Incluir y preservar

Tiempo de lectura: ...

Con el fin de fomentar el desarrollo económico y social, y frenar el éxodo de pobladores del distrito Agua Escondida, la cooperativa Payún Matrú produce y comercializa lanas de guanaco, cabra y oveja, que se obtienen de manera sustentable.

Labor colectiva. Unas 40 personas participan en el arreo, captura, esquila y liberación, las distintas fases del trabajo con los guanacos. (Gentileza Payún Matrú)

Al sudeste de la provincia de Mendoza,   entre los ríos Atuel y Colorado, está el  Payún Matrú, de 3.715 metros de altura, uno de los volcanes de mayor magnitud de la Payunia, distrito volcánico que se encuentra entre los más importantes del mundo. En esa región está La Salinilla, paraje perteneciente al distrito Agua Escondida, a 180 kilómetros de Malargüe. Allí, en  2005, nació una cooperativa que lleva el nombre del volcán y que trabaja en la esquila y preservación de los guanacos, una de las especies salvajes de la zona que estuvo en peligro de extinción. Payún Matrú (que en lengua mapuche significa «barba de chivo») fue creada para proteger y conservar la población de guanacos silvestres y, además, mejorar la calidad de vida en una zona considerada inhóspita: apenas supera los 1.000 habitantes.
«Es una región carente de proyectos para el desarrollo económico, por eso formamos la cooperativa, con asociados locales, para aprovechar la fibra del guanaco realizando la esquila del animal que habita en silvestría dentro de una reserva», cuenta Melania Moraga, presidenta de la entidad que cuenta con el apoyo y asesoramiento del INTI, el CONICET y ONG nacionales e internacionales.
Es la primera experiencia argentina de manejo de guanacos silvestres llevada a cabo por pequeños productores, que a lo largo de 13 años han desarrollado un mercado para la fibra y otros derivados del uso sustentable del guanaco, generando empleos y evitando la migración de los pobladores a las ciudades. También contribuyen a preservar la cultura y las tradiciones locales.

Trabajo artesanal
Para la esquila de guanacos silvestres se requiere una gran logística que se realiza entre los meses de septiembre y noviembre. En las cuatro fases del trabajo (arreo, captura, esquila y liberación) participan unas 40 personas. «En un primer momento, la fibra obtenida en la esquila se procesaba de manera artesanal. A los socios fundadores les llevaba un largo tiempo poder obtener un kilo de fibra hilada ya que todo lo hacían manualmente. En la actualidad, esa cantidad de fibra se puede obtener por día. Se logró aumentar la producción y mejorar la calidad», explica Moraga.
Una vez esquilados y antes de la liberación de los guanacos, se les toman muestras biológicas para estudios sanitarios y les colocan un «radiocollar» para rastrearlos. En la hilandería comienza el proceso de descerdado, el hilado y el enmadejado de las fibras. «Los asociados se dividen en dos grupos que asisten a trabajar 15 días cada uno. Una vez que la lana ya está limpia pasa por las máquinas piquer, descerdadora y cardadora. Así se obtiene la mecha de la fibra que ya está preparada para ser hilada, enmadejada y posteriormente colocada en conos, quedando lista para su uso», cuenta la vicepresidenta de la entidad, Marisa Berdú. Además del hilo de guanaco, se obtiene hilo de oveja y de cabra (cashmere) y se elabora fieltro a partir del descarte de este procesamiento.
Payún Matrú está integrada por 20 asociados, de los cuales 15 son mujeres, quienes generalmente ocupan los cargos directivos. También hay jóvenes que cursaron el secundario en Agua Escondida y se suman para no tener que emigrar a los centros urbanos; y familias que no tienen animales propios para criar. «Payún Matrú nos identifica como pobladores de una zona rural relacionada con el cuidado y la preservación del medio ambiente –concluye Moraga–. Por eso queremos que cada vez más gente se sume a esta maravillosa actividad».

Estás leyendo:

Incluir y preservar