Hacer escuela

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La muerte de Alejandro Sabella golpea fuerte al fútbol argentino. Fundamentalmente porque el exjugador y director técnico, además de conducir al seleccionado a una final mundialista después de 24 años de decepciones, defendía valores no siempre imitados en un deporte corroído por los egoísmos, las trampas y el exitismo. Futbolista surgido de la cantera de River Plate, el mediocampista de zurda exquisita llevó su talento a la prestigiosa liga inglesa para sobresalir primero en Sheffield United, y luego en Leeds United. A su regreso a la Argentina encontró su lugar en el mundo, el club de su vida: Estudiantes de La Plata. Dentro de la cancha también será recordado por haber formado parte del denominado «mediocampo de los 10», ese que integró junto con José Daniel Ponce y Marcelo Trobianni, en 1982, con Carlos Bilardo como entrenador de los Pincharratas. Fuera del campo de juego, y ya como técnico, su trayectoria fue de menor a mayor. En Estudiantes, precisamente, consiguió dos logros de altísimo impacto que lo situaron en el Olimpo de los hinchas: un campeonato local obtenido en 2011 y, dos años antes, la gesta en el Mineirao de Belo Horizonte donde el club platense conquistó su cuarta Copa Libertadores al vencer a Cruzeiro. El triunfo continental permitió que Estudiantes arribara a un duelo trascendental, recordado hasta el día de hoy pese a la derrota ajustada en tiempo suplementario, nada menos que frente al mejor Barcelona de la historia, dirigido por Pep Guardiola y con Lionel Messi como estandarte. Metódico, despojado de soberbia, luego Sabella logró despertar a un seleccionado argentino en declive. Supo gestionar un equipo de estrellas afirmado en su idea de juego y, sobre todo, en la premisa de que el bien común está por encima de las vanidades y los egos. De ahí los encendidos elogios con los que lo recuerdan jugadores de aquel ciclo y otros referentes del fútbol nacional. Sus firmes convicciones de vida fueron el otro sello distintivo. Porque el mensaje que deja Sabella trasciende al fútbol teniendo en cuenta su compromiso social expresado en su militancia juvenil en el peronismo y en sus gestos solidarios, como el de ayudar a las víctimas de las inundaciones que azotaron a La Plata en 2013. También cabe subrayar otros atributos: apoyo a la universidad pública, vocación docente y conocimientos de historia y política. «El día que perdamos la humildad habremos puesto el primer ladrillo para construir el edificio de nuestro fracaso», le transmitió alguna vez a sus dirigidos, una de sus frases de cabecera inspirada en Mahatma Gandhi. Hubo muchas otras frases que forman parte de la Escuela Sabella, por caso una que los actuales jugadores de Estudiantes de La Plata evocaron con una bandera, en la antesala del partido con Ñuls, cuatro días después de su fallecimiento. «Más nosotros menos yo, más grupo menos individuo». En definitiva, Sabella transmitió tanto enseñanzas futbolísticas como humanas. Ese es su gran legado cuando ruede una pelota. Y cuando no, también.


(Fabián Lio/NA)

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