Integración y proyectos colectivos

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Pequeños productores de la localidad bonaerense de Las Flores se asociaron para aprovechar sinergias, aunar esfuerzos y trazar objetivos conjuntos. Beneficios ambientales y agropecuarios de una actividad en crecimiento.

Producción. Los apicultores se proponen avanzar en el mercado interno con marca propia. (gentileza Cooperativa Apícola El Reencuentro)

Los promotores de la apicultura sostienen que el modelo asociativo es una buena herramienta de fomento, gestión y desarrollo para concretar emprendimientos vinculados con esta actividad productiva. Así lo demuestra la creación, en la última década, de numerosos cooperativas que se dedican a la miel. Una de esas experiencias es la de la Cooperativa Apícola El Reencuentro que integra a 13 pequeños productores de Las Flores, provincia de Buenos Aires. El proyecto autogestivo, que se formalizó a fines de 2012, tenía como objetivo la construcción de una sala de extracción y procesamiento de miel, además de la compra de insumos y la comercialización conjunta de materia prima. «A pesar de las dificultades, año a año fuimos avanzando. Antes alquilábamos las maquinarias y ya pudimos comprarlas y ampliar la sala. Eso nos impulsa a seguir», dice Fabián Ros, técnico en producción apícola e integrante de la entidad.
Los apicultores de El Reencuentro tienen, en promedio, unas 250 colmenas cada uno. Luego de la recolección, la materia prima es extraída y procesada en conjunto en la planta que la entidad tiene instalada en la escuela agropecuaria de la localidad. Allí, los cooperativistas también comparten recursos técnicos e intercambian experiencias. «Queremos mejorar la calidad, diseñar un plan de trazabilidad, fraccionar la miel y lanzar una marca propia para vender en el mercado nacional», comenta Ros, quien destaca la intención de incorporar más asociados y explotar al máximo el potencial del producto y sus derivados. Según datos oficiales, la miel argentina se exporta en un 90% y en el país solo se consume el 10%. En ese marco, los cooperativistas consideran que uno de los grandes desafíos de la actividad es desarrollar el consumo interno, a partir del agregado de valor.

Impacto benéfico
«Nuestras colmenas se encuentran emplazadas en la Cuenca del Salado, un ecosistema bastante puro y natural, conformado por praderas y campos bajos. Allí las abejas generan un impacto benéfico en la producción agrícola y también en la ganadera, porque una buena polinización optimiza los cultivos y mejora la calidad de las plantas que sirven de alimento para los animales», explica Ros. Junto a otras cooperativas de la cuenca, El Reencuentro integra un clúster de apicultura, donde las entidades se reúnen para establecer estrategias y líneas de acciones conjuntas, tanto para la producción, el procesamiento y la capacitación como para la comercialización de miel. «Los proyectos colectivos son varios. Por ejemplo, estamos evaluando con una cooperativa de Rauch la posibilidad de desarrollar otros productos a partir de la miel, como propóleos, material inerte (alzas, cuadros, techos) y material vivo (reproducción de abejas)», comenta el técnico.
La mayoría de los productores de la cooperativa florense se conocieron a partir del Programa Cambio Rural, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Este programa, que funciona desde 1993, tiene como objetivo proveer asesoramiento técnico y herramientas de financiamiento a los productores. «En 2014 se actualizó el programa y se lanzó Cambio Rural II para incluir a los productores de la agricultura familiar. Sin embargo, en junio del año pasado el gobierno nacional hizo un fuerte recorte y dejó afuera del programa a gran cantidad de experiencias asociativas. Esto hizo que muchas de las cooperativas apícolas desaparezcan», se lamenta Ros, quien durante varios años se desempeñó como asesor técnico del programa. «Más allá de esto, nosotros seguimos apostando al modelo asociativo –concluye– para impulsar la producción apícola y para generar más mano de obra local».

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