La ciudad de los ricos

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Barrios populares se transforman bajo el influjo de capitales ávidos por valorizarse a través de emprendimientos para sectores privilegiados. La lógica de la segregación espacial y la complicidad de un Estado que desregula para favorecer intereses privados.


Buenos Aires. El mercado inmobiliario aprovechó la valorización del suelo del sur de la ciudad. Desigualdad y fragmentación social. (Javier Agustín Rojas)

Londres, Buenos Aires, Nueva York, México DF, y muchas otras ciudades del mundo occidental experimentaron un cambio drástico en las últimas décadas que implicó una renovación de su planta edilicia y de su población. Pero no se ampliaron los espacios habitacionales para sectores populares, sino que, muy por el contrario, se fomentaron viviendas lujosas y sectores citadinos exclusivos para las nuevas clases pudientes o para la explotación turística. Este fenómeno social que se plasma en las geografías urbanas es lo que se ha dado en llamar, primero en el norte y después en el sur, gentrificación. Esta palabra es un anglicismo que viene a nombrar transformaciones que provocan un aumento de los alquileres o del costo habitacional en estos espacios, por lo que los residentes tradicionales abandonan el barrio y se afincan en espacios periféricos menos beneficiados, por ejemplo en cuanto al acceso a servicios. Para que se entienda: los barrios de Palermo, San Telmo, La Boca, por caso, son zonas porteñas que fueron cambiando su fisonomía en pos de un aspecto más «fashion» que las hace apetecibles para un mercado inmobiliario cada vez más voraz. Pero esta modalidad de cambio no se limita a las grandes ciudades, también se extiende a las periferias de maneras diversas, cuando se ocupan zonas consideradas «vacantes» o «improductivas», como los humedales, para construir oficinas corporativas, edificios residenciales de alto estándar, hoteles de lujo y urbanizaciones cerradas. En La privatopía sacrílega, un libro señero sobre la construcción de barrios cerrados en el Conurbano bonaerense, Diego Ríos, geógrafo e investigador del Conicet, señala: «La presencia y la manera en que estas nuevas formas del urbanismo neoliberal se desarrollan en las ciudades, bajo la lógica apremiante del capital inmobiliario-financiero, conlleva mayores niveles de desigualdad, privatización, fragmentación urbana, segregación socioeconómica, marginalización social, degradación y contaminación ambiental, entre otras contradicciones propias del capitalismo».
El desplazamiento de una población pauperizada por otra de alto poder adquisitivo no es una mera consecuencia de demandas y ofertas habitacionales. Este proceso se concreta cuando el capital inmobiliario es absorbido por el capital financiero y favorecido por un Estado que desregula para facilitar los negocios de este sector. Se habla de mercado desregulado cuando el Estado no interviene como un actor que produce cierto equilibrio para que los beneficiarios trasladen en parte su ventaja a los que están sufriendo una carga negativa de las intervenciones urbanas.
«La Ciudad de Buenos Aires es una de las capitales del mundo con mayor desregulación del mercado inmobiliario, y entonces impera el dinero, el poder económico», destaca el abogado Jonatan Baldiviezo, presidente del Observatorio del Derecho a la Ciudad. «Y es el propio Gobierno de la Ciudad el que impulsa lo que ellos denominan el desarrollo urbano del sur. Ese desarrollo implica que hay una connivencia entre los funcionarios y los empresarios, que tienen información privilegiada. Por eso los empresarios inmobiliarios compraron barato los suelos de la zona sur, porque era una zona degradada, sin acceso en igualdad de condiciones a los servicios como el resto de la ciudad; y luego el Estado empezó a hacer inversiones y se estableció un nuevo código urbanístico que permite una mayor capacidad constructiva en estos suelos». De esta manera Baldiviezo sintetiza la operación mediante la cual los suelos de la zona sur de la ciudad se valorizaron para el mercado inmobiliario. «Con esas dos acciones estatales, los propietarios que realizaron inversiones vieron incrementado su patrimonio y ahora ya están dadas las condiciones para capitalizar esta valuación del suelo a través de la construcción de edificios».

Desplazados
Los grandes proyectos de renovación urbana o de recuperación patrimonial prosperan muchas veces a costa de que sus antiguos habitantes sean desalojados por el uso de las fuerzas públicas o por el alza en los precios del metro cuadrado y de los alquileres. Y de esta forma son desperdigados a otras zonas de la ciudad, generalmente, de peores condiciones urbano-ambientales. En el artículo «Polarización socioeconómica y cambios socioespaciales», la arquitecta mexicana Eftychia Danai Bournazou Marcou resalta: «Los sectores populares, que por razones históricas se mantenían en áreas centrales o consolidadas, de localización relativa ventajosa, y gozaban de ciertos privilegios (dotación de bienes y accesibilidad física al conjunto de la ciudad) con efectos positivos en la disminución en la pobreza general, ahora se ven desplazados (voluntaria o involuntariamente) a zonas periféricas con altos niveles de deficiencias espaciales y serias secuelas en la perpetuación de su pobreza». 


Torres de lujo. Un nuevo paisaje urbano. (Jorge Aloy)

En este sentido, Baldiviezo señala: «Estamos viendo cómo la renovación urbana del microcentro, de San Telmo, de Monserrat y La Boca está generando una expulsión de las comunidades originarias. Son procesos lentos, que han comenzado hace 10 o 15 años. El barrio de La Boca está justamente en la instancia previa a la renovación, la instancia de los desalojos, hay 200 desalojos en curso». En simultáneo se van cerrando muchos negocios tradicionales del barrio y son reemplazados por cadenas orientadas al turismo.
Alicia Novick, arquitecta especialista en Urbanismo y Planificación Territorial y profesora e investigadora del Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional General Sarmiento (UNGS), participó en una investigación sobre la Quebrada de Humahuaca (Jujuy) en la que pudo observar cómo se daban los desplazamientos poblacionales. «Debido al proceso que se dio por el turismo y la patrimonialización, la gente que vivía en Purmamarca o Tilcara o Humahuaca empezaba a ocupar lugares por afuera de esas ciudades. No es una expulsión directa, es una expulsión que la suscita el mercado, porque los alquileres suben de precio».
Desde las últimas décadas del siglo pasado, el capital inmobiliario financiero viene imponiéndose en los modos de producción del espacio urbano. La gentrificación y su concomitante segregación social son algunas de las consecuencias que atentan contra la posibilidad de habitar barrios más inclusivos y plurales.

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