Juego fuerte en la región

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Ya no es sorpresa, aunque cuesta acostumbrarse. Jair Bolsonaro es el presidente de Brasil. Después de casi 14 años de gobiernos del PT, llega al poder del gigante de la región un político que –hasta la votación del impeachment contra Dilma Rousseff– pocos conocían. Se ha escrito mucho sobre el ascenso de este diputado que fue marginal y de las elecciones irregulares con el principal candidato preso por un Poder Judicial amañado.
Ahora es presidente y habrá que mirar cómo gobierna, más allá de cómo llegó al poder, porque no es lo mismo ser un diputado aislado que un gobernante.
Las ideas generales de Bolsonaro son conocidas tanto en sus aspectos económicos como políticos y sociales, pero probablemente donde se pongan en práctica con rapidez sea en el plano internacional. Uno de sus objetivos es desmontar las relaciones exteriores que existieron durante los gobiernos del PT y, con la excusa de «desideologizar» la cancillería, implementar una política exterior profundamente ideológica y contraria a la que predominó en los últimos años. Bolsonaro se identifica con las políticas de Donald Trump, a diferencia de otros referentes de las derechas latinoamericanas que tienen excelente relación con el presidente de los Estados Unidos, pero no suelen identificarse con sus medidas. Es así como –siguiendo a la Casa Blanca– tiene un tono más agresivo respecto de Venezuela o Cuba, dijo que trasladaría su embajada en el Estado de Israel de la ciudad de Tel Aviv a Jerusalén y que saldrá del Pacto Mundial para una Migración Segura ratificado por Naciones Unidas, aunque ni siquiera es vinculante.
Bolsonaro jugará fuerte en América Latina e intentará traccionar detrás de sí a los otros gobiernos de derecha. Resta saber si lo logrará.