Honduras elige modelo

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A cuatro años del golpe de Estado que lo sacó del poder, el ex presidente, quien por ley no puede presentarse al comicio, busca revancha en las urnas contra el neoliberalismo.

 

Complicada. Xiomara podría ganar pero seguramente no contará con apoyo legislativo, hecho que trabaría su gestión. (AFP/Dachary)

Lo que no pudo él, viene a intentarlo ella. El 24 de noviembre hay elecciones generales en Honduras  y la principal favorita es Xiomara Castro, esposa de Manuel Zelaya, el presidente derrocado hace cuatro años por un golpe cívico-militar, inhabilitado por ley para presentarse.  Paradojas de la vida política, de la contienda participan, además, el hombre que ejecutó el golpe de Estado, el sucesor de quien lo impulsó desde el Parlamento y hasta un presentador de televisión. Más allá de los nombres, la disputa es entre modelos de gestión. El de Xiomara, como pretendía su esposo, busca una alternativa social progresista, dentro de los escasos márgenes que la economía local otorga. El del resto apunta, con matices, a la ortodoxia capitalista, mirando al exterior, con una fuerte presencia militar que discipline a los díscolos. Una de las naciones más pobres de Centroamérica, que ostenta el récord mundial de asesinatos por cantidad de habitantes, es escenario de una batalla conceptual que se amplifica al continente: las conocidas recetas de las clases dominantes frente a la resistencia que ofrece un gobierno popular. De los 8 millones de habitantes del país, 5.300.000 van rumbo a las urnas.
El  28 de junio de 2009, en pijamas pero sin perder su sombrero, Zelaya fue arrebatado de la residencia presidencial y trasladado a la unidad militar norteamericana de Soto Cano. El operativo, a todas luces institucionalmente grave, derrocó a una figura que había llegado al poder como fiel representante del liberalismo. Unas pocas pero decididas medidas a favor de la clase baja (aumento del salario mínimo, ampliación de la cobertura pública de salud, construcción de escuelas en zonas rurales) sumadas a moderados mensajes políticamente autónomos (adhesión al ALBA, el mercado común opuesto al ALCA que había sido «inventado» por el venezolano Hugo Chávez) lo convirtieron en poco fiable para la oligarquía que lo había acompañado a la presidencia. Para peor, un intento de reforma constitucional lo volvió un «Chávez de Tegucigalpa» para la oposición. La solución militar fue el remedio ante la enfermedad. Algo habrá hecho Zelaya para que, con su esposa liderando los principales sondeos, permanezca aún en el recuerdo de los suyos. Xiomara también usa sombrero y, por lo que parece, no sólo se asemeja a su marido en lo que lleva por fuera de su cabeza sino en los pensamientos que la recorren por dentro.

 

El lobo y los tigres
Al frente del Partido Libertad y Refundación (LIBRE), Castro enuncia claros postulados sobre los que sostendrá, de ser electa, su mandato. «Hay que enfrentar el actual modelo. En vez de reducir la inequidad, vemos que hay más pobreza en Honduras. Y en apenas cuatro años se cuadruplicó la deuda interna. Hay que refundar la nación y buscar la soberanía económica, financiera y alimentaria para que los hondureños tengamos acceso a una vida con dignidad», expresó al postularse. Los indicadores oficiales acompañan su diagnóstico. Según reveló la última encuesta del Instituto Nacional de Estadísticas, sólo el 50% de la población económicamente activa tiene un trabajo permanente. 1.800.000 hondureños están desocupados. El subempleo (personas que tienen tareas por menos horas que las que desearían) se duplicó en la última década y el llamado subempleo invisible (aquellos que reciben menos ingresos que el mínimo) es del 36,8%. El Producto Bruto Interno (PBI) real crece a un 3,6% anual, uno de los índices más bajos de la región, sólo superado por El Salvador (1,5%).

Votos. Campaña en uno de los países más pobres y con mayor violencia de la región. (AFP/Dachary)

La crítica al gobierno de Porfirio Lobo, presidente desde enero de 2010, no sólo viene desde los partidarios de Zelaya sino del propio oficialismo, el Partido Nacional, y en boca de su candidato. Juan Orlando Hernández había sido jefe de Estado provisional de Honduras unos meses antes que asumiera Lobo, mientras era titular del Parlamento. En su lanzamiento, Hernández afirmó que, de vencer, no hará lo mismo que su correligionario. «Cada quien tiene su tiempo, su estilo. Y cada uno asume sus compromisos con su pueblo. Y esto lo digo con todo respeto por Lobo. Él logró reinsertarnos en la comunidad internacional y ayudó a que superásemos la peor crisis de nuestra historia. Pero este es mi tiempo, estos son mis compromisos y tengo mi propio estilo y forma de gobernar», afirmó el hombre del Partido Nacional. Ofrecerse como lo nuevo dentro de una estructura vieja le ha permitido subir un poco en las preferencias del electorado, ubicándolo sólo un par de puntos por debajo de su contrincante.
Como cualquier campaña que se precie, los que están en carrera coinciden en un deseo común de bienestar. Se diferencian en los caminos a transitar y en el ritmo de la marcha. Como ninguna otra,  una cuestión separa a Castro de Hernández: la creación de la policía militar. Con mayoría oficialista, el Congreso aprobó la formación de dos fuerzas adicionales, la Tropa de Investigación y Grupo de Respuesta Especial de Seguridad (TIGRES) y la Policía Militar de Orden Público (PMOP). Se concretará la incorporación de 5.000 efectivos que cobrarán el doble que los uniformados en actividad. Según las Naciones Unidas, Honduras tiene 86,5 asesinatos por cada cien mil habitantes, la tasa más alta del planeta. «Es un instrumento que ayudará a que este país tenga una policía efectiva y confiable. Se trata de cuerpos especializados en el combate frontal al crimen organizado», declaró Hernández. Los números de la inseguridad asustan a cualquiera, y con razón. El titular de la Interpol local confesó incluso que «es más fácil morir de un balazo en Tegucigalpa que en Irak o Afganistán». La violencia, sin embargo, asoma como selectiva. Es que desde 2009 se suceden sin pausa los llamados «asesinatos políticos», una masacre a referentes sociales, entre ellos 43 líderes comunitarios, 13 periodistas y una decena de militantes. Xiomara prometió limitar el accionar de TIGRES y el PMOP. «No estamos de acuerdo en que se creen estas organizaciones para la represión del pueblo, mientras no existan los mecanismos para abordar de forma seria e integral el tema de la seguridad», afirmó Castro.

 

Pacto social
En el sistema electoral de Honduras no existe la segunda vuelta. Si Xiomara triunfa, lo hará por guarismos que, aún optimistas, no superarían el 25%. Eso la haría asumir con un Congreso fragmentado y sin mayoría propia. Manuel Zelaya, candidato a diputado, busca ser piloto de esa tormenta. Es que el LIBRE, así, disputaría las leyes en un partido contra «Resto del mundo». Con este panorama, se vislumbra ambiciosa la primera decisión que Castro tomaría de ser electa. «Mi prioridad será convocar a un pacto social para establecer una Asamblea Nacional Constituyente que proponga la participación popular porque bajo el actual sistema es imposible hacerlo», comunicó Xiomara. Consciente de que necesitará de acuerdos, adelantó que su discurso estará centrado en la no violencia, en la reconciliación y el perdón. El oficialismo le disputa, también, el monopolio del traspaso sin sobresaltos. «Voten por la paz y no por el conflicto y el desorden», pidió el presidente Porfirio Lobo.
Cuando en mayo de 2011 Manuel Zelaya regresó de su forzado exilio de 16 meses, reinició su vida política con el propósito de encabezar un «socialismo democrático». Sólo con mencionarlas, esas palabras ponen los pelos de punta a los poderosos de dentro y fuera de la frontera, aunque resuenan como maravillosa música en una región que, influenciada por la revolución de Simón Bolívar, había sido un mismo país en 1830. Francisco Morazán fue quien encabezó la República Federal de Centroamérica hasta que los conservadores terminaron con ella (y , de paso, con la vida de Morazán). 150 años después surgieron en esas tierras movimientos de liberación nacional que sólo pudieron ser aplastados con la acción represiva coordinada de las dictaduras. Fueron sofocados, así, el Frente Sandinista en Nicaragua, la Unidad Revolucionaria en Guatemala y el Frente Farabundo Martí en El Salvador. Atacados por enemigos internos y por los siempre asfixiantes intereses de Estados Unidos, Honduras quiere volver a gozar de una bocanada de aire fresco. La corriente trae, parece, perfume de mujer.

Diego Pietrafesa

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