6 de marzo de 2013
Aunque en la Argentina no hay niñas maquilladas ni con tacos que ilustren campañas publicitarias, algunos aspectos de este riesgoso fenómeno se reproducen a nivel local. El rol de los padres.
En la pasada edición del Salón del Automóvil, en China, una empresa promocionó sus flamantes autos con nenas de 5 años en bikini.
La imagen de niñas contoneándose en poses forzadas ante el público que
las fotografiaba con sus celulares
causó indignación en la población y repudio por parte de organizaciones
que luchan contra la pedofilia y el turismo sexual.
No es el primer escándalo por el estilo: en los últimos años, marcas como Armani (Junior) y No Added Sugar debieron levantar campañas publicitarias en Europa por mostrar a niñas asociadas a connotaciones cada vez más sexuales (escasa ropa, maquillaje, tacos o posturas sensuales). Y son varios los países, entre ellos Noruega y Suecia, que prohíben la publicidad dirigida a menores de 12 años.
Estudios internacionales demuestran que las mujeres figuran más que los hombres como meros objetos decorativos o por partes del cuerpo, en avisos y spots. Y que en estos se enfatiza un modelo irreal de belleza como ideal de feminidad a seguir por las nuevas generaciones, aunque la sexualización precoz de las niñas va más allá de la publicidad y el marketing.
La Sociedad de Psicología Americana (SPA) ha alertado sobre este fenómeno, entendiendo que la sexualización ocurre cuando los valores de una persona están directamente relacionados con su atracción y conducta sexuales, dejando de lado otras características propias. Puede que sea «cosificada», o sometida a un estándar en
que su atractivo es igual a «ser sexy», o que su sexualidad le sea impuesta desde afuera.
Un reporte que elaboró la SPA concluyó que las imágenes de mujeres cargadas de apelaciones sexuales son perjudiciales para la salud emocional y física de las niñas. Muñecas como las Bratz, que llevan minifaldas, tacones, boas de plumas, piercings y toman bebidas energizantes, y programas de cable como Little Miss Perfect, donde madres obsesionadas con los concursos de belleza para niñas someten a sus hijas a rutinas coreográficas, bronceados perfectos y dientes postizos que deben colocarse, aunque sea a la fuerza, fomentan este tipo de erotización infantil.
Mariángeles Camusso, docente de la Universidad Nacional de Rosario y de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), y gestora del Observatorio Publicitario sobre Sexismo de la UAI, señala que si bien en la Argentina no se presentan casos tan evidentes como el ocurrido en China, en el Observatorio relevan cotidianamente «una marcada estereotipación de los roles», según la identidad sexual. «Se promueve el desarrollo de la coquetería como un atributo natural de las niñas, a través de la difusión de juguetes que imitan objetos de adultos destinados al mismo fin: secadores de cabello, alisadores, elementos de maquillaje, etcétera. Por otra parte, el país no escapa a una tendencia en el diseño de indumentaria, orientado a prendas para niños y niñas, idénticas a las que usan los adultos, convirtiéndolos en “mini adultos”, con carga de sensualidad incluida», sostiene.
Naturalización
Como muestra, basta con ir a algún supermercado. En las góndolas existen sandalias con tacos, como las que puso de moda la hija de Tom Cruise, (¡a los 5 años!), y ropa interior para nenas de entre 7 y 10 con leyendas como: «Sexy» o «Playboy Angel». Algo que, por lo visto, está «normalizado».
Según la psicoanalista Ana Rozenbaum, especialista en niñez y adolescencia y miembro titular con función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina y de la Asociación Psicoanalítica Internacional, la sexualización prematura «es algo que se ve bastante» en consulta, con niños de 8 a 9 años que asisten a fiestas o eventos, que promueven la cosmética y el exhibicionismo. «De los 5 a los 7 años es normal que una nena se pruebe tacones de la madre o que la copie, porque hay una identificación, pero esto es distinto. Hay muchas madres que siguen viviendo una adolescencia y con la publicidad, una niña de 10, una madre de 35 y una abuela de 60 se visten iguales», dice, subrayando el rol que juegan los adultos en el problema. «Hay madres que cuestionan y detienen esto, pero hay un tema de los pares, una competencia. Fulanita se viste así o va a tal lugar, entonces los padres, por darle el gusto a la hija, son permisivos».
En una nota sobre el tema de la periodista chilena María Teresa Villafrade, cita a una psiquiatra y académica de la Universidad de Los Andes que le contó que en los colegios acomodados de Santiago de Chile, las niñas discriminan entre aquellas que pueden atravesar una reja con su cuerpo y las que no.
La doctora tuvo una paciente de 9 años con cuadro depresivo, porque era de las que no podía.
El impacto psicológico de la sexualización precoz no termina ahí. Es un fenómeno que pone en serio riesgo la integridad de las nenas, expuestas
a padecer complejas enfermedades. «Puede haber patologías, mal ingreso a la adolescencia, depresión, drogadicción, anorexia», enumera Rozenbaum. «Existe frustración por no encajar en el modelo que el mercado impone, aunque, en realidad, se trata más de que el aparato psíquico no lo puede tolerar y se desborda. Es como si a un niño de 2 años se le enseñara la tabla de logaritmos… La mente no está preparada», subraya.
¿Cuáles son los efectos de una sociedad que cosifica a sus niñas? «Todavía no hemos visto el impacto a posteriori, pero podría ser que estas chicas no sean buenas madres ni tengan hijos. Esto por no haber vivido las etapas necesarias, ni en sus mentes ni en sus cuerpos. También puede ocurrir que tengan problemas con su sexualidad: adicción o frigidez, porque el sexo no va acompañado de algo amoroso», responde Rozenbaum.
Diana Vendrov, directora del nivel primario del Colegio Aletheia, maestra jardinera y psicopedagoga, comenta que cada vez más se observan desórdenes alimentarios en chicas de 9 y 10 años. Antes, en esta escuela veían casos aislados y ahora se trata de una situación grupal, que han tenido que enfrentar curricularmente, a través de la prevención y de la enseñanza sobre la importancia de tener un cuerpo bien alimentado, sano, que está en crecimiento y preparándose para cosas futuras, como la sexualidad.
Antes de tiempo
«as chicas vienen con conflictos con la ropa, con angustia, sobreadaptación, y situaciones de maltrato con los cuerpos de las otras. Hay niñas de 10 años que viven su infancia vergonzosamente, cuando tendrían que llevar esto con tranquilidad», comenta Vendrov. «Y los chicos están mareados con el adelantamiento de las niñas, se sienten acosados. Y si entran en ciertas páginas de Internet prematuramente puede producirles una confusión de lo que es amor o el afecto con la
pornografía. Ni las unas ni los otros pueden vivir antes de tiempo. Tienen que jugar».
Vendrov también apunta a los padres. «Mandan a sus hijas con las uñas de colores, por ejemplo, y les dicen: “Si te ve la directora te va a parar”. En vez de hacerse cargo ellos, es otro el que tiene que poner límites. Sin buscar culpables, es una sociedad donde los padres trabajan mucho, están ocupados, enredados y consumen la idea de la eterna juventud. En el otro extremo, están aquellos que prohibiendo en exceso generan el deseo de lo prohibido».
En este mundo, que está al revés, las mujeres quieren parecer más jóvenes y las niñas, mayores. Pero los adultos siguen siendo los adultos y son ellos quienes les compran la ropa y los juguetes a sus hijos. Es importante recordar que la vía principal de aprendizaje de un niño es la imitación de lo que ve. Una madre obsesionada con adelgazar o con el propio cuerpo puede transmitirle a su hija la idea de que el físico es más importante que el intelecto, o que sus cualidades únicas como ser humano, o que quererse a sí misma, por ejemplo.
Basada en los análisis de un experto sobre los diarios de vida adolescentes en los últimos 100 años, una de las conclusiones que arrojó la investigación de la Sociedad de Psicología Americana fue que, mientras las jóvenes de otras épocas se centraban en hacerse más educadas y mejorar sus estudios, en las últimas dos décadas su centro de desarrollo ha sido estar bien con sus cuerpos y ser más atractivas. ¿Es eso lo que les espera a las niñas del siglo XXI? ¿Crecer sintiéndose como objetos o sujetos sexuales, en vez de vivir su infancia?
—Francia Fernández