Hágalo usted mismo

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Origami, violín, corte y confección o gimnasia: todo puede aprenderse siguiendo instrucciones disponibles en Internet. El viejo arte del bricolaje, un antídoto contra el consumismo.

 

El taller en casa. Costureras expertas dan consejos para confeccionar cualquier tipo de prenda, desde el molde hasta las terminaciones. (Kala Moreno Parra)

Cómo abro una botella de vino si no tengo sacacorchos? ¿Cómo hago un minion para mis hijos? ¿Cuál es el mejor ejercicio para tener la panza chata? ¿Qué es ese cuadro extraño que figura en mis exámenes médicos? ¿Qué hotel me conviene reservar? ¿Cómo llego a San Juan y Boedo? Cualquiera podría buscar las respuestas a estas preguntas en alguien capacitado: un médico clínico, un artesano, un profesor de gimnasia (o personal trainer para quienes gustan de términos anglosajones), un agente de viajes, una guía o incluso un kiosquero. Llegado el caso, lo del vino se soluciona con una escapada al almacén del barrio. Pero no: en Internet hay una respuesta para todo.
Así, un video de YouTube recomienda usar un zapato, meter la botella adentro y golpetearla contra la pared para sacar el corcho (la sugerencia, sorprendentemente efectiva en manos hábiles, viene de Francia, un país de gran cultura vitivinícola, claro). Otro video explica paso a paso cómo hacer un muñeco que represente a los secuaces de Mi villano favorito, y gran cantidad de cuentas de Twitter sugieren planes de entrenamiento para, por fin, bajar unos kilos y tener una tabla de planchar en lugar de abdomen. Para los hoteles, mejor Trip Advisor, que está repleto de comentarios de otros huéspedes, y nada de preguntar en el puesto de diarios por un colectivo: varios sitios ofrecen la ruta más conveniente, según uno vaya en auto propio, taxi o transporte público. Y claro, Wikipedia o cualquiera de sus clones de menor envergadura suelen tener el vademécum entero y varios manuales de medicina y anatomía entre sus bytes. Basta poner en YouTube «cómo hacer…» y lo que se pretenda: estofado, origami, pesas, ropa, escalas pentatónicas en una guitarra, y seguramente aparecerá alguien, en algún lugar del mundo, explicándolo en un video mejor o peor filmado, pero en riguroso paso a paso. Aunque por el estofado se puede recurrir a una abuela o a un libro de cocina, el origami puede resultar algo más complicado. En estos casos suele ser habitual ir a un taller particular, pero Internet permite practicar en casa. De hecho, es lo que hace Marcela. «Con mis horarios no podría ir nunca a un taller así, salvo que sea un sábado a la mañana, pero elijo dormir», cuenta, y explica que a veces prefiere juntarse con amigas, probar un par de esos pliegues entre copa y plato, y terminar con animalitos caseros para regalar. «Es un hobby, aunque si te entusiasmás y buscás más información, además de las instrucciones de cómo hacer cada origami, terminás encontrando sugerencias para elegir mejor el papel, técnicas más adecuadas para doblarlo y cosas así», señala.
Cualquiera podría pensar que el deporte es otro rubro que entraña sus riesgos al hacerse sin supervisión. Aunque no descarta los peligros para quienes poseen algún tipo de patología particular, el licenciado y profesor de Educación Física Germán Laurora, autor del libro El personal trainer científico (Siglo XXI Ediciones), no descarta por completo el uso de la Web. «Hay cosas que se pueden tomar y otras que no; el tema es distinguir lo bueno de lo malo. A priori, lo veo como algo positivo», considera Laurora, quien reconoce que la cultura del googléalo llegó para quedarse. «En lo que respecta a la actividad física y en una sociedad donde una gran población vive en el sedentarismo, que alguien busque información así en Internet ya es un paso adelante, y aquel que prueba un ejercicio que encontró online dio otro paso adelante», rescata. Eso sí: para planificaciones a largo plazo, objetivos coherentes, rutinas personalizadas, seguridad técnica y toda la sapiencia motivadora –dice– mejor recurrir a un profesional.
«En lo que tiene que ver con la buena técnica de los ejercicios, que no es poca cosa, en YouTube vas a encontrar un montón de videos que incluso tienen buena puntuación de expertos en el área», sorprende el profesor de Educación Física y escritor. Fuera de lo técnico, advierte, pueden surgir informaciones contradictorias o que no son aplicables en todos los casos.
Roberto Igarza es uno de los principales expertos argentinos en el mundo digital. Las nuevas costumbres de los usuarios hiperconectados son una de sus áreas de especialización. El autor de libros como Burbujas de ocio advierte que la tendencia a proveerse de instructivos online «tiende a ser mayoritaria entre los internautas frecuentes y marca una tendencia global de la cual no escapa Latinoamérica ni Argentina». Y el fenómeno sólo puede ir en aumento, a medida que se incorporan internautas que ya son nativos digitales y otros que van adoptando la «autopista digital» como territorio propio.
«Esto no distingue adultos de jóvenes», advierte Igarza y relaciona esto con la posibilidad de «gestionar la propia identidad en la red sin una preparación previa». Aquí su primera advertencia: nadie les explica a niños y jóvenes cómo moverse por Internet y, específicamente, por las redes sociales. Si ya es difícil distinguir la información buena de la tergiversada en los medios tradicionales, esta dificultad crece exponencialmente en la Web. «No tengo cifras de apoyo para poder sostener esto», reconoce Igarza. La mayoría de los estudios se centra en otras áreas de las costumbres cibernautas, aunque es posible considerar estos comportamientos y analizarlos como parte de un fenómeno mayor. «Cuanta más necesidad tengamos de saber hacer o de enfrentar situaciones no experimentadas, más acudiremos a los recursos que tenemos a mano, sobre todo a Internet», analiza el especialista.
La cuestión es quién explica en esos videos o páginas de «cómo hacer…» macramé, saltos ornamentales o cálculos diferenciales. «Cuando buscamos aprender algo en la improvisación y la inmediatez, es muy probable que una parte significativa de las respuestas tengan que ver con otros usuarios que hayan pasado por una experiencia similar a la nuestra», explica Igarza. Las respuestas, entonces, no se reconocen como provenientes de una autoridad, sino de un par, de otro usuario. «Hay redes como Ask.com en las que el otro que responde siempre es un par, no un maestro; es alguien con la capacidad de empatizar con mi problema y explicármelo». En su análisis, Igarza destaca el crecimiento en volumen, visitas y transferencias de datos que están teniendo redes como la mentada Ask.com o su prima hermana Ask.fm.
En última instancia, entre este paradigma y el tradicional se plantea una disputa en torno a la legitimidad del conocimiento: quién puede enseñar qué cosas y a quiénes. Es lo que explica que muchas universidades norteamericanas, por ejemplo, publiquen clases filmadas de sus mejores profesores o permitan descargarse los textos de estudio de muchas de sus materias. El prestigioso MIT (Massachusetts Institute of Technology) es uno de ellos. «Intentan destacar el valor de legitimación de su conocimiento en detrimento de ese otro saber que en muchas circunstancias resulta muy útil y no requiere certificaciones, porque es para la vida diaria», agrega.
Lo que se viene, como en la comparación de hoteles del sitio Trip Advisor, y casi cualquier otro rubro de consumo, es justamente la calificación online de los servicios. «El otro día me contaron justamente que los pacientes están empezando a calificar a sus médicos en la Web», expone Igarza. Las referencias entre pares funcionan, afirma el especialista, aunque advierte contra los resultados tendenciosos de los motores de búsqueda como Google, que tienden a reforzar las búsquedas anteriores del usuario, antes que a mostrar elementos nuevos. El sistema, para Igarza, aún no es plenamente online, sino mixto, y los usuarios se ven influidos por ambos criterios, el digital y el análogico, el tradicional.
En definitiva, como todo en el mundo digital, la cosa está tan llena de posibilidades como de trampas y es cuestión de tener tiento con cada página que se visita. Y saber que no hace falta ser punk para decidir hacer las cosas uno mismo; alcanza con encender la computadora.

Andrés Valenzuela

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