Tras el Brexit, los mandatarios de la UE abordaron la crisis migratoria y el avance del terrorismo como temas prioritarios, aunque no se pronunciaron sobre las diferencias internas que podrían fracturar el bloque. Alarmas rumbo a un 2017 decisivo.
28 de septiembre de 2016
Conferencia. Merkel y Hollande, protagonistas del encuentro celebrado en la capital de Eslovaquia. (KLAMAR/AFP/Dachary)
En el Viejo Mundo hay placas moviéndose en el centro de la tierra, provocando terremotos. Esa es la metáfora que eligió la canciller alemana Angela Merkel tras calificar de «movimiento tectónico» a la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Menos lírica en la inauguración de la cumbre de la UE en Bratislava, capital eslovaca, la líder germana expresó que la unidad continental estaba en «situación crítica». Lo dijo frente a 27 mandatarios de los todavía 28 países miembro del grupo. No hubo cuestionamientos de fondo ni una refundación del bloque. Inmigrantes ilegales y terrorismo fueron los temas de agenda, pero nada se habló –por lo menos públicamente– de las diferencias internas que parecen insalvables.
La esencia propia del grupo de países es la que cruje, opina el politólogo argentino Amílcar Salas Oroño. «Es el peor momento de la UE como bloque político. La unidad continental se había construido de manera progresiva, como efecto de incorporaciones graduales y tratados. En ese trayecto de medio siglo hubo un sentido histórico, una determinada dirección que parece haberse invertido» agrega Salas. Más «antieuropa» que «euroescépticos», grandes sectores de la población del Viejo Continente manifiestan un descontento similar al que ya expresaron las urnas británicas. Según encuestas recientes, Grecia encabeza el nivel de rechazo a la UE con el 71%, Francia alcanza un 61% y porcentajes nada despreciables se obtienen en España (49%) y Alemania (48%).
Según argumenta el politólogo Juan Von Zeschau, los huéspedes de Bruselas enfrentan una etapa de transición que está afectando las bases del grupo. «La UE va, quizá, hacia una erosión de supranacionalidad. Más allá de problemas particulares, la mayoría de los países europeos parecen cada vez más recelosos de seguir entregando soberanía al bloque regional. El Brexit y la crisis de refugiados son los protagonistas de cualquier tipo de agenda continental», sostiene.
Bratislava no eludió el drama de la inmigración. En su documento final, la propuesta giró en torno a dos aspectos: seguridad y defensa común. El presidente del Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk, declaró que la Cumbre se había propuesto «no permitir nunca más la llegada descontrolada de refugiados». El primer mandatario francés, François Hollande, agregó que la seguridad requiere «protección de las fronteras, con apoyo a los países que están en primera línea, para que Europa asuma su responsabilidad frente a la inmigración irregular». La decisión final sobre los que arriban al Viejo Mundo sin papeles repercute más allá de su costado social. Los electorados regionales analizan las decisiones globales, lo comprobó el Brexit con su componente antirrefugiados.
«Los movimientos nacionalistas de derecha son el mayor peligro para el funcionamiento del bloque como comunidad», opina Von Zeschau. El analista agrega que «el Brexit ofrecerá un lema a utilizar por Marine Le Pen en Francia o Geert Wilders en Holanda; incluso aunque no impulsen una salida definitiva de sus respectivos países de la UE, Gran Bretaña será la punta de lanza y la amenaza última frente a las exigencias del bloque UE sobre el recibimiento a aquellos que tocan tierra a diario por el Mediterráneo».
La lucha contra el terrorismo y la creación de una fuerza de seguridad continental también se discutió en el encuentro. Algunos «eurocríticos» señalaron que, en rigor, los recientes atentados no habían venido de afuera, sino que tuvieron comprobada mano de obra local.
Nuevos caminos
Desde Londres, en tanto, todavía no se iniciaron formalmente los trámites de divorcio del bloque. No será una separación a golpes y gritos pues los británicos tienen mucho para aportar económicamente a la UE. «Solo Irlanda –por, entre otras, razones de laxitud impositiva– tiene balanza comercial negativa con el Reino Unido. Por el contrario, Europa occidental (Italia, Alemania, Bélgica, Francia, España y Holanda) tiene más de 100.000 millones de euros a su favor. En esa cifra radica la confianza de la Primer Ministra, Theresa May, que apunta al deseo de supervivencia económica de las potencias europeas y no teme el veto de la parte oriental del continente», sostiene Von Zeschau. La referencia es a la amenaza del titular de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, de Luxemburgo, que aseguró que «no habrá mercado interno a la carta, solo aquellos que se sientan ligados con la libre circulación de personas y de trabajadores podrán tener acceso sin restricciones a la oferta de la UE», un argumento que dejaría a Londres –que se opone a esas condiciones– fuera de toda negociación.
Todavía no puede medirse el impacto del Brexit, agrega Salas. «Más allá de las movilidades hacia Gran Bretaña o los vaivenes comerciales, lo más significativo ocurrirá con el circuito de inversiones. Los acuerdos de la UE deberán ser reformados, lo que seguramente dibujará un nuevo mapa para Europa en términos de horizonte de expectativas», concluye.
Sabor a poco
«Más Europa» fue la respuesta de los líderes del bloque en Bratislava. En otro punto de la declaración oficial, la Cumbre manifestó el compromiso del grupo de «ofrecer a nuestros ciudadanos una UE atractiva, en la que puedan confiar y que puedan apoyar». Sonó a poco para aquellos que imaginaban un relanzamiento fortalecido de la unión de países. Incluso el primer ministro italiano, Matteo Renzi, a la salida del encuentro escribió en la red social Twitter que hubo un paso adelante pero «piccolo piccolo» (muy pequeño).
Bruselas también analiza su futuro inmediato mirando la convulsión propia de sus miembros. Salas cree que «no fue lo suficientemente ponderado lo ocurrido en Grecia. Allí hubo una ciudadanía que dijo “no” y un gobierno que tuvo que aceptar la institucionalidad. Esa fue una muestra del desacople existente entre el sistema político y las naciones. Una circunstancia no menor, sobre todo si se tiene en cuenta la historia europea; el contexto se asemeja bastante a los años 20, lo que debe generar todo tipo de alarmas inmediatas».
Todas las alarmas, como los caminos, conducen a Roma. En marzo de 2017 se cumplirán 70 años de la firma del tratado que en la capital italiana conformaba la Comunidad Económica Europea, antecedente de la UE. La nueva Cumbre no podrá eludir los temas que Bratislava soslayó. Otras fechas en el almanaque afectarán al bloque: los comicios del año próximo en Francia y Alemania. Mientras en Londres toman el té de las cinco, los exvecinos no saben cuánto durarán sentados a la misma mesa.