos –que en 1989 impidió que el dictador Augusto Pinochet extendiera su sombra por 8 años más– ya no existe tal como se conoció. De allí surgieron seis jefes de Estado, que ocuparon el Palacio La Moneda 23 de los últimos 27 años. Michelle Bachelet terminará su segundo mandato sin dejar un candidato oficialista que la reivindique. Surge como alternativa y por izquierda el Frente Amplio (FA), una construcción política horizontal similar a la de Podemos en España.
Fue la Democracia Cristiana (DC) la que provocó la fractura. Hubo mucho más de espanto que de amor en el romance que iniciaron con el Partido Socialista (PS). Allá por la década del 80, la DC venía de apoyar el golpe contra Salvador Allende y el PS había sufrido en carne propia la caída de su hombre ícono. La relación les sirvió para librar al país de su peor verdugo y para sostener, luego, gobiernos de moderado progresismo. El ruido interno empezó a socavar los cimientos de la concertación sobre el final de la gestión de Santiago Piñera (2010-2014). En el momento de sostener a Bachelet (que luego triunfaría) la Concertación se refundó para llamarse Nueva Mayoría. Sumaron al Partido Comunista para sostener la mayor cantidad de votos posibles desde la izquierda. Funcionó, pero no duró. La DC, individualmente, se debilitó electoralmente sin pausa: en los comicios municipales de 1992 tuvieron casi 2 millones de sufragios, en 2016 unos 600.000. La senadora Carolina Goic será la candidata demócrata cristiana. Apuesta a la supervivencia partidaria, aun desde el 2% de preferencia que le otorgan los sondeos. «Camaradas, un partido que se arrodilla no tiene derecho a aspirar a nada», dijo al lanzar su postulación.

Espejos
Piñera sonríe. Compite por un nuevo mandato y lidera las encuestas, con adhesiones que trepan hasta el 26%. El empresario confía en que la atomización de la Concertación y el desencanto que genera la actual mandataria le permitirán volver a La Moneda. El candidato de Chile Vamos (cv) afirma que «Chile perdió el rumbo y está recorriendo un camino equivocado que está generando mucha frustración, el país necesita urgentemente corregir errores». Piñera admite que su punto débil es su condición de empresario multimillonario por el conflicto de intereses entre la política y los negocios, que lo apuntó antes y que regresa ahora. El candidato renunció las sociedades familiares que lideraba y creó un fideicomiso «ciego» (como el presidente Mauricio Macri) para los emprendimientos que conservará. Sostiene que la dictadura generó progreso y modernización, reconoce «atropellos» a los derechos humanos, pero aclara que no le otorga «ninguna supremacía moral a la centroizquierda, ni en democracia ni en libertad ni en derechos humanos».
 Con la Concertación hecha astillas, quienes renieguen de la derecha tendrán en el Frente Amplio (FA) otro espejo donde mirarse. El espacio nació de las entrañas de las protestas estudiantiles de 2011, que forjaron los liderazgos de los hoy diputados Gabriel Boric y Giorgio Jackson. No pueden postularse por pecado de juventud: tienen 31 y 30 años, cuando la Carta Magna chilena pone un piso de 35 para ser candidato. El FA había pisado fuerte en los últimos comicios municipales, que llevaron a uno de los suyos, José Sharp, a ganar en Valparaíso, una de las ciudades más importantes del país. En medio de una apatía electoral notoria (solo el 42% del padrón votó en las últimas presidenciales) la propuesta del FA cosecha adhesiones con un discurso que sacude la modorra de la oferta política local. «Vamos a ceder el poder para que los chilenos tomen las riendas, entregaremos el poder a los ciudadanos», aseguró Beatriz Sánchez, periodista, una de las postulantes del espacio. En las internas abiertas del 2 de julio competirá con el sociólogo Alberto Mayol, quien dice sostener el proyecto colectivo del FA, pero plantea reformas más osadas, como terminar con la jubilación privada, impulsar la reforma tributaria, crear un sistema financiero alternativo y ampliar el acceso a la educación pública.
Otro periodista, Alejandro Guillier, será el candidato de Nueva Mayoría. Deberá ofrecer continuidad de programa pero sin identificarse con Bachelet. Prevenido, aclara que «los gobiernos no hacen ganar elecciones, pero las pueden hacer perder». Tiene a su favor su enorme conocimiento en la opinión pública que, paradójicamente, se supo ganar trabajando en un canal de televisión de Piñera. Guillier asegura que Chile es un país de centroizquierda, pero advierte que a la sociedad «le gustan los cambios moderados, graduales, no quiere cambios bruscos». El oficialismo pelea también con el mal augurio de la propia jefa de Estado. «No hay progreso sin una sólida alianza entre el centro y la izquierda», aseguró Bachelet, caminando todavía sobre los escombros de la Concertación.

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