En un país gobernado históricamente por hombres, tres candidatas cosechan la mayor intención de voto para los comicios de junio. En el centro de la campaña están la corrupción, la inseguridad y la desigualdad, pero no las cuestiones de género.
10 de abril de 2019
Favoritas. Zury Ríos, hija del dictador Efraín Ríos; Thelma Aldana, exfiscal general; y Sandra Torres, exesposa del presidente Álvaro Colom. (AFP/DACHARY)
E l próximo 16 de junio, más de 8 millones de guatemaltecos elegirán a su próximo presidente. Probablemente sea una jornada histórica: en un país marcado por la violencia de género y la cultura machista, tres mujeres son las máximas candidatas a quedarse con un cargo que siempre fue ocupado por hombres. El último: Jimmy Morales, quien llegó al cargo prometiendo transparencia y hoy es acusado de haber profundizado la corrupción. Basta consignar que la Comisión Internacional contra la Impunidad, un organismo creado en 2007 luego de un acuerdo entre el Estado y la ONU para investigar la corrupción, finalizará su trabajo por orden del mandatario.
Según la última encuesta realizada por CID-Gallup, una de las más importantes del país, las protagonistas de la contienda serán Sandra Torres, exprimera dama y también candidata en las últimas elecciones, con una intención de voto del 18%; Thelma Aldana, exfiscal general, que llegaría al 11%; y Zury Ríos, hija del dictador Efraín Ríos Montt, con un 8%. Detrás de ellas aparece una larga lista con más de 20 candidatos. Si los sondeos no fallan, nadie alcanzará el 50% y habrá que celebrar un balotaje, previsto para el 11 de agosto.
La posibilidad de que tres candidatas acaparen casi el 40% de los votos es un reflejo de la ola feminista que avanza a nivel mundial y que también impacta en los países centroamericanos, caracterizados por la histórica exclusión de la mujer en los asuntos públicos. En el Congreso guatemalteco, por ejemplo, hay apenas 26 diputadas sobre un total de 158 bancas.
Sin embargo, ninguna de las candidatas mejor posicionadas se declara feminista. Una de ellas, Ríos, incluso cuestiona muchos de los reclamos del colectivo de mujeres. Consultada por la prensa, rechazó el aborto legal porque «la Constitución dice que debe respetarse la vida desde la concepción» y planteó la necesidad de seguir los «valores» de Dios. También se opuso al matrimonio igualitario, ya que «el concepto de matrimonio por su origen de vida es entre un hombre y una mujer». Sus posturas no sorprenden. Ríos suele decir que se inspira en la figura de su fallecido padre, el brutal represor condenado por genocidio por el asesinato de 1.771 indígenas durante su breve estadía al frente del país, entre 1982 y 1983. Cercana a militares de ultraderecha, la mujer propone, entre otras cosas, la reinstauración de la pena de muerte para combatir la inseguridad.
Tarea titánica
Las otras dos candidatas no tienen posiciones tan extremas, pero tampoco ubican a los temas de igualdad de género entre las prioridades de su agenda. Torres se centra en la preocupante situación social del país: el elevado desempleo y la pobreza. Algo lógico teniendo en cuenta que durante el gobierno de su exesposo, Álvaro Colom, coordinó el desarrollo de distintos programas sociales dirigidos a los sectores con menores recursos. Los medios guatemaltecos ubican a Torres como la candidata del establishment, dado que en un eventual gobierno no investigará al humorista y actual presidente Morales, salpicado por casos de corrupción que involucran también a su familia.
Aldana, por su parte, hace eje en la lucha contra la corrupción. Desde su rol como fiscal general, puso la lupa sobre los principales dirigentes políticos del país y logró encarcelar al expresidente Otto Pérez Molina (2012-2015), protagonista de una oscura trama delictiva. Actualmente, la exfiscal es la principal enemiga del presidente Morales, a quien también investigó por hechos de corrupción. Meterse con él tuvo su costo: al cierre de esta edición, la candidatura de Aldana había sido anulada por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) por carecer de «idoneidad y honorabilidad». La exfiscal denunció un «pacto de corruptos» y dijo que apelaría la decisión ante la Corte de Constitucionalidad, el máximo tribunal del país, para poder participar de los comicios.
Quien gane las elecciones tendrá una tarea titánica. Guatemala es uno de los países más desiguales del mundo, según se desprende del informe «Entre el suelo y el cielo», publicado recientemente por la ONG internacional Oxfam. El trabajo indica que el 1% más rico gana lo mismo que el 50% de la población, la mortalidad infantil es tres veces mayor entre las clases bajas y una persona pobre tiene 38 veces menos posibilidades de acceder a la universidad que una de clase alta. Además, el 46% de los chicos menores de 5 años sufre desnutrición crónica.
Este contexto obliga a que miles de familias guatemaltecas se dirijan hacia Estados Unidos con la esperanza de encontrar una vida mejor. Se trata del fenómeno de las «caravanas de migrantes», que provocó un cortocircuito entre la Casa Blanca y los países del llamado Triángulo Norte: Guatemala, Honduras y El Salvador. En marzo, Donald Trump puso fin a la «ayuda económica» –casi 600 millones de dólares– que otorgaba a estas naciones con el objetivo de reducir la migración hacia EE.UU. «No les vamos a pagar más porque no están haciendo nada por nosotros», dijo el presidente, ofuscado por la situación y cada vez más decidido a concretar el prometido cierre de fronteras de su país. La relación con EE.UU. –y en particular, con el inestable Trump– será otro de los grandes desafíos para quien asuma las riendas del próximo gobierno guatemalteco.